jueves, 5 de diciembre de 2013

MALDICIONES HEREDADAS! ES POSIBLE HEREDAR LAS MALDICIONES? SE PUEDEN ROMPER?


 Las maldiciones se pueden heredar; ellas pasan de una generación a la siguiente, y así sucesivamente.
En este capítulo consideraremos, desde una perspectiva bíblica, cómo pueden ser heredadas las maldiciones, qué tipos de maldiciones son, y cómo podemos enfrentarlas.

Los pecados de los antepasados
Los pecados de nuestros antepasados pueden tener un efecto demoledor sobre nuestra vida. Las personas se pelean, se odian y luchan encarnizadamente unas contra otras. Tal conducta resulta, por lo general, en una maldición que se coloca contra una familia en particular o contra toda su descendencia.
Los que se encuentran comprometidos en la adoración y servicio a Satanás entienden muy bien la importancia de la herencia. Por lo tanto, cuando maldicen a una familia se aseguran de incluir a todos los descendientes en la maldición. El deseo de ellos es destruir toda la genealogía, y no sólo a la persona. Esto es lo que sucede a menudo en familias donde diversas formas de enfermedad mental o física han pasado de una generación a otra.
¿Se caracteriza su genealogía por un tipo de problema en particular? ¿Hay divorcios? ¿Incesto? ¿Pobreza? ¿Ira no controlada? ¿Incredulidad? Entonces usted necesita que Dios le revele la posible maldición que hay contra toda familia.
Los que vivimos en los Estados Unidos hemos perdido el concepto de la herencia. Sin embargo, la Biblia enseña con claridad que la herencia y la familia son muy importantes para Dios. Veamos lo que dicen los siguientes versículos:
Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos. El día que estuviste delante de Jehová tu Dios en Horeb, cuando Jehová me dijo: Reúneme el pueblo, para que yo les haga oír mis palabras, las cuales aprenderán, para temerme todos los días que vivieren sobre la tierra, y las enseñarán a sus hijos. (Deuteronomio 4:9,10)

Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. (Deuteronomio 6:6,7)
No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen. (Éxodo 20:5)
A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia. (Deuteronomio 30:19)

Énfasis añadido
Estos versículos son apenas unos pocos de los muchos que muestran con claridad la importancia que Dios le da a la herencia. El hecho de que hayamos perdido la comprensión del concepto de herencia no quiere decir que Dios lo haya olvidado. Dios no ha abandonado el concepto. ¡En realidad, El todavía obra en base a este principio, lo comprendamos o no! Satanás y sus servidores tampoco han perdido el concepto de herencia, lo cual coloca a los cristianos en una terrible desventaja.
Una reciente encuesta realizada por el ministerio En foque a la familia, mostró que en casi cualquier iglesia ¡en la mitad de los hogares está presente sólo uno de los padres! Muchos hijos conocen sólo a uno de los padres. Las familias divididas y los matrimonios múltiples destruyen cualquier sentido de herencia o continuidad de la genealogía familiar.
Algunos conocemos ciertas cosas acerca de la vida de nuestros abuelos, pero muy pocos sabemos algo de nuestros bisabuelos. Hablando en términos generales, no sabemos casi nada acerca de la historia de nuestras familias. Si las personas se guiaran por la Palabra de Dios, le enseñarían con diligencia a sus hijos la historia de la familia, en particular las cosas que Dios hizo en la vida de sus antepasados; tanto bendiciones como maldiciones.
Esta falta de conocimiento de la historia familiar afecta seriamente nuestra vida. En primer lugar, no podemos aprender de las experiencias de nuestros antecesores, tanto las positivas como las negativas. Por lo tanto, nuestra fe no se nutre del recuerdo de la obra maravillosa hecha por Dios en la vida de ellos. Además, ignoramos las maldiciones que hemos heredado por causa de sus pecados. Por último, terminamos andando en los mismos pecados de nuestros antepasados y cosechando, como resultado, los mismos males.
Veamos lo que dice la Biblia en (Levítico 26), donde este principio está bien ilustrado. Dios le está dando a conocer a los hijos de Israel las cosas terribles que les sucederían si se apartaban de la fe en Él: hambre, sequía y muerte por parte de ejércitos invasores, y la cautividad en el extranjero de los que quedaran como sobrevivientes. Pero aun después de todas estas calamidades, las desgracias de los sobrevivientes continuarían:

Y pereceréis entre las naciones, y la tierra de vuestros enemigos os consumirá. Y los que queden de vosotros decaerán en las tierras de vuestros enemigos por su iniquidad; y por la iniquidad de sus padres decaerán con ellos. (Levítico 26:38,39)
¡Los sobrevivientes decaerían (es decir, perecerían o se marchitarían) por la iniquidad de sus padres! ¿Cuántas personas hoy se perecen o se marchitan por las iniquidades de sus antepasados, y sin comprenderlo? Naciones enteras están siendo destruidas por las iniquidades de sus antepasados.
Veamos un ejemplo reciente. En Ruanda, África, una tribu se levantó contra otra y masacró a miles y miles de personas. Los miembros de la tribu oprimida huyeron a campamentos en Zaire, y allí, en estos campos de refugiados, millares más muñeron de cólera. Todo el mundo vio horrorizado y estupefacto como la red de televisión CNN filmaba todo aquel espectáculo. Después la tribu oprimida tomó el poder en Ruanda y comenzó a masacrar a la primera tribu. Como resultado, millares de personas de la primera tribu huyeron a los campamentos de refugiados en Zaire. En febrero de 1995, mientras volábamos hacia la nación africana de Cóte D’Ivoire (Costa de Marfil) para dar unas conferencias, leíamos un periódico europeo. Un periodista que había visitado los campos de refugiados de ambas tribus había escrito un artículo muy interesante. Cuando hablaba con los refugiados, les hacía siempre la misma pregunta: “Ahora que terminó la guerra en Ruanda, ¿cree que podrá regresar y vivir en paz con los de la otra tribu?” Sin excepción la respuesta fue siempre la misma: “No jamás podremos vivir en paz con la otra tribu, hasta que la sangre de nuestra gente que fue asesinada sea vengada.”
¡Así continúa el círculo vicioso! ¿No piensa usted que esas personas que ahora viven en los campamentos de refugiados debieran saber, por las cosas terribles que experimentaron, que la guerra entre tribus no deja ningún beneficio? Pero como no han resuelto el problema de los pecados de sus padres y demás antepasados, continuaran pereciendo en sus iniquidades. En el reino de Satanás, la sangre clama por la sangre y la matanza nunca se detiene.
Mientras ministrábamos en Cóte D’Ivoire, hicimos una breve visita a unos cristianos que acababan de llegar de Liberia. Allí había estallado una guerra entre tribus, y estos creyentes fueron obligados a presenciar cómo sus familias eran masacradas por otra tribu. Ellos y sus familias eran todos cristianos, pero estaban pereciendo por las iniquidades de sus antepasados.
Todo el continente africano se caracteriza por las guerras tribales. En 1995 hubo también luchas entre tribus y masacres en Kenia. Todos hemos visto que lo mismo ha ocurrido en Somalia. Los pueblos de África jamás se han librado de los pecados de sus antepasados. Todas las tribus están gobernadas por una divinidad maligna determinada. ¡Los demonios odian a las personas y están determinados a acabar con ellas! Por eso toda la historia de África ha sido de guerras y masacres incesantes entre las tribus. Hasta que los cristianos se unan como un solo cuerpo y clamen a Dios arrepentidos por los pecados de adoración demoníaca, así como por el odio y las guerras entre sus tribus y también entre las tribus de sus antepasados, las maldiciones de los pecados de sus antepasados no serán quitadas de su vida. Los cristianos y los no cristianos están siendo asesinados por igual en esas masacres. Están pereciendo por 1as iniquidad de sus padres (Levítico 26:39).
Este mismo problema se encuentra en los Estados Unidos. El mayor problema de cualquier ciudad grande de este país es la guerra y la violencia entre las pandillas. ¿Cuál es la razón? La guerra entre tribus que hay entre los africanos continúa aquí en los Estados Unidos. Cada pandilla es como una tribu y no importa que estas valiosas personas ya no vivan en África: siguen pereciendo por las iniquidades de sus antepasados.
¡Alabado sea el Señor, hay una solución! Jesucristo murió en una cruz para pagar el precio de todos nuestros pecados, y Dios nos dice con claridad en su Palabra cuáles son los principios para romper este terrible ciclo:

“Y confesarán su iniquidad, y la iniquidad de sus padres, por su prevaricación con que prevaricaron contra mí; y también porque anduvieron conmigo en oposición, yo también habré andado en contra de ellos, y los habré hecho entrar en la tierra de sus enemigos; y entonces se humillará su corazón incircunciso, y reconocerán su pecado. Entonces yo me acordaré de mi pacto con Jacob, y asimismo de mi pacto con Isaac, y también de mi pacto con Abraham me acordaré, y haré memoria de la tierra”. (Levítico 26:40-42)

¿Lo enviará Dios a usted al infierno por los pecados de sus padres y de sus antepasados? ¡No! Sin embargo, los pecados de ellos y las maldiciones resultantes afectarán la vida de usted a menos que se encargue de esos pecados con la ayuda de Jesucristo. ¿Cómo se desliga usted de los pecados de sus antepasados? A través de la confesión, es decir del sincero reconocimiento de esos pecados como pecado (1 Juan 1:9), y pidiendo luego al Señor que lo desligue totalmente de los pecados de sus predecesores.
Un estudio del Antiguo Testamento le mostrará que cada vez que hubo un avivamiento en Israel, lo primero que hizo la nación hebrea fue confesar las iniquidades de sus padres. Observe lo que hizo el pueblo en tiempos de Nehemías. Este fue enviado por Dios para hacer posible que el pueblo reconstruyera el muro alrededor de Jerusalén. El pueblo había caído en el pecado y la decadencia; en realidad, había caído precisamente en los mismos pecados que hicieron que sus padres y sus abuelos fueran llevados cautivos setenta años antes. Necesitaban un avivamiento, necesitaban que la maldición del juicio divino fuera quitada de la vida de ellos. Veamos lo que hizo el pueblo:
“El día veinticuatro del mismo mes se reunieron los hijos de Israel en ayuno, y con cilicio y tierra sobre sí. Y ya se había apanado la descendencia de Israel de todos los extranjeros; y estando en pie, confesaron sus pecados, y las iniquidades de sus padres. Y puestos de pie en su lugar, leyeron el libro de la ley de Jehová su Dios la cuarta parte del día, y la cuarta parte confesaron sus pecados y adoraron a Jehová su Dios.
(Nehemías 9:1-3)
El profeta Daniel comprendió este principio. Él sabía que había llegado el momento de que el remanente regresara a Jerusalén, pero también sabía que primero había que deshacerse de la maldición, y esto sólo vendría a través del arrepentimiento. Tome un minutos, por favor, para leer todo el capítulo 9 de Daniel y para que vea la hermosa oración de arrepentimiento hecha por Daniel. A continuación un par de versículos de esa oración:
“Oh Señor, conforme a todos tus actos de justicia, apártese ahora tu ira y tu furor de sobre tu ciudad Jerusalén, tu santo monte; porque a causa de nuestros pecados, y por la maldad de nuestros padres, Jerusalén y tu pueblo son el oprobio de todos en derredor nuestro. Ahora pues, Dios nuestro, oye la oración de tu siervo, y sus ruegos; y haz que tu rostro resplandezca sobre tu santuario asolado, por amor del Señor. (Daniel 9:16,17)
El capítulo 9 de Esdras presenta también la oración hecha por los hijos de Israel confesando tanto los pecados de sus padres, como sus propios pecados. El estaba bien al tanto del principio de que la gente perece por las iniquidades de sus padres, así como por las suyas propias. En la mente de Esdras, los pecados de los padres y los pecados de los hijos estaban estrechamente ligados. Le sugerimos, una vez más, que dedique algunos minutos para leer todo el capítulo. Le citamos apenas un versículo de la oración:
Desde los días de nuestros padres hasta este día hemos vivido en gran pecado; y por nuestras iniquidades nosotros, nuestros reyes y nuestros sacerdotes hemos sido entregados en manos de los reyes de las tierras, a espada, a cautiverio, a robo, y a vergüenza que cubre nuestro rostro, como hoy día. (Esdras 9:7)
El relato bíblico muestra que Dios siempre honró tales oraciones de arrepentimiento y, por lo tanto, trajo de nuevo avivamiento y prosperidad a la nación de Israel. A través de estas oraciones de arrepentimiento y de confesión de los pecados de los antepasados, las maldiciones fueron quitadas del pueblo y de la tierra.
Lamentablemente, son pocas las personas hoy que tienen información suficiente acerca de sus antepasados para saber cuáles fueron sus pecados. Sin embargo,: su vida está afectada por esos pecados, ya sea que sepan o no cuáles fueron. Los cristianos han perdido hoy este concepto; pero el no confesar y enfrentarse con los pecados de los antepasados se traduce, por lo general, en fracaso cuando tratan de quebrantar las maldiciones heredadas.
Estas maldiciones heredadas pueden afectar a individuos, a familias, a iglesias, a ciudades, a regiones geográficas y a naciones. Queremos darle un ejemplo de una maldición heredada por toda un genealogía, y cómo afectó a una de las personas dentro de esa familia.
Tengo (yo, Rebecca) una amiga con la que he mantenido correspondencia durante cierto tiempo. Ella es una cristiana consagrada, que sirve al Señor de todo corazón. Hace unos dos meses, recibí una carta de Sandy en la que me decía que no sabía lo que estaba pasando con su cuerpo, pero que se encontraba muy enferma. Al leer su carta, sentí pesar en mi corazón ya que los síntomas que me describía coincidían perfectamente con los del cáncer del páncreas.
Entonces la llamé en seguida. Me dijo que había tenido consulta con su médico ese mismo día para conocer el resultado de una tomografía por computadora del abdomen que se le había aplicado. El médico le había dicho que la tomografía mostraba lo que parecía ser un enorme tumor en su páncreas que casi seguro era maligno. Por lo tanto, sería hospitalizada el día siguiente para que le hicieran una biopsia del tumor que determinaría si era en realidad cáncer. Las personas con cáncer en el páncreas tan desarrollado viven sólo de tres a seis meses después de recibir el diagnóstico. Y no se conoce ningún tratamiento eficaz para este problema.
Le pregunté a Sandy si ella tenía la seguridad de que era la voluntad de Dios que siguiera viviendo o que muriera.
— Le he estado haciendo esa misma pregunta al Señor
— me contestó ella —. Pero para ser sincera, sufro tanto dolor y mis emociones están tan en juego, particularmente por la atroz ansiedad y aflicción de mi esposo, que no he podido oír con claridad la respuesta del Señor. Sin embargo, en lo más profundo de mi ser, tengo la sensación de que mi servicio a El todavía no ha concluido.
Mi respuesta a ella fue: — Sandy, el Señor sabe lo que hay en tu corazón — le respondí —. El sabe que tú quieres hacer su voluntad. Esta debe ser tu confianza. De modo que si no tienes una clara respuesta de parte de Dios de que es su voluntad que partas ahora, creo que debes rechazar la muerte con todas tus fuerzas.
— ¿Sabes algo, Rebecca? — respondió Sandy —. Desde hace muchos años he sabido que hay una maldición de cáncer contra mi familia. Hasta donde he podido investigar, todos mis parientes han muerto de cáncer a temprana edad. Por lo general, el cáncer ha sido del hígado o del páncreas. Yo pensaba que había roto la maldición en mi vida, pero parece que no tuve éxito, y no entiendo por qué. Debiera tener el poder de Cristo para quebrantarla.
Le pregunté a Sandy si sabía cuál era el origen de la maldición.
— No, no lo sé — me contestó —. Me he esforzado por averiguarlo, pero no he podido saberlo. Sólo sé que el Señor me mostró que es una maldición y que ella afecta a todo nuestro árbol genealógico.
El Espíritu Santo nos había estado enseñando precisamente a Daniel y a mí la importancia del principio de confesar los pecados de los antepasados, y le hablé sobre esto a Sandy, especialmente acerca del pasaje de Levítico 26. Sentía que debido a que el cáncer era heredado, lo más probable era que Satanás tuviera el derecho legal de maldecir la familia de Sandy por los pecados de sus antepasados.
— ¿Qué pasa, entonces, si uno no está al tanto de todos sus pecados? — me preguntó —. Lo que sí sé es que en mi familia hay una larga historia de fornicación y divorcio. En realidad, yo soy la primera persona que no se ha divorciado, y eso gracias a que acepté a Cristo. Muy pocos en mi familia han sido cristianos.
Entonces le dije a Sandy que debía doblar sus rodillas en oración ante el Señor y confesar todos los pecados de sus antepasados, tanto de aquellos de que estaba al tanto, como de los que ignoraban. Le dije que necesitaba pedirle al Señor que la desligara completamente de todos los pecados de sus antecesores por la preciosa sangre de Jesucristo. Y que luego debía pedir al Señor que quitara la maldición si provenía de El. Sólo entonces estaría preparada para enfrentarse con Satanás, ya que después de confesar los pecados de sus antepasados, Satanás no tendría el derecho legal de continuar el cáncer en su vida o en la vida de sus descendientes. También le dije que debía ordenar que la maldición del cáncer fuera quebrantada en el nombre de Jesucristo.
Además le sugerí que ella y su esposo se reunieran y que la ungiera con aceite, cubriendo con aceite toda la región epigástrica y la parte donde tenía el dolor. Mientras le aplicaban el aceite, ella debía ordenar que todos los demonios que tenían que ver con la maldición desaparecieran de inmediato en el nombre de Jesucristo. También le sugerí que le ordenara de manera definida a cualquier demonio que estuviera atormentando su páncreas o causando el tumor, que huyera en seguida en el nombre de Jesucristo. Y que, por último, debía pedir al Señor que curara todo el daño hecho.
Sandy hizo todo esto esa noche. ¡Cuando fue llevada a cirugía al día siguiente, los médicos no pudieron encontrar ningún rastro del tumor que habían visto en la tomografía! Sí encontraron el páncreas algo agrandado debido a la inflamación, pero todo lo demás estaba bien. ¡Alabado sea el Señor! ¿Cuántos cristianos han dejado de recibir sanidad por no haberse enfrentado con los pecados de sus antepasados?
Si bien los cristianos han perdido el concepto de la herencia, las fuerzas de Satanás no lo han perdido. Satanás está al tanto de los principios de la herencia establecidos por Dios y los utiliza. Este hecho atrajo poderosamente mi atención el año pasado mientras trabajaba en la liberación de una joven mujer (a la que llamaré Ana), que había sido maltratada brutalmente desde sus primeros años de vida hasta que se marchó de su casa a la edad de diecinueve años.
Ana proviene de una de las familias de la realeza europea. Ella me contó que poco antes de la muerte de su madre le fueron entregados varios objetos con la orden de que debía guardarlos con mucho cuidado; y que ella, a su vez, los debía transferir posteriormente a su hija. Su madre le dijo a Ana que moriría si perdía alguno de esos objetos o si permitía que fueran destruidos.
Cuando Ana le preguntó a su madre por qué eran tan importantes las cosas que le habían dado, le dijo que eso aseguraría la continuación del poder de su familia. Este poder provenía de los espíritus malignos presentes en su familia, la cual había adorado y servido a Satanás durante varias generaciones. En realidad, Ana tenía un gran árbol genealógico dibujado en un viejo pergamino que se remontaba al siglo quince. Esta joven mujer fue el primer miembro de la familia que aceptó a Cristo.
Ana trajo consigo los objetos cuando vino a verme, y oró sobre cada uno de ellos, quebrantando las líneas de herencia y cualquier maldición asociada con ellos. Mientras quemábamos cada uno de los objetos, Ana ordenó que todos los demonios que tenían que ver con ellos desaparecieran para siempre de su vida en el nombre de Jesucristo.
El objeto más interesante de todos era el certificado de ciudadanía que recibió el primer antepasado que emigró a los Estados Unidos, y que tenía como fecha el año 1850. La madre de Ana le había recalcado la gran importancia de este documento, para asegurar la permanencia del poder en su línea familiar que vivía ahora en los Estados Unidos. Nos intrigaba por qué era tan importante, y por lo tanto oramos al Señor pidiéndole que nos revelara la razón. El Señor nos la mostró a las dos al mismo tiempo:
¡Ese certificado de ciudadanía era la entrada legal que permitía que todos los demonios que tenían que ver con su genealogía familiar tuvieran entrada franca a los Estados Unidos!
Nunca había pensado en esto antes. Mientras Ana le prendía fuego al certificado de ciudadanía de su antepasado, no sólo ordenó a los demonios que desaparecieran de su vida, sino que también ordenó que todos los demonios que tenían que ver con el árbol genealógico de su familia desaparecieran de los Estados Unidos para siempre. Por último, le pidió al Señor que cerrara el camino para que no pudieran regresar.
¿Cuántas familias han emigrado a los Estados Unidos a lo largo de los años? Cada vez que una persona adquirió heredadas la ciudadanía, se abrió una puerta legal para todos los demonios asociados con su familia. Me pregunto: ¿qué ocurriría si cada cristiano de los Estados Unidos quebrantara la herencia impía y echara fuera del país a los demonios ancestrales de sus familias?


Votos a Satanás quebrantados
¡Satanás quiere a nuestros hijos! Todo padre o abuelo que sirve a Satanás o a una divinidad maligna de cualquier clase, ha dedicado sus hijos y demás descendientes al servicio de Satanás. La dedicación de bebés es algo que se hace en todas las iglesias, ya sean cristianas o no.
¿Fue usted dedicado bautizado en una iglesia que no es cristiana? Si es así, usted ha sido dedicado al servicio de Satanás. ¿Tiene algún antepasado que sirvió a Satanás o a alguna divinidad maligna, o padres que fueron miembros de una organización satánica, tal como los Masones o los Shriners? Entonces, puede tener la seguridad de que fue dedicado a Satanás o a una de las deidades malignas, que es lo mismo que haber sido dedicado a Satanás.
Cuando un niño, o algún miembro de lo prole aún no nacido, se dedica al servicio de Satanás, se asigna a los espíritus malignos la tarea de asegurar que ese niño permanezca al servicio de Satanás durante toda su vida. Es posible que tal dedicación no se exprese con palabras específicas, pero este hecho es inherente a tales ritos. Por ejemplo, a los niños dedicados en la iglesia mormona se les dota del poder espiritual de los profetas para asegurarse de que permanezcan como buenos mormones toda su vida. Los juramentos hechos por miembros de las diversas logias contienen la promesa de que dedicarán sus hijos y demás descendientes al servicio de la logia, que es lo mismo que dedicarlos a las deidades satánicas de la logia o a Satanás. Todos los hijos de los indios norteamericanos son dedicados a sus dioses, y lo mismo ocurre entre las tribus africanas y otras en otras partes del mundo.
¿Tiene usted algún antepasado que ha participado en estas cosas? Si es así, su vida fue dedicada al servicio de Satanás o de alguna organización, logia o divinidad maligna que ellos sirvieron.
Una vez que una persona dedicada así acepta a JesuCristo como su Señor y Salvador, le pone fin en realidad a esa dedicación. Para los espíritus malignos asignados a asegurar el cumplimiento de la dedicación a Satanás, tal persona se convierte en traidora y al instante estos demonios ponen en actividad una maldición de destrucción en la vida de ella, O sea, la filosofía demoníaca es más o menos así: si una persona no persevera en su dedicación, los demonios tratarán de destruirla.
Hemos asesorado a muchos que les iban muy bien hasta que aceptaron a Jesucristo. ¡Pero cuando experimentaron el nuevo nacimiento, prácticamente todo lo malo que les podía pasar les pasó! Son personas que se sienten confundidas y que se preguntan por qué les ocurren tales cosas. La mayoría de las veces lo que se les dice es que no se trata sino de la persecución normal que experimentan los que están al servicio de Cristo, y nos apresuramos demasiado en aceptarlo. Es cierto que alguna persecución es inevitable, pero con frecuencia los problemas se deben a una maldición de destrucción que puede ser rota.
¿Cree usted que fue dedicado a Satanás? Le indicamos a continuación cómo debe enfrentar tanto la dedicación como la maldición de destrucción:

• Primer paso: Confiese los pecados de sus antepasados, y pida al Señor que lo perdone y lo limpie. Pídale que lo aparte completamente de las iniquidades de sus antepasados.

Segundo paso: Renuncie formalmente a toda dedicación colocada sobre su vida al servicio de Satanás o de alguno de sus demonios. Proclame que usted es ahora un creyente al servicio de Jesucristo.

• Tercer paso: Ordene a todos los espíritus malignos presentes en su vida como resultado de esta dedicación, que huyan de inmediato en el nombre de Jesucristo.

• Cuarto paso: En el nombre de Jesucristo, ejerza autoridad sobre la maldición de destrucción que se puso en marcha como resultado de su voto quebrantado, y ordénele que sea deshecha inmediatamente.

• Quinto paso: Ordene a todos los espíritus malignos que tienen que ver con la maldición de destrucción, que huyan en seguida de su vida en el nombre de Jesucristo.

Hace poco examinamos con cuidado esta enseñanza con un pequeño grupo de cristianos en posición de liderazgo. Reconocieron que tales dedicaciones se habían hecho en la vida de ellos. Después del estudio, cada uno tomó la decisión de encarar la dedicación inmediatamente. Queremos hacer énfasis en que se trataban de creyentes sólidos, inteligentes y dedicados al Señor. ¡Todos quedamos asombrados por lo que pasó después!
Al comenzar a confesar los pecados de sus antepasados y a renunciar de manera específica a las dedicaciones colocadas sobre la vida de ellos, se dieron cuenta de inmediato de que no podían hacerlo. Estaban desconcertados. La mente se les ofuscaba cada vez que comenzaban a hablar Algunos de ellos notaron que la lengua se les trababa tanto que tartamudeaban y no ponían articular la más mínima palabra. Y ninguno de ellos podía recordar ni una sola frase renunciando a su dedicación en el nombre de Jesucristo, a pesar de que apenas unos minutos antes, durante la consideración del asunto, podían memorizar con toda facilidad párrafos completos! Sin duda alguna, los espíritus malignos estaban luchando tenazmente para que las dedicaciones y las maldiciones no fueran quebrantadas El campo de batalla estaba en la mente de ellos (2 Corintios 10:3-5).
Todos estos líderes cristianos libraron una lucha intensa; tenían que ordenar a los demonios que fueran atados en el nombre de Jesucristo. De modo que, paso a paso, tuvimos que repetir despacio las palabras que tenían que pronunciar para romper la dedicación y la maldición; Los hicimos repetir cada palabra hasta que fueron capaces de hacerlo ellos mismos con toda libertad y sin dificultad. Cuando pudieron hacerlo, supimos que los demonios habían sido expulsados. Aun después de haber ordenado que fueran atados los demonios que estaban ocasionando el impedimento, los líderes tuvieron que orar concentrarse e indisponerse contra los espíritus. Esto fue una experiencia asombrosa para todos ellos. No tenían idea de la fortaleza de los poderes demoníacos que estaban actuando en la vida de ellos. ¡Pero alabado sea el Señor, todos fueron liberados gracias al poder de Jesucristo!
La aceptación atávica de las maldiciones sobre los descendientes:
Hay casos en los que las personas aceptan literalmente una maldición sobre su propia vida y sobre la vida de sus descendientes. El mejor ejemplo de se encuentra en el Evangelio según San Mateo:

“Viendo Pilatos que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros. Respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos. Mateo 27:24,25

Creemos que esta maldición la mandó Dios. Los judíos que estaban ese día frente a Pilatos la aceptaron con todo gusto, no sólo sobre ellos mismos, sino además sobre sus hijos y demás descendientes. Desde aquel trágico momento hasta el día de hoy, el pueblo judío ha sufrido de forma indecible como resultado de esta maldición. Toda persona de ascendencia judía que acepte a Jesucristo necesita arrepentirse del pecado que cometieron sus antepasados aquel terrible día de la crucifixión de Cristo. Necesita también pedir con toda humildad a Dios que le quite esta maldición ancestral de sí mismo y de su familia.
Las consecuencias de esta maldición específica han afectado también a otras personas, no sólo a los judíos. Las secuelas han dañado a todo el mundo. ¿Por qué lo decimos? ¡Porque toda persona responsable de acarrear persecución contra los hijos de Israel y de ocasionarles sufrimientos en cumplimiento de esta maldición, recibe también la maldición de Dios!
Le preguntamos a todo hombre, mujer o niño que lee este libro: ¿Hay alguien en su genealogía familiar relacionado con la persecución del pueblo judío? ¿Son culpables usted o algún pariente suyo de haberse desentendido de la persecución hecha por otros contra ellos? ¡Si es así, entonces usted está bajo una maldición de Dios! Necesita arrepentirse y pedirle a Dios que le quite la maldición.
Pero Jehová había dicho a Abran: . . . Y haré de ti una nación grande, y te bendecirá, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendecirá a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldecirá; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra. (Génesis 12:1-3)

Perpetuando los pecados de los antepasados
Los pecados de los antepasados afectan sin duda alguna no sólo la vida de las personas o de las familias, sino que también pueden tener una grave influencia sobre naciones enteras. Veamos de nuevo lo que dice la Biblia en Deuteronomio y Levítico:

[Moisés le dijo a los hijos de Israel] A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia. (Deuteronomio 30:19)
Y los que queden de vosotros decaerán en las tierras de vuestros enemigos por su iniquidad; y por la iniquidad de sus padres decaerán con ellos. Y confesarán su iniquidad, y la iniquidad de sus padres, por su prevaricación con que prevaricaron contra mí; y también porque anduvieron conmigo en oposición, yo también habré andado en contra de ellos, y los habré hecho entrar en la tierra de sus enemigos; y entonces se humillará su corazón incircunciso, y reconocerán su pecado. Entonces yo me acordaré de mi pacto con Jacob, y asimismo de mi pacto con Isaac, y también de mi pacto con Abraham me acordará, y haré memoria de la tierra. (Levítico 26:39-42)
¿Se ha detenido alguna vez a pensar por qué los padres alcohólicos tienen hijos alcohólicos? No es sólo por los patrones de conducta aprendidos, sino también por los pecados heredados. A menos que los hijos admitan los pecados de sus padres y se arrepientan de ellos, terminarán cometiendo los mismos pecados y perpetuando la maldición impuesta por Dios.
En muchas familias abundan los divorcios. Creo que esta puede ser una maldición transmitida de generación en generación. Estudios seculares han revelado que cualquier persona que proviene de una familia donde se haya producido un divorcio, tiene un cincuenta por ciento más de probabilidad de terminar divorciándose, perpetuando así la maldición y los pecados de sus antecesores.

Necesita orar y pedir al Espíritu Santo que escudriñe su vida y la vida de los miembros de su familia. Pídale que le revele los pecados que necesita confesar y expulsar de su vida, para que pueda quebrantar las maldiciones vinculadas con ellos.

2 comentarios:

  1. Por favor puede decirme el título del libro al que se refiere,de dónde entiendo viene éste artículo, por favor, por favor.

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  2. Por favor me puede decir el título del libro, del cual entiendo proviene éste artículo, por favor, por favor.

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