jueves, 5 de diciembre de 2013

LAS MALDICIONES CIRCUNSTANCIALES


Hay veces que nos vemos en situaciones que escapan a nuestro control, y que se convierten en maldiciones para nuestra vida. Esto puede ocurrir con mucha facilidad cuando viajamos. No obstante, muchas veces los cristianos violan ciertas advertencias bíblicas que especifican cómo deben actuar en las diversas circunstancias. Los creyentes pueden recibir maldiciones en su vida si desechan o transgreden los límites establecidos por Dios. En este capítulo consideraremos algunas de estas clases de maldiciones.

Por burlarse de Satanás
Es fácil que los cristianos desarrollen una actitud de arrogancia y piensen que nada puede tocarlos o causarles daño. Esto es muy común entre los creyentes. Nos sentamos presuntuosamente en los seguros bancos de nuestra iglesia y le hacemos muecas a Satanás, creyendo que por haber nacido de nuevo no puede tocarnos. Esta actitud, sin embargo, carece de apoyo bíblico y da pie para que el enemigo nos ataque. “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo”. (1 Pedro 5:8,9)
2 Pedro 2:10
No obstante, de la misma manera también estos soñadores mancillan la carne, rechazan la autoridad y blasfeman de las potestades superiores. “ Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda. Pero éstos blasfeman de cuantas cosas no conocen; y en las que por naturaleza conocen, se corrompen como animales irracionales. (Judas 8-10)
¡Tenemos un enemigo temible! Las anteriores son apenas un par de los muchos pasajes bíblicos que nos aconsejan respetar y comprender el poder de nuestro enemigo, ya que desde el mismo momento que lo tratamos con frivolidad nos volvemos vulnerables y somos atacados, quedando expuestos a las maldiciones de Satanás y sus servidores. No podemos enfrentar a Satanás confiando en nuestras propias fuerzas. Sólo el poder de Jesucristo nos capacita para enfrentarnos al diablo. ¡Nos conviene recordar esto!
Ya hemos considerado en este libro las muchas maldiciones que les pueden sobrevenir a los cristianos si se introducen a la ligera en territorio de Satanás o si intentan entablar una batalla con él sin haber recibido antes de nuestro Capitán, Jesucristo, la orden de enfrentarlo. Hacemos estas cosas porque no somos sobrios ni vigilantes, y porque tampoco reconocemos el poder de nuestro enemigo (1 Pedro 5:8,9). Queremos darle un ejemplo más de cómo nuestra despreocupación hacia nuestro enemigo puede llevarnos a ser negligentes y a convertirnos en víctimas de una maldición.
Yo (Daniel) me encontraba visitando la nueva Cabaña Skamania, en las afueras de Stevenson, estado de Washington. Rebeca y yo fuimos allí con un buen amigo nuestro que trabajaba en ese lugar Toda esa región está bajo el gobierno de una poderosa divinidad india llamada Tsagalala o “La que vigila”. El rostro de Tsagalala está en todas partes, y la tienda de regalos de esta cabaña no era la excepción. Su cara estaba en las toallas de secar platos, en las agarraderas de cocina, en las camisetas, en los artículos de madera tallada y hasta en los objetos imantados para colocar sobre la nevera. Al pasar frente a la exhibición de los imanes, me acerqué y toqué uno de ellos que tenía la imagen del rostro de Tsagalala. Al hacerlo, dije con sarcasmo: “¿Lo ven? ¡No es tan grandiosa como piensa!”
Seguimos recorriendo la cabaña sin acordarnos más del comentario que había hecho. Dos horas después de nuestra visita a la cabaña, me sentí muy enfermo. Tenía un fuerte dolor de estómago y comencé a vomitar; seguí vomitando durante varias horas. Rebecca y Bill (nuestro amigo y pastor) me ungieron con aceite y oraron por mí una y otra vez. Ellos estaban firmemente convencidos de que la causa de mi enfermedad era algún tipo de maldición, pero no podíamos de ninguna manera quebrantarla ni tampoco evitar que los demonios me afligieran. Rebecca estaba sumamente preocupada porque me estaba deshidratando; quiso llevarme al hospital, pero me opuse ya que teníamos que tomar un tren en pocas horas y estaba decidido a no perderlo.
Vomité sin parar hasta que tomamos el tren. Mientras partíamos de la estación y nos alejábamos del lugar, el Espíritu Santo me habló y me mostró que yo le había dado a Tsagalala, por mi sarcasmo y falta de respeto, el derecho legal de maldecirme. Había violado lo que dice la Biblia en Judas y en la primera carta de Pedro. Cuando reconocí el pecado de burlarme de Tsagalala y le pedí perdón al Señor, pude ordenar que la maldición de Tsagalala fuera quebrantada en el nombre de Jesucristo. Después, ordené que todos los demonios que tenían que ver con la maldición que me estaba atormentando, huyeran en el acto en el nombre de Jesucristo. En seguida dejé de vomitar. Estaba debilitado y deshidratado, pero me recuperé rápidamente tan pronto como la maldición fue quebrantada.

Por participar de comida sacrificada a los ídolos
El participar de comida] ofrecida a los ídolos no es una cuestión que muchos de nosotros en los Estados Unidos tenemos que enfrentar pero sí es un asunto muy serio para los cristianos de otros países, en especial de las naciones asiáticas. Al considerar esto, debemos primero referirnos a ciertos pasajes bíblicos que confunden a muchos cristianos. En el libro de Apocalipsis, Jesús dijo lo siguiente al dirigirse a ciertas iglesias:
[A la iglesia de Pérgamo] Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a los que retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación . . Arrepiéntete (Apocalipsis 2:14,16)

[A la iglesia de Tiatira] Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos. (Apocalipsis 2:20)

¿Por qué el propio Jesús amonestó con tanta severidad a estos cristianos por comer cosas sacrificadas a los ídolos? En un incomprensible contraste, el apóstol Pablo escribió:
De todo lo que se vende en la carnicería, comed, sin preguntar nada por motivos de conciencia; porque del Señor es la tierra y su plenitud. Si algún incrédulo os invita, y queréis ir, de todo lo que se os ponga delante comed, sin preguntar nada por motivos de conciencia. Mas si alguien os dijere: Esto fue sacrificado a los ídolos; no lo comáis, por causa de aquel que lo declaró, y por motivos de conciencia; porque del Señor es la tierra y su plenitud. La conciencia, digo, no la tuya, sino la del otro. Pues ¿por qué se ha de juzgar mi libertad por la conciencia de otro? Y si yo con agradecimiento participo, ¿por qué he de ser censurado por aquello de que doy gracias? Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios. No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios.
(1 Corintios 10:25-32)
¿Cómo reconciliar las aparentes discrepancias entre estos pasajes? Debemos también ver lo que el apóstol Pablo escribió a Timoteo en cuanto al tema:
Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios; por la hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia, prohibirán casarse, y mandarán abstenerse de alimentos que Dios creó para que con acción de gracias participasen de ellos los creyentes y los que han conocido la verdad. Porque todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción de gracias; porque por la palabra de Dios y por la oración es santificado.
(1 Timoteo 4:1-5)
Vistos superficialmente, estos pasajes parecen contradecirse entre sí. Pero no es cierto. Dios no miente ni se contradice a sí mismo. (Véanse Números 23:19; Salmo 89:34). Debemos ir al Antiguo Testamento para tener una clara comprensión del propósito divino:
Guárdate de hacer alianza con los moradores de la tierra donde has de entrar, para que no sean tropezadero en medio de ti. Derribaréis sus altares, y quebraréis sus estatuas, y cortaréis sus imágenes de Asera. Porque no te has de inclinar a ningún otro dios, pues Jehová, cuyo nombre es Celoso, Dios celoso es. Por tanto, no harás alianza con los moradores de aquella tierra; porque fornicarán en pos de sus dioses, y ofrecerán sacrificios a sus dioses, y te invitarán, y comerás de sus sacrificios.
(Éxodo 34:12-15)
Hay dos maneras diferentes de comer alimentos sacrificados a los ídolos. Una de ellas es participar de hecho en el rito del sacrificio, en el que la persona que come está dando honra y adoración al dios. La otra manera es comer alimentos que una porción fue antes sacrificada a un ídolo, pero el comerlos está separado del sacrificio y no forma parte de la adoración o de la honra al dios. En los tiempos de Pablo, la mayor parte de la carne que se vendía en los mercados provenía de animales que se sacrificaban a diversos ídolos, pero sólo una parte de la carne del animal era ofrendada al dios. El resto era vendido en el mercado. De manera que la gente que compraba y comía esta carne no estaba participando de ninguna manera en el rito del sacrificio.
No obstante, el problema se hacía más complejo en el caso de que un huésped comiera en la casa de alguien. En muchas religiones, la primera porción de la comida de cada día, y a veces de todas las comidas, era colocada delante del dios particular de cada persona como una forma de sacrificio a ese dios. En sus escritos, el apóstol Pablo muestra que él hace una clara distinción de que no está participando de ese sacrificio cuando entra a, un hogar así. Lo cree porque primero da gracias por la comida y porque reconoce que la comida y todo lo que hay en la tierra proviene de Dios, el único Creador y Dios verdadero. Por esto es que escribe en Primera a Timoteo que todo alimento es santificado por la acción de gracias y por  la  Palabra de Dios.
Cuando Jesús censuró a los cristianos que participaban de la comida sacrificada a los ídolos, se estaba refiriendo a su pecado de condescendencia, como dice el pasaje antes citado de Éxodo 34. En este caso, Dios estaba advirtiendo a los hijos de Israel que no debían participar de ninguna manera, en los ritos de sacrificio que daban honra y adoración a las deidades malignas. Dios les advirtió que tal acción los iba a atrapar en verdaderos pactos, tanto con los paganos que estaban practicando tales ritos, como con sus deidades demoníacas. Hoy día, esta actividad sigue trayendo maldición a la vida de los participantes.
Son muchos los cristianos que creen que pueden ser condescendientes. Piensan que pueden servir a Jesús y al mismo tiempo participar de los ritos paganos. ¡Eso no es posible! Estas personas temen hacer una clara declaración de su adoración y fidelidad a Cristo, porque están tratando de evitar la inevitable persecución y rechazo que tal declaración produce.
Este es un problema importante en muchas partes, como ocurre en Asia y Africa. A menos que reciban una enseñanza clara, las personas que vienen a Cristo en estos continentes tratarán de vivir como cristianos y al mismo tiempo de mantener felices a sus parientes y sus tribus. En estos lugares siguen llevando puestos los amuletos y tomando las diversas pociones preparadas por los curanderos de la tribu. Estos creyentes participan en sus casas de comidas que se han sacrificado a las deidades demoníacas de la familia, sin hacer una clara distinción de que no están participando en el sacrificio. El resultado es que, al condescender de tal manera, se colocan bajo una maldición.

Por odiar, envidiar y denigrar
Las maldiciones pueden ser lanzadas con sólo pronunciarlas. Cuando esto se hace intencionalmente, por lo general lo hace alguien que está relacionado con el ocultismo. Sin embargo, cuando los cristianos caen en pecado, muchas veces lanzan maldiciones sin darse cuenta de lo que están haciendo.
Más yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado. (Mateo 12:36,37)

Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él. (1 Juan 3:15)

Ponme como un sello sobre tu corazón, como una marca sobre tu brazo; porque fuerte es como la muerte el amor; duros como el Seol los celos; sus brasas, brasas de fuego, fuerte llama. (Cantar de los Cantares 8:6)

Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno. Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana; pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal. Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así.
(Santiago 3:6-10)

En el primer pasaje, vemos que Dios nos hace responsables directos de cada palabra que pronunciamos. ¡Nuestras palabras son importantes! En el siguiente pasaje, vemos que si odiamos a alguien, somos como homicidas ante los ojos de Dios. Nuestro odio literalmente permite a los demonios afligir a la persona que odiamos. Así, nuestro odio se convierte en una maldición. He visto a personas que han sido afligidas con toda suerte de desastres y enfermedades físicas por el odio intenso de los demás contra ellas. En estos casos, con frecuencia, el secreto de la victoria está en que la persona que es odiada simplemente perdone a la que la odia y luego ordene que sean quebrantadas todas las maldiciones enviadas por ese odio.
Y que, por último, pida al Señor su protección especial contra cualquier odio en el futuro.
En Cantar de los Cantares de Salomón, vemos que los celos son tan destructivos como el odio. Los celos en realidad llevan al odio. Así, el impetuoso fuego de los celos puede en realidad llevar a maldecir la vida de la persona que es objeto de los celos. Por esta razón la Biblia habla con tanta firmeza de que debemos perdonar a nuestro prójimo. Si permitimos el odio y los celos en nuestro corazón, entonces no tenemos el fruto de la vida eterna en nosotros. Además, seremos con toda probabilidad culpables de infligir una maldición a la persona que odiamos.
Usted tiene además que estar consciente de que si deja que los celos, el rencor o el odio aniden en su corazón, quedará bajo una maldición de destrucción de parte de Dios. Debemos estar dispuestos a arrepentimos de tales pecados y perdonar a los que nos han causado algún daño.
El pasaje bíblico citado de Santiago hace énfasis en cuánto mal puede lanzarse a través de las palabras dichas. Por ejemplo, si alguien le dice: “Quisiera verte muerto!”, usted en seguida debe romper esa maldición en el nombre de Jesucristo, ya que esas palabras le dan puerta franca a los demonios para que coloquen una maldición en la persona que la recibe, con el propósito de producir la muerte literal de la persona. Por lo tanto, tengamos mucho cuidado de no decir cosas negativas o hirientes. Asimismo, apresurémonos a romper la maldición de cualquier palabra dicha contra nosotros. No la aceptemos.
Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados.
La amargura trae contaminación a nuestra vida. Nos expone a los ataques de Satanás, y también atrae los ataques de Satanás contra los personas que nos rodean. La amargura en la vida de una persona puede ser la responsable de la destrucción de iglesias y de muchas personas que la rodean. La amargura trae una maldición, no sólo a la persona misma, sino también a las que son objeto de su amargura.
Andemos, entonces, con mucha humildad delante de nuestro Señor, con mansedumbre y discernimiento, teniendo mucho cuidado con las cosas que decimos. Recordemos que todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo para dar cuenta de toda palabra que hayamos dicho.
Por circunstancias que escapan a nuestro control
Los que viajamos o nos vemos en situaciones de trabajo donde no podemos controlar el medio que nos rodea, tenemos que estar prevenidos de manera especial contra las maldiciones que pueden ser colocadas sobre nosotros a través de circunstancias que escapan a nuestro control. Yo (Rebecca) aprendí hace poco tiempo esta lección durante un viaje que hicimos a Cóte D’Ivoire (Costa de Marfil), en África. Los cristianos que nos invitaron hicieron arreglos para que estuviéramos alojados en un hermoso hotel de la playa. Viajamos treinta y seis horas hasta Abidján, la capital, y estábamos tan cansados por el viaje que, cuando llegamos, apenas tuvimos fuerzas para llegar tambaleándonos hasta nuestra habitación del hotel, y caímos en la cama muertos de sueño.
En la mañana siguiente, mientras yo tomaba una ducha, Daniel estaba acostado sobre la cama, medio dormido, y pensaba que yo estaba sentada en el extremo de la cama. Abrió los ojos para decirme algo, pero yo no estaba allí. Él pensó que aquello era producto de su imaginación
Hebreos 12:14,15 debido a la fatiga. Teníamos que vestimos y salir pronto de la habitación ya que tendríamos un día lleno de actividades.
Esa noche, cuando regresamos a nuestra habitación, comenzamos a observar con detenimiento lo que nos rodeaba. Había un enorme tapiz tejido, con figuras de mujeres africanas, colgado en la pared sobre nuestra cama. Rápidamente nos dimos cuenta de que las figuras eran representaciones de divinidades demoníacas. Había también un cuadro en la pared del frente, que representaba a una tribu africana realizando una ceremonia ritual. Ambos, el tapiz y el cuadro, eran terreno legal para los demonios. De inmediato, me dirigí a nuestro equipaje para buscar el pequeño frasco de aceite que normalmente llevamos cuando viajamos. Pero por alguna razón, por la prisa del viaje, había olvidado traerlo en el equipaje. Por lo tanto, no podíamos ungir la habitación. Lo que hicimos fue orar y ordenar a los demonios que fueran atados por esa noche en el nombre de Jesucristo.
Un rato después, mientras estábamos en la cama estudiando el material del día siguiente, sentí que algo se sentó cerca de mis pies, pero no era algo que podía ver. Le dije a Daniel lo que había sentido, y recordó lo sucedido temprano esa mañana. No teníamos ninguna duda de que el intruso era un espíritu maligno. Por lo tanto, lo reprendí en seguida en el nombre de Jesucristo y le ordené que huyera, ¡ya que de ninguna manera iba a permitir que hubiera un demonio sentado en el extremo de nuestra cama! Pero no se marchó porque tenía el derecho legal de estar en esa habitación.
Esa noche fue terrible. Los demonios nos perturbaron y nos mantuvieron despiertos durante toda la noche. El Señor no permitió, en su misericordia, que nos hicieran daño, pero sí nos molestaron y nos impidieron dormir bien. Al siguiente día lo primero que hicimos fue pedir al pastor que era nuestro anfitrión, que nos consiguiera un poco de aceite. Luego ungimos la habitación, en particular el tapiz y la pintura, y ordenamos a los demonios asociados con ellos que fueran atados. Obviamente, no podíamos sacar el tapiz y la pintura de la habitación ni tampoco destruirlos. Lo más que podíamos hacer era ungirlos, pedir al Señor que los neutralizara, y ordenar que los demonios fueran atados. Eso resolvió el problema; así pensábamos nosotros.
Durante nuestra permanencia en el país, me sobrevino un problema físico. Sabía que estaba bajo un fuerte ataque demoníaco, pero no podía obtener la victoria. Por lo tanto, comencé a orar y a pedir al Señor que me mostrara la razón por la que no podía resolver la situación.
Más tarde, esa misma semana, la administradora del hotel realizó una breve visita a nuestra habitación. Le había hablado del tapiz y ella estaba interesada en verlo. Tan pronto como lo vio, dijo: “Ah, ese es el dios Poro. El es un dios poderoso de las tribus del norte de Cóte D’Ivoire.”
Entonces le pedí que me hablara de él. Ella no sabía mucho, excepto que era muy conocido por el odio que le tenía a las mujeres. En realidad, odiaba tanto a las mujeres que si alguna se atrevía a mirarlo, o a mirar una representación de él, en seguida recibía una maldición de muerte. Por eso no hay imágenes de Poro en las tribus del norte, ya que las mujeres que las ven, mueren. ¡Qué interesante que su imagen sea empleada como pieza decorativa en la parte sur del país y colocada a la vista de todos en las habitaciones de los hoteles!
Cuando miré por primera vez el tapiz, supe de inmediato que las figuras tejidas en él eran de deidades malignas, ¡pero jamás se me ocurrió que recibiría una maldición por el solo hecho de mirarlas! Gracias a la dirección del Señor, esta hermana vino a nuestra habitación para hablarnos de Poro. La maldición de este dios era la causa de todos mis problemas físicos. Cuando salí de esa habitación por última vez, de inmediato ejercí autoridad sobre la maldición de muerte de Poro y ordené que fuera quebrantada en el nombre de Jesucristo. Luego ordené a todos los espíritus inmundos asociados con esa maldición que huyeran de mí para siempre en el nombre de Jesucristo. Al instante comencé a sentirme mejor y estaba bien cuando llegamos a nuestra casa.
Jamás habría pensado que fuera posible que una maldición pudiera producirse por solo mirar la imagen de una divinidad demoníaca. Por lo tanto, de ahora en adelante cuando viaje, tendré mucho cuidado de observar en seguida todo lo que me rodea para detectar la presencia de figuras de demonios. Y también recordaré romper cualquier maldición que se hubiera podido colocar sobre nuestra vida por las representaciones de los demonios o por poner nuestra mirada en ellos.
Los cristianos, en especial si viajamos, debemos estar siempre alertas, ya que las religiones del mundo son todas demoníacas. Tenemos poder sobre esos demonios en el nombre de Jesucristo, pero debemos estar alertas en cuanto a la presencia de ellos y a sus tácticas para que podamos vivir de forma victoriosa. Obviamente, como me ocurrió en África, esos demonios no tenían el derecho legal de maldecirme o afligirme, pero de todas maneras trataron de hacerlo. Es sencillo romper estas maldiciones, pero tenemos que hacerlo.
Cuando enseñábamos este principio de quebrantar maldiciones durante un seminario hace poco tiempo, algunos de los asistentes presentaron otra situación interesante en la que el origen de las maldiciones destructivas sobre las personas estaba totalmente fuera del control de ellas. Los que hablaron eran cristianos veteranos de Vietnam que habían combatido en la guerra. Ellos nos informaron que las estadísticas señalaban que desde que finalizó la guerra de Vietnam, era mayor el número de ex combatientes que se habían suicidado, que todos los soldados muertos en la acción. La guerra de Vietnam fue peculiar en el sentido de que casi todos los que combatieron en ella regresaron a sus hogares con una fuerte tendencia a destruirse a ellos mismos. ¿Por qué razón?
Estos cristianos ex combatientes me dijeron que cuando todo avión llegaba a las pistas de aterrizaje trayendo a más soldados a la guerra, grupos de monjes budistas se paraban al final de la pista y realizaban exorcismos para colocar maldiciones de destrucción sobre cada soldado que llegaba. Desde que tuvimos esa reunión, he hablado con otros ex combatientes de Vietnam y todos recuerdan haber visto a los monjes. Las horrorosas estadísticas de muerte confirman el poder de tales maldiciones.
¿Es usted un ex combatiente de Vietnam? Si lo es, entonces necesita que todas las maldiciones de destrucción sobre su vida que colocaron esos monjes sean quebrantadas. Tiene que hacer valer su autoridad en Cristo y ordenar que todos los demonios que tienen que ver con las maldiciones huyan de su vida para siempre, en el nombre de Jesucristo. También diga a sus amigos ex combatientes que necesitan hacer lo mismo.
Por incumplir las promesas hechas a Dios
Los cristianos tomamos con mucha ligereza el asunto de hacer votos a Dios. Pero a los ojos del Señor, un voto es algo muy serio. Veamos lo que dice el siguiente pasaje:
“No te des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios; porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras. Porque de la mucha ocupación viene el sueño, y de la multitud de las palabras la voz del necio. Cuando a Dios haces promesa, no tardes en cumplirla; porque él no se complace en los insensatos. Cumple lo que prometes. Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas. (Eclesiastés 5:2-5)
¿Ha hecho un voto a Dios y no lo ha cumplido? Esto es, con frecuencia, fuente de grandes dificultades en la vida de un cristiano. Usted no puede progresar en su andar con el Señor si no ha cumplido con los votos hechos a Dios. Los votos quebrantados le dan a Satanás el derecho legal de atacar su vida.
Son muchas las personas que prometen a Dios servirlo por el resto de la ‘Vida si Él los sana. Pero después, cuando están bien, se olvidan de Dios. Este pecado pone a la persona bajo una maldición del Señor.

Pida al Espíritu Santo que escudriñe su vida y le muestre si hay votos que no ha pagado a Dios. ¡Y después dese prisa en cumplirlos!

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