Por nuestra ignorancia, traemos inconscientemente
desgracias a nuestra vida. Las maldiciones pueden resultar de tocar o
relacionarse con cosas inmundas y profanas. Consideramos en este capítulo estas
maldiciones.
Varios pasajes bíblicos alertan a los
creyentes a evitar las cosas inmundas y a mantenerse alejados de ellas:
“Por
lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo
inmundo; y yo os recibiré. (2 Corintios
6:17)
“Y
enseñarán a mi pueblo a hacer diferencia entre lo santo y lo profano, y les
enseñarán a discernir entre lo limpio y lo no limpio. (Ezequiel 44:23)
“Y él
habló a la congregación, diciendo: Apartaos ahora de las tiendas de estos
hombres impíos, y no toquéis ninguna cosa suya, para que no perezcáis en todos
sus pecados. (Números 16:26)
¡Cuántas maldiciones nos acarreamos a
nosotros mismos y a nuestras familias por desobedecer estos pasajes! Hay la
extrema necesidad de que los cristianos de todas partes desarrollen el deseo
profundo de vivir en santidad, y de evitar tocar cualquier cosa que Dios haya
declarado inmunda. A continuación algunos ejemplos de tales maldiciones.
Traer objetos malditos a nuestros
hogares
Cualquier objeto hecho para servir a Satanás
está maldito y no puede ser purificado; tiene que ser destruido. Ejemplos de
estos son los ídolos, las estatuas de deidades diabólicas y las joyas con
símbolos esotéricos. Cerca de la mitad de los regalos que hay en cualquier
tienda del mundo son objetos malditos. ¿Por qué? Porque con frecuencia son
objetos que pertenecen a la cultura local, la que por lo general, está asociada
con la adoración a los demonios.
“Las
esculturas de sus dioses quemarás en el fuego; no codiciarás plata ni oro de
ellas para tomarlo para ti, para que no tropieces en ello, pues es abominación
a Jehová tu Dios; y no traerás cosa abominable a tu casa, para que no seas
anatema; del todo la aborrecerás y la abominarás, porque es anatema.
Deuteronomio
7:25,26
¿Ha hecho usted algún viaje y ha traído a su
casa imágenes talladas de deidades demoníacas como recuerdo? He estado en
muchas iglesias donde la primera cosa que he visto al entrar en la oficina del
pastor es una colección de regalos de sus viajes hechos al extranjero con fines
personales o misioneros. ¡Con demasiada frecuencia, esos objetos consistían en
estatuas de deidades diabólicas!
Estas divinidades acarrean maldición a la
vida del pastor y a la iglesia.
¿Tiene
usted estatuas de Buda, la cabeza de un faraón de Egipto, o esculturas
africanas que, por lo general, son deidades demoníacas? ¿Y qué de las joyas?
Con frecuencia, las joyerías de un lugar incluyen imágenes que representan a
los dioses de las tribus o población de un país. Si ha traído a su casa alguna
de estas cosas, entonces está condenado a la destrucción (Deuteronomio 7:26).
Le daremos algunos ejemplos.
Hace varios años, Daniel y yo nos
encontrábamos ministrando en las afueras de Chicago, Illinois. Un hombre, su
esposa y sus tres hijos vinieron a hablar con nosotros durante el seminario.
Todos ellos servían al Señor de corazón. Eran personas muy trabajadoras, el
marido fue un empresario con mucho éxito. Le había ido muy bien en los negocios
hasta unos cinco años antes de esta conversación con nosotros. De repente,
todas las cosas comenzaron a salirle mal. Muy pronto su negocio se vino abajo;
todo lo que hacía le salía mal.
Cuando los conocimos, tanto el hombre como su
esposa estaban trabajando, pero parecía que nunca podían estabilizarse en lo
económico, ni tampoco progresar. Habían perdido su casa y casi todos sus bienes
materiales en esos cinco años. Habían pasado mucho tiempo orando y ayunando,
pero sin lograr nada. Sentían que con toda seguridad había una maldición sobre
sus bienes materiales, pero no podían quebrantar el poder de esa maldición, no
importa lo mucho que se empeñaran en lograrlo.
Después de escuchar su relato, estuvimos de
acuerdo que había una maldición de pobreza contra esta familia. La cuestión
era: ¿De dónde provenía? Por último, fuimos dirigidos por el Espíritu Santo a
preguntarles qué objetos malditos tenían en su casa. Escudriñaron en su mente,
pero no pudieron pensar en nada. Entonces le recomendamos a la familia que se
fueran a casa, que se postraran sobre el piso delante del Señor y que clamaran
a El, de manera unánime, pidiéndole al Señor que les revelara qué cosa inmunda
tenían en su casa.
Al siguiente día regresaron a las reuniones
muy emocionados. Nos dijeron que habían seguido nuestro consejo: se marcharon a
casa y juntos imploraron al Señor. Mientras oraban, escucharon un fuerte ruido
en la puerta de entrada de la casa, seguido por otro ruido en el dormitorio de
la pareja. Entonces se pusieron de pie para ver lo que se había caído. En la
puerta de entrada había estado una estatuilla grande y hermosa, que les regaló
el padre del esposo, un hombre muy rico. En uno de sus viajes a México, él
había encontrado una fina y costosa estatuilla que medía un metro de altura. La
estatuilla tenía una base de plomo para que no se pudiera caer. Debido a la
rara belleza de su tallado, el hombre la compró y se la trajo a su hijo. ¡La
artística estatuilla de un mendigo mexicano se había hecho añicos contra el
piso!
Al año siguiente, el padre viajó de nuevo a
México donde encontró otra estatuilla, más pequeña, del mismo mendigo mexicano.
La compró y también se la regaló a su hijo. El la colocó en el tocador de su
dormitorio. La familia también encontró a esta estatuilla hecha pedazos sobre
el piso. Lo que había ocurrió fue que el Señor, por su misericordia, había
destruido de manera sobrenatural las estatuillas mientras la familia se hallaba
orando. ¡Estos objetos habían traído una maldición de pobreza sobre ellos! En
el mismo instante se arrepintieron y le pidieron al Señor que los perdonara por
haber tenido esas estatuillas en su hogar. Luego la familia quebrantó la
maldición de pobreza que pesaba sobre ellos, echando los pedazos de las
estatuillas fuera de la casa.
Eso ocurrió hace cuatro años. Desde entonces,
han prosperado de nuevo en sus negocios y todo lo que perdieron lo han
recuperado.
¿Eran deidades satánicas estas estatuillas?
No lo creemos, pero es evidente que se habían hecho con una maldición de
pobreza ligada a ellas. No tenemos manera de saber la historia de quienes las
hicieron, ni con qué propósito, pero el Señor en su misericordia le mostró de
manera clara a esta familia que estas estatuillas eran las causantes de sus
problemas.
Mientras nos encontrábamos en México hace
poco, tuvimos la oportunidad de conversar con un joven mexicano que ama
ardientemente al Señor. Él nos contó que ciertas personas de Ciudad de México,
que dicen ser descendientes directos de los indígenas originales del lugar
confeccionan hermosas estatuillas y obras de arte para venderlas a los
turistas. Ellos dicen que ponen bendiciones o maldiciones especiales en las
estatuillas, dependiendo de quién las compre. Entre las estatuillas que venden
hay de pordioseros mexicanos. No sabemos dónde compró las estatuillas el hombre
de este caso. Sin embargo, debemos ser muy cuidadosos de escuchar la dirección
del Espíritu Santo cuando vayamos a comprar cualquier regalo de recuerdo.
Escudriñe su casa. ¿Tiene estatuas de
deidades diabólicas en su hogar? Ore sobre cada artículo que tenga en su casa.
Sepa que muchos de los juguetes infantiles son, en realidad, estatuas de
divinidades. Desafortunadamente, la mayoría de los dibujos animados infantiles
enseñan el uso de los poderes ocultistas. Los juguetes que acompañan a las
tiras cómicas están en su mayor parte diseñados para poner en contacto a los
niños con los espíritus malignos. todos estos juguetes son inmundos.
Veamos otro ejemplo que tiene que ver con el
tocar una cosa inmunda y traerla a nuestro hogar y a nuestra vida.
TESTIMONO DE REBECCA
Hace
varios años, yo (Rebecca) me encontraba ministrando en Kenia, África. Allí
conocí a una joven pareja que eran médicos misioneros en una de las tribus
nativas. El joven médico vino a hablarme sobre su esposa. Ambos eran cristianos
consagrados, habían vivido y trabajado en Kenia por cerca de tres años, pero no
poco después de llegar su esposa cayó enferma. No podían encontrar la causa de
su padecimiento, pero su estado de salud empeoraba cada vez más. Por último,
tomaron un período de licencia y regresaron a los Estados Unidos para que fuera
tratada en un importante centro médico y se le descubriera la causa de su
enfermedad. Después de muchas pruebas, no pudo establecerse el diagnóstico de
su mal. Ella se estaba muriendo, pero nadie sabía por qué.
Por el
amor que tenía por el Señor, la joven mujer decidió que quería regresar al
campo misionero con su esposo. Estaba convencida de que sería mucho mejor morir
en Kenia, al lado de su esposo, que en una cama de un hospital de los Estados
Unidos. Poco después de regresa; oyeron decir que yo tendría una conferencia en
Nairobi. El joven médico vino a verme primero. ¡Cuánto sufrí por él mientras lo
escuchaba hablar del estado de su esposa! Su aflicción era muy profunda al
pensar en la cercana muerte de su joven esposa.
Mientras
conversábamos, noté que llevaba puesto en uno de sus brazos un brazalete
policromo hecho de hilos tejidos. Le pregunté dónde lo había obtenido y por qué
lo usaba. Me dijo que era un regalo de uno de los curanderos de la tribu con el
que trabajaba. Me contó que las personas encargadas del dispensario insistían
en que toda persona que viniera por primera vez a consultarse tenía que ver
primero a los hechiceros y aceptar sus brazaletes para mantener las buenas
relaciones. Toda persona llevaba puesto un brazalete dado por algún curandero,
como demostración de buena voluntad hacia los hechiceros de la tribu. Si no lo
hacían, temían que los brujos se sintieran celosos del dispensario y que
trataran de expulsarlos o de evitar que las personas vinieran a recibir ayuda
médica. ¡Entre los trabajadores del dispensario había, por supuesto, una gran
cantidad de problemas! Les colocaban los brazaletes a todos para traer
maldiciones a sus vidas. Los directivos de ese consultorio eran increíblemente
ingenuos al creer que los hechiceros (servidores
de los demonios) no trataban de causarle ningún daño al personal médico
cristiano que traía el evangelio de Jesucristo y la sanidad a las personas de
sus tribus. ¡Cada uno de los vinculados con el dispensario se había hecho
partícipe de algo inmundo!
No tengo
la más mínima duda de que la enfermedad de la esposa de este hombre tenía
origen demoníaco. Tampoco tengo dudas de que era el resultado directo de
maldiciones puestas sobre su vida por los hechiceros. Mientras ella siguiera
usando el brazalete como señal de buena voluntad hacia los brujos, que son
sacerdotes de deidades malignas, los demonios participantes en esas maldiciones
tenían el derecho legal de destruirla. Cuando vino a verme el día siguiente,
les quitamos a ella y a su esposo los brazaletes y los destruimos. Al hacerlo,
ellos se arrepintieron de haber participado en algo inmundo y luego
quebrantaron las maldiciones de destrucción que habían venido sobre ellos por
medio de los brazaletes. El apóstol Pablo escribió:
“No os
unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la
justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?
(2 Corintios 6:14)
¡Un cristiano no puede tener comunión o
compañerismo con los servidores de las tinieblas! Es muy lamentable que hombres
y mujer jóvenes, consagrados al Señor, sean enviados a los campos misioneros
sin ninguna preparación que les permita discernir entre lo limpio y lo no
limpio, entre lo santo y lo profano (Ezequiel 44:23).
El último
caso que contaré ocurrió hace poco en Chicago. Después de una reunión en que
enseñamos acerca de las maldiciones, una señora muy bien vestida pidió hablar
con nosotros. Nos contó que había sentido que el Espíritu Santo estaba tratando
de mostrarle que había en ella una maldición, y que quería que se lo
confirmáramos.
Ella
trabaja como secretaria de un alto funcionario del gobierno en esa ciudad, y su
esposo es un acaudalado hombre de negocios, con el cual había estado casada
durante más de treinta años. Ninguno de los dos se había visto relacionado
jamás con la fornicación, ni habían sido tentados en este aspecto hasta hacía
un año. En ese tiempo, viajaron al Japón de vacaciones y desde que regresaron
se sintieron atormentados por pensamientos lujuriosos y por la tentación de
caer en la fornicación. Aunque ninguno de ellos había caído en ese pecado, les
preocupaba mucho que no pudieran controlarse y deseaban erradicar tales pensamientos
de sus mentes.
La mujer
nos dijo que mientras hablábamos del tema de los objetos inmundos, sintió que
el Espíritu Santo había dirigido su atención hacia uno de los regalos que
habían comprado en Japón. Se trataba de un costoso y hermoso abanico pintado a
mano y que estaba colgado en la pared de la sala de la casa. Nos dijo que ella
no había visto ningún objeto ocultista o divinidad en el abanico, pero que la
sensación de malestar en cuanto al abanico persistía.
Entonces
le pedimos que describiera la pintura que había en el abanico. Nos dijo que era
la pintura de una dama japonesa en un hermoso jardín. El rostro de la señora
estaba pintado de blanco. Allí estaba la respuesta. La pintura era de una joven
geisha. Las geishas son mujeres que cobran por entretener, en especial a los
hombres. Dicho con llaneza, son prostitutas de alta categoría. Esta pareja
había traído a su hogar un objeto inmundo. La pintura en el abanico honraba y
glorificaba a las geishas. En consecuencia, los demonios de la fornicación tenían
el derecho legal de estar en el abanico, lo que lo convertía en un objeto
inmundo. Mientras estuviera en la casa, los demonios seguirían allí también.
Por esa razón les era imposible contrarrestar aquellos pensamientos. Estaban
siendo atormentados por esos demonios de fornicación.
“Y no traerás cosa abominable a tu casa, para
que no seas anatema; del todo la aborrecerás y la abominarás, porque es
anatema. (Deuteronomio 7:26)
Hace poco conversábamos con una médica
cristiana de Corea, ella nos contaba que personas relacionadas con la religión
budista están haciendo grandes esfuerzos para destruir a los cristianos. Estas
personas meditan y envían poderes espirituales (o maldiciones) contra los
cristianos, especialmente contra los matrimonios de los que ejercen algún
liderazgo público. También nos dijo que los cristianos deben abstenerse de
adquirir regalos en los países asiáticos, ya que la mayoría de estos objetos
tienen dibujos que contienen maldiciones de destrucción dirigidos de manera
específica contra los cristianos.
Tocar cosas inmundas
Asimismo
la persona que hubiere tocado cualquiera cosa inmunda, sea cadáver de bestia
inmunda, o cadáver de animal inmundo, o cadáver de reptil inmundo, bien que no
lo supiere, será inmunda y habrá delinquido. (Levítico 5:2)
Otro aspecto en cuanto a esto de tocar lo
inmundo atrajo de nuevo nuestra atención hace poco. David, un hombre de oración y entregado del todo a
Dios, es uno de los líderes de nuestro grupo de estudio bíblico y oración; él
ha sido una gran bendición para nosotros. Hace un tiempo, fue a la casa de una
mujer que acababa de aceptar a Cristo como su Señor y Salvador. Acaba de
mudarse a una casa alquilada y estaba siendo terriblemente atormentada en las
noches por malos espíritus. A petición de ella, David la visitó para orar en
cada una de las habitaciones de la casa, a fin de expulsar los espíritus
malignos. Mientras David se encontraba en la casa, ella le mostró los restos de
un animal en el patio que había sido mutilado y muerto semejante a un sacrificio
satánico. Ella se había horrorizado al encontrar al animal y le pidió a David
que lo sacara. David recogió el cadáver y se deshizo del mismo.
Más tarde,
esa misma noche, David fue atacado por espíritus malignos. De nuevo al día
siguiente, mientras se dirigía a su trabajo, aquellos demonios lo atacaron
causándole casi un accidente. Por fortuna, David entendió y usó la autoridad
que se le había dado en el nombre de Jesucristo, para repeler los demonios. Sin
embargo, los ataques continuaron. La noche siguiente, después de nuestro
estudio bíblico, David se quedó para visitarnos y explicarnos el problema de
los violentos ataques que estaba experimentando. Mientras conversábamos, David
se percató de que los ataques habían comenzado luego de su visita a la casa de
la nueva creyente y de expulsar los demonios. Nos habló de los restos del
animal en el patio y cómo sentía que eran parte de un sacrificio satánico. Allí
estaba la clave. Le preguntamos cómo se había deshecho del animal. “Simplemente
lo recogí, lo puse en una bolsa plástica y lo lancé a la basura”, respondió.
Allí
estaba la respuesta. David había manipulado una cosa inmunda sin que se le
ocurriera orar después para romper la maldición resultante que había venido
sobre su vida. Cualquier cosa que haya sido sacrificada a Satanás o a los
demonios es inmunda. La Biblia
es muy clara en este punto. El Antiguo Testamento es muy claro: no debemos
tener o ni siquiera tocar tales cosas inmundas. Bajo la ley, cualquiera que
tocara una cosa inmunda era declarado inmundo hasta que cumpliera con el
proceso prescrito para la limpieza. Nosotros ya no estamos bajo la ley, pero el
principio sigue siendo válido.
Satanás y
sus demonios consideran que estas cosas sacrificadas a ellos son intocables.
¡Ay de aquel, que no esté a su servicio, que se atreva a tocar o a destruir tal
sacrificio! Una maldición es enviada en seguida contra esa persona. Dios ve
estas cosas como inmundas y profanas. De modo que cuando un cristiano las
manipula o las posee, Satanás tiene el derecho legal de maldecir a esa persona.
David no había tomado las debidas precauciones para no tocar el animal
sacrificado, ni tampoco pensó en orar por limpieza después, y así romper la
maldición. Pudo haber recogido al animal con una pala para no tener que tocarlo.
Después debió ordenar que cualquier maldición en su contra quedara rota en el
nombre de Jesucristo.
Tan pronto
como se dio cuenta de lo que había sucedido, lo único que hizo David fue orar
pidiendo al Señor que lo limpiara por haber tocado algo inmundo y luego, que la
maldición que había sobre su vida fuera quebrantada en el nombre de Jesucristo.
También ordenó que todos los demonios que tenían que ver con la maldición
huyeran de inmediato en el nombre de Cristo. Esto detuvo en el acto los ataques
que estaba experimentando, y no tuvo más problemas. No tenemos ninguna
necesidad de vivir bajo el temor, ya que tenemos un poder y una libertad
inmensos en Cristo. No obstante, sí tenemos que andar con sabiduría y en
armonía con la Palabra
de Dios. Cuando sea necesario enfrentarnos con cosas inmundas que han sido
sacrificadas en adoración a Satanás, debemos orar siempre por protección
primero, y luego asegurarnos de romper cualquier maldición que Satanás haya
tratado de colocar después sobre nosotros.
Muy interesante e ilustrativo, me gustó mucho la descripción de las experiencias.
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