Hay veces que nos vemos en situaciones que escapan a
nuestro control, y que se convierten en maldiciones para nuestra vida. Esto
puede ocurrir con mucha facilidad cuando viajamos. No obstante, muchas veces
los cristianos violan ciertas advertencias bíblicas que especifican cómo deben
actuar en las diversas circunstancias. Los creyentes pueden recibir maldiciones
en su vida si desechan o transgreden los límites establecidos por Dios. En este
capítulo consideraremos algunas de estas clases de maldiciones.
Por burlarse de Satanás
Es
fácil que los cristianos desarrollen una actitud de arrogancia y piensen que
nada puede tocarlos o causarles daño. Esto es muy común entre los creyentes.
Nos sentamos presuntuosamente en los seguros bancos de nuestra iglesia y le
hacemos muecas a Satanás, creyendo que por haber nacido de nuevo no puede
tocarnos. Esta actitud, sin embargo, carece de apoyo bíblico y da pie para que
el enemigo nos ataque. “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el
diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual
resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van
cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo”. (1 Pedro 5:8,9)
2 Pedro 2:10
No
obstante, de la misma manera también estos soñadores mancillan la carne,
rechazan la autoridad y blasfeman de las potestades superiores. “ Pero cuando
el arcángel Miguel contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de
Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo:
El Señor te reprenda. Pero éstos blasfeman de cuantas cosas no conocen; y en
las que por naturaleza conocen, se corrompen como animales irracionales. (Judas 8-10)
¡Tenemos
un enemigo temible! Las anteriores son apenas un par de los muchos pasajes
bíblicos que nos aconsejan respetar y comprender el poder de nuestro enemigo,
ya que desde el mismo momento que lo tratamos con frivolidad nos volvemos
vulnerables y somos atacados, quedando expuestos a las maldiciones de Satanás y
sus servidores. No podemos enfrentar a Satanás confiando en nuestras propias
fuerzas. Sólo el poder de Jesucristo nos capacita para enfrentarnos al diablo.
¡Nos conviene recordar esto!
Ya hemos considerado en este libro las muchas
maldiciones que les pueden sobrevenir a los cristianos si se introducen a la
ligera en territorio de Satanás o si intentan entablar una batalla con él sin
haber recibido antes de nuestro Capitán, Jesucristo, la orden de enfrentarlo.
Hacemos estas cosas porque no somos sobrios ni vigilantes, y porque tampoco
reconocemos el poder de nuestro enemigo (1 Pedro 5:8,9). Queremos darle un ejemplo
más de cómo nuestra despreocupación hacia nuestro enemigo puede llevarnos a ser
negligentes y a convertirnos en víctimas de una maldición.
Yo
(Daniel) me encontraba visitando la nueva Cabaña Skamania, en las afueras de
Stevenson, estado de Washington. Rebeca y yo fuimos allí con un buen amigo
nuestro que trabajaba en ese lugar Toda esa región está bajo el gobierno de una
poderosa divinidad india llamada Tsagalala o “La que vigila”. El rostro de
Tsagalala está en todas partes, y la tienda de regalos de esta cabaña no era la
excepción. Su cara estaba en las toallas de secar platos, en las agarraderas de
cocina, en las camisetas, en los artículos de madera tallada y hasta en los
objetos imantados para colocar sobre la nevera. Al pasar frente a la exhibición
de los imanes, me acerqué y toqué uno de ellos que tenía la imagen del rostro
de Tsagalala. Al hacerlo, dije con sarcasmo: “¿Lo ven? ¡No es tan grandiosa
como piensa!”
Seguimos
recorriendo la cabaña sin acordarnos más del comentario que había hecho. Dos
horas después de nuestra visita a la cabaña, me sentí muy enfermo. Tenía un
fuerte dolor de estómago y comencé a vomitar; seguí vomitando durante varias
horas. Rebecca y Bill (nuestro amigo y pastor) me ungieron con aceite y oraron por
mí una y otra vez. Ellos estaban firmemente convencidos de que la causa de mi
enfermedad era algún tipo de maldición, pero no podíamos de ninguna manera
quebrantarla ni tampoco evitar que los demonios me afligieran. Rebecca estaba
sumamente preocupada porque me estaba deshidratando; quiso llevarme al
hospital, pero me opuse ya que teníamos que tomar un tren en pocas horas y
estaba decidido a no perderlo.
Vomité
sin parar hasta que tomamos el tren. Mientras partíamos de la estación y nos
alejábamos del lugar, el Espíritu Santo me habló y me mostró que yo le había
dado a Tsagalala, por mi sarcasmo y falta de respeto, el derecho legal de
maldecirme. Había violado lo que dice la Biblia en Judas y en la primera carta de Pedro.
Cuando reconocí el pecado de burlarme de Tsagalala y le pedí perdón al Señor,
pude ordenar que la maldición de Tsagalala fuera quebrantada en el nombre de
Jesucristo. Después, ordené que todos los demonios que tenían que ver con la
maldición que me estaba atormentando, huyeran en el acto en el nombre de
Jesucristo. En seguida dejé de vomitar. Estaba debilitado y deshidratado, pero
me recuperé rápidamente tan pronto como la maldición fue quebrantada.
Por participar de comida sacrificada a
los ídolos
El participar de comida] ofrecida a los ídolos
no es una cuestión que muchos de nosotros en los Estados Unidos tenemos que
enfrentar pero sí es un asunto muy serio para los cristianos de otros países,
en especial de las naciones asiáticas. Al considerar esto, debemos primero
referirnos a ciertos pasajes bíblicos que confunden a muchos cristianos. En el
libro de Apocalipsis, Jesús dijo lo siguiente al dirigirse a ciertas iglesias:
[A la
iglesia de Pérgamo] Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a los
que retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante
los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer
fornicación . . Arrepiéntete (Apocalipsis
2:14,16)
[A la
iglesia de Tiatira] Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que toleras que esa
mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar
y a comer cosas sacrificadas a los ídolos. (Apocalipsis
2:20)
¿Por
qué el propio Jesús amonestó con tanta severidad a estos cristianos por comer
cosas sacrificadas a los ídolos? En un incomprensible contraste, el apóstol
Pablo escribió:
De
todo lo que se vende en la carnicería, comed, sin preguntar nada por motivos de
conciencia; porque del Señor es la tierra y su plenitud. Si algún incrédulo os
invita, y queréis ir, de todo lo que se os ponga delante comed, sin preguntar
nada por motivos de conciencia. Mas si alguien os dijere: Esto fue sacrificado
a los ídolos; no lo comáis, por causa de aquel que lo declaró, y por motivos de
conciencia; porque del Señor es la tierra y su plenitud. La conciencia, digo,
no la tuya, sino la del otro. Pues ¿por qué se ha de juzgar mi libertad por la
conciencia de otro? Y si yo con agradecimiento participo, ¿por qué he de ser
censurado por aquello de que doy gracias? Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis
otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios. No seáis tropiezo ni a judíos,
ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios.
(1 Corintios 10:25-32)
¿Cómo
reconciliar las aparentes discrepancias entre estos pasajes? Debemos también
ver lo que el apóstol Pablo escribió a Timoteo en cuanto al tema:
Pero
el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de
la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios; por la
hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia, prohibirán
casarse, y mandarán abstenerse de alimentos que Dios creó para que con acción
de gracias participasen de ellos los creyentes y los que han conocido la
verdad. Porque todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse, si se toma
con acción de gracias; porque por la palabra de Dios y por la oración es
santificado.
(1 Timoteo 4:1-5)
Vistos superficialmente, estos pasajes
parecen contradecirse entre sí. Pero no es cierto. Dios no miente ni se
contradice a sí mismo. (Véanse Números 23:19; Salmo 89:34).
Debemos ir al Antiguo Testamento para tener una clara comprensión del propósito
divino:
Guárdate
de hacer alianza con los moradores de la tierra donde has de entrar, para que
no sean tropezadero en medio de ti. Derribaréis sus altares, y quebraréis sus
estatuas, y cortaréis sus imágenes de Asera. Porque no te has de inclinar a
ningún otro dios, pues Jehová, cuyo nombre es Celoso, Dios celoso es. Por
tanto, no harás alianza con los moradores de aquella tierra; porque fornicarán
en pos de sus dioses, y ofrecerán sacrificios a sus dioses, y te invitarán, y
comerás de sus sacrificios.
(Éxodo 34:12-15)
Hay dos maneras diferentes de comer alimentos
sacrificados a los ídolos. Una de ellas es participar de hecho en el rito del
sacrificio, en el que la persona que come está dando honra y adoración al dios.
La otra manera es comer alimentos que una porción fue antes sacrificada a un
ídolo, pero el comerlos está separado del sacrificio y no forma parte de la
adoración o de la honra al dios. En los tiempos de Pablo, la mayor parte de la
carne que se vendía en los mercados provenía de animales que se sacrificaban a
diversos ídolos, pero sólo una parte de la carne del animal era ofrendada al
dios. El resto era vendido en el mercado. De manera que la gente que compraba y
comía esta carne no estaba participando de ninguna manera en el rito del
sacrificio.
No obstante, el problema se hacía más
complejo en el caso de que un huésped comiera en la casa de alguien. En muchas
religiones, la primera porción de la comida de cada día, y a veces de todas las
comidas, era colocada delante del dios particular de cada persona como una
forma de sacrificio a ese dios. En sus escritos, el apóstol Pablo muestra que él hace una clara
distinción de que no está participando de ese sacrificio cuando entra a, un
hogar así. Lo cree porque primero da gracias por la comida y porque reconoce
que la comida y todo lo que hay en la tierra proviene de Dios, el único Creador
y Dios verdadero. Por esto es que escribe en Primera a Timoteo que todo
alimento es santificado por la acción de gracias y por la Palabra de
Dios.
Cuando Jesús censuró a los cristianos que
participaban de la comida sacrificada a los ídolos, se estaba refiriendo a su
pecado de condescendencia, como dice el pasaje antes citado de Éxodo 34. En este caso, Dios estaba
advirtiendo a los hijos de Israel que no debían participar de ninguna manera,
en los ritos de sacrificio que daban honra y adoración a las deidades malignas.
Dios les advirtió que tal acción los iba a atrapar en verdaderos pactos, tanto
con los paganos que estaban practicando tales ritos, como con sus deidades
demoníacas. Hoy día, esta actividad sigue trayendo maldición a la vida de los
participantes.
Son muchos los cristianos que creen que
pueden ser condescendientes. Piensan que pueden servir a Jesús y al mismo
tiempo participar de los ritos paganos. ¡Eso no es posible! Estas personas
temen hacer una clara declaración de su adoración y fidelidad a Cristo, porque
están tratando de evitar la inevitable persecución y rechazo que tal
declaración produce.
Este es un problema importante en muchas partes, como ocurre en Asia y
Africa. A menos que reciban una enseñanza clara, las personas que vienen a
Cristo en estos continentes tratarán de vivir como cristianos y al mismo tiempo
de mantener felices a sus parientes y sus tribus. En estos lugares siguen
llevando puestos los amuletos y tomando las diversas pociones preparadas por
los curanderos de la tribu. Estos creyentes participan en sus casas de comidas
que se han sacrificado a las deidades demoníacas de la familia, sin hacer una
clara distinción de que no están participando en el sacrificio. El resultado es
que, al condescender de tal manera, se colocan bajo una maldición.
Por odiar, envidiar y denigrar
Las maldiciones pueden ser lanzadas con sólo pronunciarlas. Cuando esto
se hace intencionalmente, por lo general lo hace alguien que está relacionado
con el ocultismo. Sin embargo, cuando los cristianos caen en pecado, muchas
veces lanzan maldiciones sin darse cuenta de lo que están haciendo.
Más yo os digo que de toda
palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del
juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás
condenado. (Mateo 12:36,37)
Todo aquel que aborrece a su
hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente
en él. (1 Juan 3:15)
Ponme como un sello sobre tu
corazón, como una marca sobre tu brazo; porque fuerte es como la muerte el
amor; duros como el Seol los celos; sus brasas, brasas de fuego, fuerte llama. (Cantar de los Cantares 8:6)
Y la lengua es un fuego, un
mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina
todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada
por el infierno. Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes,
y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana; pero
ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado,
llena de veneno mortal. Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella
maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma
boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así.
(Santiago 3:6-10)
En el primer pasaje, vemos que Dios nos hace responsables directos de
cada palabra que pronunciamos. ¡Nuestras palabras son importantes! En el
siguiente pasaje, vemos que si odiamos a alguien, somos como homicidas ante los
ojos de Dios. Nuestro odio
literalmente permite a los demonios afligir a la persona que odiamos. Así,
nuestro odio se convierte en una maldición. He visto a personas que han sido
afligidas con toda suerte de desastres y enfermedades físicas por el odio
intenso de los demás contra ellas. En estos casos, con frecuencia, el secreto
de la victoria está en que la persona que es odiada simplemente perdone a la
que la odia y luego ordene que sean quebrantadas todas las maldiciones enviadas
por ese odio.
Y que, por último, pida al Señor su protección
especial contra cualquier odio en el futuro.
En Cantar de los Cantares de Salomón, vemos
que los celos son tan destructivos como el odio. Los celos en realidad llevan
al odio. Así, el impetuoso fuego de los celos puede en realidad llevar a
maldecir la vida de la persona que es objeto de los celos. Por esta razón la Biblia habla con tanta
firmeza de que debemos perdonar a nuestro prójimo. Si permitimos el odio y los
celos en nuestro corazón, entonces no tenemos el fruto de la vida eterna en
nosotros. Además, seremos con toda probabilidad culpables de infligir una
maldición a la persona que odiamos.
Usted tiene además que estar consciente de
que si deja que los celos, el rencor o el odio aniden en su corazón, quedará
bajo una maldición de destrucción de parte de Dios. Debemos estar dispuestos a
arrepentimos de tales pecados y perdonar a los que nos han causado algún daño.
El pasaje bíblico citado de Santiago hace
énfasis en cuánto mal puede lanzarse a través de las palabras dichas. Por
ejemplo, si alguien le dice: “Quisiera verte muerto!”, usted en seguida debe
romper esa maldición en el nombre de Jesucristo, ya que esas palabras le dan
puerta franca a los demonios para que coloquen una maldición en la persona que
la recibe, con el propósito de producir la muerte literal de la persona. Por lo
tanto, tengamos mucho cuidado de no decir cosas negativas o hirientes.
Asimismo, apresurémonos a romper la maldición de cualquier palabra dicha contra
nosotros. No la aceptemos.
Seguid la paz con todos, y la santidad, sin
la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la
gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella
muchos sean contaminados.
La
amargura trae contaminación a nuestra vida. Nos expone a los ataques de
Satanás, y también atrae los ataques de Satanás contra los personas que nos
rodean.
La amargura en la vida de una persona puede ser la responsable de la
destrucción de iglesias y de muchas personas que la rodean. La amargura trae
una maldición, no sólo a la persona misma, sino también a las que son objeto de
su amargura.
Andemos, entonces, con mucha humildad delante
de nuestro Señor, con mansedumbre y discernimiento, teniendo mucho cuidado con
las cosas que decimos. Recordemos que todos tendremos que comparecer ante el
tribunal de Cristo para dar cuenta de toda palabra que hayamos dicho.
Por circunstancias que escapan a nuestro
control
Los que viajamos o nos vemos en situaciones
de trabajo donde no podemos controlar el medio que nos rodea, tenemos que estar
prevenidos de manera especial contra las maldiciones que pueden ser colocadas
sobre nosotros a través de circunstancias que escapan a nuestro control. Yo (Rebecca) aprendí hace poco
tiempo esta lección durante un viaje que hicimos a Cóte D’Ivoire (Costa de
Marfil), en África. Los cristianos que nos invitaron hicieron arreglos para que
estuviéramos alojados en un hermoso hotel de la playa. Viajamos treinta y seis
horas hasta Abidján, la capital, y estábamos tan cansados por el viaje que,
cuando llegamos, apenas tuvimos fuerzas para llegar tambaleándonos hasta
nuestra habitación del hotel, y caímos en la cama muertos de sueño.
En la
mañana siguiente, mientras yo tomaba una ducha, Daniel estaba acostado sobre la
cama, medio dormido, y pensaba que yo estaba sentada en el extremo de la cama.
Abrió los ojos para decirme algo, pero yo no estaba allí. Él pensó que aquello
era producto de su imaginación
Hebreos 12:14,15 debido a la fatiga. Teníamos que vestimos y
salir pronto de la habitación ya que tendríamos un día lleno de actividades.
Esa noche,
cuando regresamos a nuestra habitación, comenzamos a observar con detenimiento
lo que nos rodeaba. Había un enorme tapiz tejido, con figuras de mujeres
africanas, colgado en la pared sobre nuestra cama. Rápidamente nos dimos cuenta
de que las figuras eran representaciones de divinidades demoníacas. Había
también un cuadro en la pared del frente, que representaba a una tribu africana
realizando una ceremonia ritual. Ambos, el tapiz y el cuadro, eran terreno
legal para los demonios. De inmediato, me dirigí a nuestro equipaje para buscar
el pequeño frasco de aceite que normalmente llevamos cuando viajamos. Pero por
alguna razón, por la prisa del viaje, había olvidado traerlo en el equipaje.
Por lo tanto, no podíamos ungir la habitación. Lo que hicimos fue orar y
ordenar a los demonios que fueran atados por esa noche en el nombre de
Jesucristo.
Un rato
después, mientras estábamos en la cama estudiando el material del día
siguiente, sentí que algo se sentó cerca de mis pies, pero no era algo que
podía ver. Le dije a Daniel lo que había sentido, y recordó lo sucedido
temprano esa mañana. No teníamos ninguna duda de que el intruso era un espíritu
maligno. Por lo tanto, lo reprendí en seguida en el nombre de Jesucristo y le
ordené que huyera, ¡ya que de ninguna manera iba a permitir que hubiera un
demonio sentado en el extremo de nuestra cama! Pero no se marchó porque tenía
el derecho legal de estar en esa habitación.
Esa noche
fue terrible. Los demonios nos perturbaron y nos mantuvieron despiertos durante
toda la noche. El Señor no permitió, en su misericordia, que nos hicieran daño,
pero sí nos molestaron y nos impidieron dormir bien. Al siguiente día lo
primero que hicimos fue pedir al pastor que era nuestro anfitrión, que nos
consiguiera un poco de aceite. Luego ungimos la habitación, en particular el
tapiz y la pintura, y ordenamos a los demonios asociados con ellos que fueran
atados. Obviamente, no podíamos sacar el tapiz y la pintura de la habitación ni
tampoco destruirlos. Lo más que podíamos hacer era ungirlos, pedir al Señor que
los neutralizara, y ordenar que los demonios fueran atados. Eso resolvió el
problema; así pensábamos nosotros.
Durante
nuestra permanencia en el país, me sobrevino un problema físico. Sabía que estaba
bajo un fuerte ataque demoníaco, pero no podía obtener la victoria. Por lo
tanto, comencé a orar y a pedir al Señor que me mostrara la razón por la que no
podía resolver la situación.
Más tarde,
esa misma semana, la administradora del hotel realizó una breve visita a
nuestra habitación. Le había hablado del tapiz y ella estaba interesada en
verlo. Tan pronto como lo vio, dijo: “Ah, ese es el dios Poro. El es un dios
poderoso de las tribus del norte de Cóte D’Ivoire.”
Entonces
le pedí que me hablara de él. Ella no sabía mucho, excepto que era muy conocido
por el odio que le tenía a las mujeres. En realidad, odiaba tanto a las mujeres
que si alguna se atrevía a mirarlo, o a mirar una representación de él, en
seguida recibía una maldición de muerte. Por eso no hay imágenes de Poro en las
tribus del norte, ya que las mujeres que las ven, mueren. ¡Qué interesante que
su imagen sea empleada como pieza decorativa en la parte sur del país y
colocada a la vista de todos en las habitaciones de los hoteles!
Cuando
miré por primera vez el tapiz, supe de inmediato que las figuras tejidas en él
eran de deidades malignas, ¡pero jamás se me ocurrió que recibiría una
maldición por el solo hecho de mirarlas! Gracias a la dirección del Señor, esta
hermana vino a nuestra habitación para hablarnos de Poro. La maldición de este
dios era la causa de todos mis problemas físicos. Cuando salí de esa habitación por última
vez, de inmediato ejercí autoridad sobre la maldición de muerte de Poro y
ordené que fuera quebrantada en el nombre de Jesucristo. Luego ordené a todos
los espíritus inmundos asociados con esa maldición que huyeran de mí para
siempre en el nombre de Jesucristo. Al instante comencé a sentirme mejor y
estaba bien cuando llegamos a nuestra casa.
Jamás
habría pensado que fuera posible que una maldición pudiera producirse por solo
mirar la imagen de una divinidad demoníaca. Por lo tanto, de ahora en adelante
cuando viaje, tendré mucho cuidado de observar en seguida todo lo que me rodea
para detectar la presencia de figuras de demonios. Y también recordaré romper
cualquier maldición que se hubiera podido colocar sobre nuestra vida por las
representaciones de los demonios o por poner nuestra mirada en ellos.
Los cristianos, en especial si viajamos,
debemos estar siempre alertas, ya que las religiones del mundo son todas
demoníacas. Tenemos poder sobre esos demonios en el nombre de Jesucristo, pero
debemos estar alertas en cuanto a la presencia de ellos y a sus tácticas para
que podamos vivir de forma victoriosa. Obviamente, como me ocurrió en África,
esos demonios no tenían el derecho legal de maldecirme o afligirme, pero de
todas maneras trataron de hacerlo. Es sencillo romper estas maldiciones, pero
tenemos que hacerlo.
Cuando enseñábamos este principio de
quebrantar maldiciones durante un seminario hace poco tiempo, algunos de los
asistentes presentaron otra situación interesante en la que el origen de las
maldiciones destructivas sobre las personas estaba totalmente fuera del control
de ellas. Los que hablaron eran cristianos veteranos de Vietnam que habían
combatido en la guerra. Ellos nos informaron que las estadísticas señalaban que
desde que finalizó la guerra de Vietnam, era mayor el número de ex combatientes
que se habían suicidado, que todos los soldados muertos en la acción. La guerra
de Vietnam fue peculiar en el sentido de que casi todos los que combatieron en
ella regresaron a sus hogares con una fuerte tendencia a destruirse a ellos
mismos. ¿Por qué razón?
Estos cristianos ex combatientes me dijeron
que cuando todo avión llegaba a las pistas de aterrizaje trayendo a más
soldados a la guerra, grupos de monjes budistas se paraban al final de la pista
y realizaban exorcismos para colocar maldiciones de destrucción sobre cada
soldado que llegaba. Desde que tuvimos esa reunión, he hablado con otros ex
combatientes de Vietnam y todos recuerdan haber visto a los monjes. Las
horrorosas estadísticas de muerte confirman el poder de tales maldiciones.
¿Es usted un ex combatiente de Vietnam? Si lo
es, entonces necesita que todas las maldiciones de destrucción sobre su vida
que colocaron esos monjes sean quebrantadas. Tiene que hacer valer su autoridad
en Cristo y ordenar que todos los demonios que tienen que ver con las
maldiciones huyan de su vida para siempre, en el nombre de Jesucristo. También
diga a sus amigos ex combatientes que necesitan hacer lo mismo.
Por incumplir las promesas hechas a Dios
Los cristianos tomamos con mucha ligereza el
asunto de hacer votos a Dios. Pero a los ojos del Señor, un voto es algo muy
serio. Veamos lo que dice el siguiente pasaje:
“No te
des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de
Dios; porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra; por tanto, sean pocas
tus palabras. Porque de la mucha ocupación viene el sueño, y de la multitud de
las palabras la voz del necio. Cuando a Dios haces promesa, no tardes en
cumplirla; porque él no se complace en los insensatos. Cumple lo que prometes. Mejor es que
no prometas, y no que prometas y no cumplas. (Eclesiastés 5:2-5)
¿Ha hecho un voto a Dios y no lo ha cumplido?
Esto es, con frecuencia, fuente de grandes dificultades en la vida de un
cristiano. Usted no puede progresar en su andar con el Señor si no ha cumplido
con los votos hechos a Dios. Los votos quebrantados le dan a Satanás el derecho
legal de atacar su vida.
Son muchas las personas que prometen a Dios
servirlo por el resto de la ‘Vida si Él los sana. Pero después, cuando están
bien, se olvidan de Dios. Este pecado pone a la persona bajo una maldición del
Señor.
Pida al Espíritu Santo que escudriñe su vida
y le muestre si hay votos que no ha pagado a Dios. ¡Y después dese prisa en
cumplirlos!
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