Nos guste o no, el
hecho es que cuando aceptamos a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador,
entramos en una guerra contra Satanás. No podemos evitar alistarnos en el
ejército de Dios. La Palabra
de Dios proclama:
“Mas
vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido
por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las
tinieblas a su luz admirable. (1 Pedro
2:9)
Dios ha llamado a cada uno de nosotros de las
tinieblas a 1a luz. Sin embargo, Satanás es el gobernador de las tinieblas. ¡A
él no le agrada que abandonemos su reino para servir a nuestro maravilloso
Señor Jesucristo! Por eso, Dios nos previene y ordena lo siguiente:
“Sed
sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda
alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo
que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo. (1 Pedro 5:8,9)
“Someteos,
pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. (Santiago 4:7)
Ningún cristiano está exento de esta guerra.
Desafortunadamente, son muchos los que piensan que pueden evitar inmiscuirse en
esta contienda si se cuidan de no saber nada o no hablar de ella. Pero la Palabra de Dios muestra
que está forma de pensar es falsa. Por lo tanto, como no tenemos otra opción
sino enfrentar al enemigo, aprendamos del Señor cómo vencerlo.
En los últimos dos años, el Señor nos ha
enseñado que tenemos unas armas extraordinariamente poderosas. Cuando supimos
cuáles eran estas armas y las utilizamos, experimentamos una extraordinaria
victoria en nuestra vida. Queremos que usted también conozca estas enseñanzas.
Yo (Daniel) le explicaré la primera lección en este capítulo, y luego Rebecca
le presentará la suya en el último capítulo.
En noviembre de 1994, Rebecca y yo nos
encontrábamos ministrando en Costa Rica. El Señor me despertó temprano una
mañana, a eso de las cuatro. El Espíritu Santo me dijo que me levantara, que
abriera mi Biblia y que leyera (Juan
10:10).
— Señor, no necesito abrir mi Biblia — me
quejé —. Puedo citar ese versículo de memoria.
La cama esta confortable, Rebecca dormía y yo
estaba soñoliento, sin ganas de levantarme.
— Muy bien, entonces dilo — replicó el Señor.
Por supuesto, no podía recordar ni una sola
palabra. Entonces me levanté en un santiamén. Abrí mi Biblia, y leí:
[Jesús dice] El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido
para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. (Juan 10:10)
— ¿Quién es el ladrón? — me preguntó el Señor.
— Satanás — respondí.
— Muy bien. Ve ahora a (Lucas 10:19) — fue su respuesta.
Esta vez obedecí sus instrucciones sin
rezongar.
[Jesús
dice]
He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza
del enemigo, y nada os dañará. (Lucas
10:19)
— ¿Quién es el enemigo? — me preguntó el
Señor.
— Satanás — contesté.
— Correcto — respondió —. ¿Y a quiénes di
autoridad sobre Satanás?
— A tus discípulos — contesté.
— ¿Y quiénes son mis discípulos? — preguntó.
— Bueno, los primeros doce fueron tus
discípulos, pero todos los verdaderos cristianos hoy son también tus discípulos
— respondí.
— ¡Correcto!
Entonces el Señor me dijo que fuera a Romanos 8:
“El
Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y
si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es
que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos
glorificados.
Romanos
8:16-17
El Señor me reveló que está harto de que sus
hijos sean vapuleados. ¡Los cristianos somos coherederos con Cristo! y ya es
hora de que comencemos a actuar como tales. Dios nos ha dado toda autoridad
sobre Satanás y su reino por medio de Jesucristo. El problema es que la mayoría
de los cristianos no ejercen esa autoridad y siguen viviendo derrotados. Por
eso las iglesias son débiles y el evangelio no se ha extendido como debiera.
Después, el Señor me dijo que leyera en
Proverbios:
“No tienen en poco al ladrón si hurta para saciar su apetito cuándo tiene
hambre.
(Proverbios 6:30)
— ¿Quién es el ladrón? — me preguntó el Señor
una vez más.
— Satanás — respondí.
— ¿Tiene Satanás hambre?
— ¡No, por supuesto que no!
— Lee el versículo que sigue — me ordenó.
Pero si es sorprendido, pagará siete veces;
entregará todo el haber de su casa.
Proverbios 6:31
— ¿Quién es el ladrón? — preguntó el Señor.
— ¡Satanás! Ya me lo has preguntado muchas
veces. ¡Sé que Satanás es el ladrón! — respondí un tanto irritado.
— ¿Por qué entonces, no comienzas a actuar si
ya lo sabes? — preguntó el Señor —. Este es el problema que tengo con mi
pueblo. Satanás los roba, y vienen lamentándose ante mí. Quieren que yo les
devuelva lo que Satanás les robó. No fui yo quien les robó, porque yo nunca le
robo a nadie. Sin embargo, es a mí a quien siempre culpan y lo que es peor, mi
pueblo espera que yo les devuelva lo que el diablo les quitó.
— Muy bien — respondí lentamente, todavía no
muy seguro de lo que el Señor quería que hiciera.
— Daniel — me dijo el Señor—, yo envié a mi
Hijo a la tierra a morir para que tuvieras autoridad sobre Satanás. Jesucristo
te dijo que El te dio toda autoridad sobre el diablo. Mis siervos, que
escribieron la Biblia ,
te han dicho repetidas veces que eres coheredero con mi Hijo. Tú estás, por lo
tanto, en una posición de autoridad sobre Satanás. Me has respondido una y otra
que Satanás es el ladrón. Este ladrón ha sido sorprendido con las manos en la
masa. ¡Por lo tanto, levántate, te digo, y ordena que el ladrón te devuelva,
multiplicado por siete, todo lo que te ha robado!
En un instante me di cuenta de todo. ¡Era tan
sencillo! Pero a menudo no nos damos cuenta de nuestra posición en Cristo. El
nos dio a nosotros, sus siervos, toda autoridad sobre Satanás y su reino.
La autoridad trae aparejada la
responsabilidad. Nuestro tiempo aquí sobre la tierra debe ser utilizado no sólo
para extender el evangelio, sino también para aprender cómo reinar con Cristo
como sus coherederos. ¡Es, entonces, responsabilidad nuestra tener autoridad
sobre Satanás aquí en la tierra! Es responsabilidad nuestra ordenarle al ladrón
que nos devuelva todo lo que nos ha robado. No fue el Señor quien nos robé: fue
Satanás. El pueblo de Dios se pasa el tiempo lamentándose ante Dios y
pidiéndole que les devuelva lo que les han robado, cuando su responsabilidad es
ejercer autoridad sobre el ladrón en el nombre de Jesucristo y obligarlo a
devolver lo que ha robado, ¡multiplicado por siete!
Rebecca despertó esa mañana al escucharme
ordenarle resueltamente a Satanás que me devolviera multiplicado por siete todo
lo que me había robado.
Observemos este principio con mayor
profundidad, pero para hacerlo necesitamos comenzar por Génesis, en el momento
de la creación.
Entonces
dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y
señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en
toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios
al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los
bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y
sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en
todas las bestias que se mueven sobre la tierra.
Génesis
1:26-28
Como sabemos, Adán y Eva pecaron y de esa
manera dieron a Satanás dominio sobre su vida. Pero Dios no abandonó a la
humanidad, sino que, a pesar de que pronunció juicio de condenación contra Adán
y Eva, también les dio la promesa de un Mesías que habría de venir un día y que
restablecería el dominio de los hombres sobre Satanás (Génesis 3:14-16). Dios levantó después a un
pueblo escogido por medio del cual envió al Mesías, a Jesucristo. A este
pueblo, los descendientes de Abraham, Dios les prometió que si lo obedecían,
tendrían dominio sobre Satanás y la tierra. Por último, Dios los condujo a la
tierra prometida de Canaán y les dio posesión de ella.
David sintetizó de la manera siguiente la
autoridad dada por Dios a los hombres:
Digo:
¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para
que lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de
gloria y de honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo
pusiste debajo de sus pies. (Salmo
8:4-6)
Satanás fue creado por Dios, es parte de la
obra de sus manos. Por lo tanto, tenemos que tener dominio sobre él.
Cuando se cumplió el tiempo, Jesús vino al
mundo. El es llamado el segundo o el postrer Adán en (1 Corintios 15:45-49). Es llamado así porque Él vino a esta tierra
como el segundo hombre sin pecado. Recordemos que Adán no tenía pecado antes de
la caída. Anduvo un tiempo en la tierra sin pecar, y después cayó. ¡Pero Jesús
jamás cayó! Él fue perfectamente inmaculado. Fue a la cruz para pagar el precio
de nuestro pecado y para ganar la victoria final sobre Satanás en favor
nuestro. Después de su muerte y resurrección, Jesús dijo a sus discípulos:
Y
Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en
la tierra. (Mateo 28:18)
¡Aleluya! Lo que el hombre no podía hacer
jamás, Dios lo hizo por nosotros. Jesucristo recuperé lo que se había perdido
en el huerto del Edén y, a la vez, nos dio autoridad en su nombre. Veamos lo
que dice Jesús en los versículos siguientes:
He
aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza
del enemigo, y nada os dañará. Pero no os regocijéis de que los espíritus se os
sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos.
Lucas 10:19,20 Y estas señales seguirán a los que
creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas.
Marcos 16:17
Queda claro que Satanás y sus demonios nos
están sujetos en el nombre de Jesucristo. Pero esto no es todo, Dios nos ha
dado mucho más. ¡Ahora somos, literalmente, coherederos con Jesús! Estamos
llamados a gobernar.
El Espíritu mismo da testimonio a nuestro
espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si somos, también herederos; herederos
de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para
que juntamente con él seamos glorificados.
Romanos
8:16,17
¿Cómo somos glorificados con Cristo? Esto es
una maravilla y un misterio, el plan que Dios tuvo desde el principio. Pablo
nos lo sigue explicando:
A mi
que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia
de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de
Cristo, y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido
desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas; para que la multiforme
sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los
principados y potestades en los lugares celestiales. (Efesios 3:8-10)
Observe, por favor, que el plan eterno de
Dios es que por medio de nosotros, la Iglesia , sea dada a conocer la sabiduría de Dios
al reino de Satanás. ¿En qué consiste exactamente el plan? En que nosotros, los
siervos de Jesucristo, somos no sólo siervos, sino también coherederos con
Cristo. ¡Pertenecemos a la realeza!
Mas
vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido
por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las
tinieblas a su luz admirable. (1 Pedro
2:9)
Palabra
fiel es esta: Si somos muertos con él, también viviremos con él; si sufrimos,
también reinaremos con él; si le negáremos, él también nos negará. Si fuéremos
infieles, él permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo. (2 Timoteo 2:11-13) y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el
soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros
pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él
sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.
Apocalipsis
1:5,6
Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito
este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES.
Apocalipsis
19:16
¿Quiénes son los reyes y los señores?
¡Nosotros! En Cristo Jesús hemos sido hechos reyes para el reino de Dios. Dios
quiso impartirnos la victoria ganada por Jesús en la cruz. ¿Y qué hace un rey?
Reinar. La Biblia
es clara al decir que el propósito del gobierno ordenado por Dios es tener control
sobre el mal. Ese es el propósito de un rey Observe lo que dice el siguiente
pasaje:
Sométase
toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de
parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien
se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten,
acarrean condenación para sí mismos. Porque los magistrados no están para
infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la
autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella. (Romanos 13:1-3)
¡Muy mal rey sería el que no pudiera
controlar al ladrón que vive en su territorio! Esta es la razón por la que
Jesús dijo a sus discípulos, y también a nosotros, que nos había dado, en el
nombre de El, toda autoridad sobre el enemigo. 4Somos parte de Cristo, su cuerpo. Jesucristo es la
cabeza, y nosotros constituimos el resto de su cuerpo (1 Corintios 12:12-31). Por ser la cabeza, Jesucristo da a
su cuerpo la autoridad en su nombre para señorear sobre Satanás y su reino. Por
eso, es responsabilidad nuestra hacer uso de esa autoridad y enfrentarnos al
ladrón, a Satanás. Eso fue lo que el Señor me enseñó aquella noche en Costa
Rica. Nosotros, el pueblo de Dios, tenemos que obligar al ladrón a devolver lo
que nos ha robado. Es para ser reyes y señores que nos estamos capacitando aquí
en la tierra. Por lo tanto, si no tenemos autoridad sobre el ladrón, no somos
reyes.
Nuestra pereza: una puerta abierta para el
ladrón
Desafortunadamente nosotros, los reyes, le
damos a Satanás con demasiada frecuencia el derecho legal de robarnos. Esto es
lo que hacemos cuando pecamos. Uno de los principales campos donde damos al
ladrón el derecho de robarnos, es el de los deseos de nuestra naturaleza pecaminosa,
particularmente nuestra pereza. Volvamos una vez más a Génesis, al día cuando
cayeron Adán y Eva, y veamos el juicio que Dios colocó sobre ellos como
resultado de la caída. Parte del juicio divino contra el hombre fue que, a
partir de ese día, tuvo que trabajar para subsistir.
Y al
hombre dijo: . . . maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de
ella todos los días de tu vida. (Génesis
3:17)
El hombre se ha rebelado desde entonces
contra este juicio de Dios, y al hacerlo, le ha dado a Satanás el derecho de
robarlo. ¿De qué manera? Al negarse a experimentar el dolor, que en términos
sencillos significa trabajar. ¿Vive usted de la beneficencia social? ¿Vive de
las dádivas o ayudas del gobierno? Si es así, ¡usted está bajo una maldición porque
anda en franca desobediencia a Dios!
Pero os ordenamos, hermanos, en el nombre de
nuestro Señor Jesucristo, que os apartáis de todo hermano que ande
desordenadamente, y no según la enseñanza que recibisteis de nosotros. Porque
vosotros mismos sabéis de qué manera debéis imitarnos; pues nosotros no
anduvimos desordenadamente entre vosotros, ni comimos de balde el pan de nadie,
sino que trabajamos con afán y fatiga día y noche, para no ser gravosos a
ninguno de vosotros; no porque no tuviésemos derecho, sino por daros nosotros
mismos un ejemplo para que nos imitaseis. Porque también cuando estábamos con
vosotros, os ordenábamos esto:
Si
alguno no quiere trabajar, tampoco coma. (2
Tesalonicenses 3:6-10)
Pablo tenía indudablemente mucho que decir en
cuanto a este tema, ¿no lo cree? Recordemos que una de las maldiciones del
Imperio Romano, en los días de Pablo, fue la prodigalidad pública. Los
historiadores han dicho siempre que una de las principales causas de la caída
del Imperio Romano fue esa práctica. Esta prodigalidad llevará también a la
ruina a los Estados Unidos si permitimos que continúe. Ella es ya en gran parte
responsable de la caída de este país en la bancarrota.
Dios mismo es quien nos ordena trabajar y
ganar nuestro sustento. ¡Si usted no lo está haciendo, está pecando! Aun los
minusválidos pueden trabajar, si quisieran. Hay personas que están demasiado
enfermas para trabajar, pero son muy pocas en comparación con el número de las
que viven de la beneficencia oficial o como resultado de algún tipo de ayuda
por incapacidad. De
acuerdo con la Palabra
de Dios, es la iglesia, no el gobierno, quien debe ocuparse de los que no
pueden en realidad trabajar. (Véanse Marcos 14:7; 1 Timoteo 5:3,16).
La beneficencia del gobierno es una maldición
que pasa de una generación a otra. El deseo de evitar el tener que trabajar es
tan antiguo como Adán; es parte de la naturaleza pecaminosa de todo ser humano.
¡Nada nos gusta tanto, ni con tanta rapidez, como el recibir algo que no nos
cueste nada! El argumento más trillado que usan las personas que no quieren
perder el subsidio del gobierno, es que no pueden conseguir trabajo. ¡lonterías!
La verdad es que no pueden conseguir un trabajo que les proporcione tanto
dinero como el que reciben del gobierno. La solución es, entonces, hacer dos
trabajos. Observe, por favor, lo que dijo el apóstol Pablo:
Ni comimos de balde el pan de nadie, sino que
trabajamos con afán y fatiga día y noche, para no ser gravosos a ninguno de
vosotros.
2
Tesalonicenses 3:8
Jesús
afirmó con claridad el principio de que, en el reino de Dios, la persona debe
demostrar sobre todo fidelidad e integridad en lo poco antes de poder recibir
más.
El que
es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es
injusto, también en lo más es injusto. Pues si en las riquezas injustas no
fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si en lo ajeno no fuisteis
fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?
Lucas 16:10-12
Y llegando el que había recibido cinco
talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me
entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. Ysu señor
le dijo:
Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido
fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
Mateo 25:20,2 1
Más adelante, en esta misma parábola, Jesús
desaprobó a uno de los siervos por ser perezoso:
Respondiendo
su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré,
y que recojo donde no esparci Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros,
y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle,
pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le
será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y
al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el
crujir de dientes.
Mateo
25:26-30
Humillaos,
pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo;
echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.
1 Pedro
5:6,7
Usted tiene que dar el primer paso por fe.
Busque un empleo, no impórta lo insignificante o humilde que sea. Y al hacerlo,
pídale a Dios que lo perdone por su holgazanería y por su dependencia de la
ayuda del gobierno, en vez de la ayuda de El. Pida también al Señor que quite
de su vida la maldición de la holgazanería. Si lo hace, El podrá bendecirlo con
un mejor empleo y con más ingresos económicos.
El deseo del perezoso le mata,porque sus
manos no quieren trabajar. Hay
quien todo el día codicia; pero el justo da, y no detiene su mano.
Proverbios
21:25,26
¿Por qué se
caracterizan los sectores de nuestras ciudades donde gran parte de la población
vive de la ayuda del gobierno? Por la violencia y la delincuencia.
¿Ha sido
usted un flojo? ¿Acostumbra llegar siempre tarde a su trabajo? ¿Hace apenas la
mitad del trabajo que debiera hacer? ¿Cambia con frecuencia de empleo porque
siempre quiere algo mejor donde le paguen más? Esto le indica al posible
empleador que no se puede confiar en usted. ¿Se pelea usted con sus colegas de
trabajo? ¿Es chismoso y envidioso? Si todo lo anterior es cierto, le está dando
al ladrón el derecho a robarlo. La
Palabra de Dios es clara en cuanto a esto:
Porque
donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. Pero
la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable,
benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni
hipocresía. Yel fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la
paz.
Santiago
3:16-18
Siervos,
obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo alojo, como los que
quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios. Y
todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los
hombres.
Colosenses
3:22,23
No hay lugar para la envidia, la rivalidad o
la pereza en el reino de Dios. Al que el Señor usa con poder en su servicio y
lo bendice, tiene que ser ante todo uno que trabaja arduamente.
Por la
pereza se cae la techumbre, y por la flojedad de las manos se llueve la casa.
Eclesiastés
10:18
Somos
edificio de Dios, somos parte de la casa de Dios (1 Pedro 2:4,5). Si somos flojos e
indolentes, le damos a Satanás el derecho legal en nuestra vida. Si somos así, perdemos
el derecho de ordenarle al ladrón que nos devuelva lo que nos ha robado.
Podemos, sin embargo, ser perezosos también
en otros aspectos aparte del trabajo. Podemos serlo al negarnos a disciplinarmos
a nosotros mismos y a usar los talentos y dones que hemos recibido del Señor.
Son muchas las personas que han fracasado en el ministerio que Dios les ha dado
por la holgazanería y la falta de disciplina. El
Espíritu Santo nos da dones, pero tenemos que
ser solícitos y diligentes en conservarlos. ¡Y esto implica trabajo!
Por lo cual
te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la
imposición de mis manos.
2 Timoteo
1:6
Después que hayamos confesado nuestros
pecados y cambiado nuestra manera de vivir, tendremos el derecho de ordenar a Satanás
que nos devuelva lo que nos ha robado por causa de nuestros pecados. Jesucristo
nos ha dado el poder y lá autoridad sobre el ladrón, pero debemos primero poner
en orden nuestra vida, con seriedad y rapidez, porque el tiempo es corto.
¿Qué
le ha robado Satanás? ¿Su gozo? ¿Su empleo? ¿Su esposa, su esposo, sus hijos?
¿Los robó o usted le dio el derecho legal de apoderarse de ellos por sus
propios pecados? Si Satanás le robé algo, póngase en acción, ejerza autoridad
sobre este ladrón ¡y déle la orden en el nombre de Jesucristo que le devuelva
lo que le ha robado! Permítame que le dé un ejemplo práctico de un caso que nos
ocurrió y que tiene que ver con esto.
Temprano
en la mañana, un lunes de enero de 1995, Rebecca y yo debíamos tomar un vuelo a
la ciudad de México. El jueves anterior tuvimos una de las tormentas de lluvia
helada que han hecho famoso a Arkansas. Llovió literalmente durante cuarenta y
ocho horas. Hasta las ramitas más pequeñas de los árboles estaban cubiertas de
hielo. Aquello era hermoso, pero también muy devastador. La mañana del viernes
nos quedamos sin electricidad. Como vivimos muy metidos en el campo, nuestro
vecino más cercano vive a más de kilómetro y medio de distancia. El agua la
obtenemos de un pozo. De modo que, sin electricidad, no sólo no teníamos luz ni
calefacción, sino tampoco agua. Esa noche hizo mucho frío. El sábado por la
mañana no teníamos todavía electricidad, pero teníamos que viajar en apenas dos
días.
Estábamos
comenzando a preocupamos y salí a ver si podía encontrar dónde se habían roto
los cables y así ayudar a la compañía de electricidad a dar con el problema. Al
dirigirme hasta el extremo de nuestro terreno de una hectárea, descubrí que una
enorme rama se había desprendido de uno de nuestros pinos y había caído sobre
el cable principal que llevaba la corriente a nuestra propiedad. Pero en vez de
partir en dos el cable, todo el poste había quedado destrozado, hecho añicos
sobre el suelo. Parecía como si hubiera sido de cristal en vez de madera. todo
el equipo eléctrico que estuvo sobre el poste, incluido el medidor y el tablero
de control, eran ahora pedazos sobre el suelo. Sin embargo, el cable seguía
intacto, aunque en el suelo, conectado al poste caído.
Manejé
entonces cuarenta kilómetros hasta la población más cercana, e informé a la
compañía de electricidad lo que había ocurrido. Cuando se lo dije al gerente,
se limito a menear la cabeza y me dijo: “Lo siento Daniel, pero tenemos en este
momento más de nueve mil casas sin electricidad. Arreglar un poste es un trabajo
que toma tiempo. Esto significa que no podremos repararlo sino en, por lo
menos, una semana.”
También me
dijo que todo el equipo que había en el poste era de mi propiedad y que era mi
responsabilidad pagar por sustituirlo. Por lo tanto, no vendrían a repararlo
hasta que yo lo reemplazan, y me cobrarían el valor del trabajo. Todo eso
llegaba a más de mil dólares, que no teníamos.
Regresé a
casa desanimado. Tenemos dos señoras mayores, Frieda y Nancy, que viven en
nuestra propiedad y que nos ayudan cuidando de todas nuestras cosas mientras
estamos de viaje. No podía marcharme del país y dejarlas sin electricidad.
Tenía el temor, además, de que las tuberías del agua se congelaran y
estallaran. Además, no sabíamos de dónde saldría el dinero para los equipos
eléctricos. Cuando llegué a casa le expliqué la situación a Rebeca y le dije
que me parecía que tendría que viajar a México sin mi.
— Oh no,
estoy segura de que esa no es la voluntad de Dios — fue su firme respuesta.
— Pero no
creo que haya otra salida. No puede marcharme sin dejar resuelto el problema de
la electricidad, y no tenemos el dinero para adquirir todo ese equipo — dije.
— No sé
cuál es la respuesta, ¡pero estoy segura de que la voluntad.de Dios es que los
dos vayamos a México!
— dijo
ella. 4
¡Mujeres
al fin!, pensé disgustado mientras me sentaba en el sofá. ¡Parece que no
pensaran!
Estaba de
mal humor, me sentía frustrado y desanimado. Lo que no sabía e que Rebecca y
Frieda ya habían estado orando por mí. Mientras estaba allí sentado, con un humor
de perros, el Señor me habló de repente: “y, Quién te robo la electricidad?”
Me
incorporé en mi asiento de repente. ¡Por supuesto! No es normal que un poste
eléctrico de madera en buenas condiciones se parta por la base y se vuelva
añicos sobre el suelo. El poste estaba en buenas condiciones, y la madera no se
fragmenta como el cristal. Lo normal era que se hubiera roto el cable, no el
poste. Hasta ahora había dado por sentado que el destrozo y todo el daño se
debió al hielo acumulado sobre el poste, pero no era así. Satanás había robado
nuestra electricidad con el propósito de impedir que viajáramos a México.
Entonces
me puse de pie de un salto, salí otra vez y me dirigí hasta el poste. Parado
junto al poste y al equipo destrozados, ordené: “jSatanás! ¡En el nombre de
Jesucristo mi Señor, te ordeno que nos devuelvas hoy nuestra electricidad y
nuestro equipo eléctrico! ¡Tú los robaste, y
por lo
tanto, tienes que devolvérnoslos! ¡No voy a pagar por todo esto, ya que tú los
robaste! ¡Te ordeno que me los devuelvas, y lo harás hoy mismo!”
Dos horas
más tarde, no uno sino dos camiones de la compañía eléctrica llegaron trayendo
un flamante poste. Dos cuadrillas de hombres venían a restituirnos el servicio
eléctrico. Salí de la casa y me puse a trabajar con ellos. Pero no sólo
pusieron un nuevo poste, sino que también me ayudaron a reparar todo el equipo
eléctrico que se había dañado. Todo fue reparado y volvimos a tener
electricidad después de una hora.
— ¿Cómo es
que vinieron hoy a colocarnos el poste? Pensé que no podían venir hasta la
próxima semana —le pregunté al jefe de la cuadrilla.
— En
realidad no lo sé — contestó —. No teníamos ningún plan de venir por aquí, y
mucho menos a montar un poste. Pero recibí una llamada en la radio de mi camión
diciéndome que una cuadrilla de hombres se dirigían con un poste nuevo a su
casa y que yo debía parar lo que estaba haciendo para venir a ayudar a los
hombres a restablecer- le el servicio. Por lo tanto, aquí estamos.
¡Alabado
sea el Señor! ¿Se dan cuenta? Satanás había robado nuestra electricidad. Pero
soy un coheredero con Jesucristo, y a través de El tengo autoridad sobre el
ladrón para obligarlo a devolverme lo que me ha robado.
Nos fuimos
a México y el Señor bendijo maravillosamente las reuniones. El viernes por la noche
tuve la oportunidad de presentar el evangelio en una concentración de jóvenes
donde más de trescientos cincuenta adolescentes dieron su corazón a Cristo. Por
eso Satanás había tratado de evitar con tanto empeño que viajáramos.
Sin
embargo, ocurrió algo interesante. Después de nuestro regreso de México, me
dirigí a la compañía de electricidad para hablar con el gerente y darle las
gracias por haber enviado a los hombres con tanta rapidez a reparar el daño.
Cuando se lo dije, meneó la cabeza perplejo, y respondió: “Bueno, eso es algo
extraño. Yo nunca hice esa llamada para decirle a los hombres que fueran a su
casa. Nunca pude saber quién hizo la llamada.”
¡Yo sí sé
quien hizo la llamada: Satanás!
Un año después, nos encontrábamos viajando de
nuevo por América Central. Enseñamos este principio en Costa Rica y después
fuimos a Panamá en un autobús alquilado. Íbamos con varias personas de la
iglesia de Costa Rica donde habíamos estado dictando conferencias. Al regresar
de Panamá a Costa Rica, dos jóvenes tuvieron la oportunidad de ver funcionar
este principio.
Hay dos
aduanas fronterizas para los dos países: una en Panamá y otra en Costa Rica, y
la distancia entre ambas es de más o menos una cuadra. Este espacio está lleno
de toda clase de tiendas pequeñas. Mientras esperábamos en la primera aduana,
en suelo panameño, todos bajaron del autobús y se pusieron a comprar en las
tiendas situadas a ambos lados de la frontera, porque allí los artículos son
más baratos. Después regresaron al autobús y nos dirigimos a la siguiente
aduana. En esta ocasión, dos de los jóvenes entraron al autobús conversando
entre sí en español. Cuando llegamos a la aduana de Costa Rica y esperábamos
sentados, una mujer llegó corriendo, subió al autobús y le entregó a los
jóvenes un poco de dinero, al tiempo que decía algo jadeando, y se marchó
rápidamente. Los jóvenes comenzaron a reír y a alabar al Señor. Entonces les
preguntamos qué había sucedido. Nuestro intérprete nos dijo que cuando estos
dos jóvenes fueron a cierta tienda a comprar, el dueño se quedó con diez
dólares que les pertenecían a ellos. Se lo reclamaron, pero el hombre se negó a
escucharlos y los echó de la tienda. Mientras ellos estaban en la acera frente
a la tienda, hablando de la situación, recordaron lo que les habíamos enseñado
en cuanto a enfrentar al ladrón. Entonces ejercieron autoridad sobre Satanás,
el ladrón, y en el nombre de Jesucristo le ordenaron que les devolviera lo que
les había robado a través del dueño de la tienda. Después de esto regresaron al
autobús. La mujer que había llegado corriendo por la calle hasta el autobús era
la esposa del comerciante. Ella les devolvió los diez dólares a los jóvenes y
les pidió disculpas. ¡El ladrón fue obligado a devolver lo que había robado!
Desde que comenzamos a enseñar esta poderosa
herramienta de lucha espiritual, hemos tenido el privilegio de escuchar muchos
testimonios de cómo las personas están aprendiendo a ser reyes por medio de
Jesucristo y de cómo han estado obteniendo la victoria sobre el ladrón
gracias por enseñarme y desafiarme a reclamar y recuperar lo que el diablo nos ha robado.
ResponderBorrarGracias primero a Dios por permitir que ustedes sean un buen instrumento y nos enseñe a recuperar todo lo que perdido Dios nos ah dado la autoridad gracias por todo.
ResponderBorraruna enaeñansa poderosa que con todo gusto boy a compartir cuanto me sea posible si me gustaria conocer sus apellidos para darles el credito mil geacias Daniel y Rebeka
ResponderBorrarGracias excelente enseñanza muy clara y los testimonios !!! Dios los bendiga grandemente
ResponderBorrarWAO QUE ENSEÑANZA LO PONDRE EN PRACTICA MUCHAS GRACIAS, DIOS LES BENDIGA.
ResponderBorrarWaooo q poseroso 🥳🥳🥳🥳🥳🥳🥳
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