Para que ustedes comprendan esta última
lección, yo (Rebecca) tengo que presentar un poco de la historia de Daniel y
luego, de nuestra vida y circunstancias que hemos vivido juntos en el
matrimonio. Debemos, sin embargo, comenzar por decir que Dios permite que hayan
distintas etapas en nuestra vida.
Todo tiene
su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Tiempo de
nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado;
tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar;
tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar;
tiempo de esparciipied ras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y
tiempo de abstenerse de abrazar; tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo
de guardar, y tiempo de desechar; tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo
de callar, y tiempo de hablar; tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de
guerra, y tiempo de paz.
Eclesiastés
3:1-8
Daniel y yo hemos experimentado distintas
épocas en nuestra vida, al igual que todo hombre, mujer o niño de este mundo,
ya sea cristiano o no. Pero las cuestiones que cada persona en particular debe
considerar son las siguientes: ¿Cómo experimentaré estos tiempos? y ¿Qué
aprenderá de ellos? Habrá épocas de aflicción y de sufrimiento en nuestra vida,
pero Satanás tratará de prolongarlos y de mantenernos todo el tiempo sufriendo
y derrotados. Pero la voluntad de Dios es que disfrutemos otra vez de tiempos
de gozo y de prosperidad. Es a través de estas etapas que Dios nos enseña
muchas lecciones valiosas.
Hace cinco años y medio (al momento de
escribir esto) que el Señor hizo un milagro y permitió una inmensa bendición en
mi vida: mi esposo Daniel. Necesito contarles un poco de su historia personal y
luego, de nuestra vida juntos después de nuestro matrimonio, para que puedan
entender las importantes lecciones que hemos aprendido juntos.
Daniel nació en el seno de una familia judía
muy rica, eran banqueros internacionales. Su familia no era judía ortodoxa, sino
judíos que se guiaban por la cábalal, un sistema esotérico judío de magia y
misticismo.
1 La cábala es una recopilación de escritos
que comenzaron a formar, poco después del alio 70 d.C., los rabinos que huyeron
de Jerusalén poco antes que la ciudad fuera conquistada por Tito. La cábala ha
sido ampliada y revisada con el paso de las generaciones. Hoy día, goza de
aceptación entre los judíos ricos, y muchas creencias cabalísticas son muy
populares en esos círculos elitistas. La cábala es una religión de poder, es
decir, de poder espiritual. Es la continuación de las antiguas formas de
adoración a Baal y a Moloc, las cuales Dios condenó severamente a través de
todo el Antiguo Testamento. Es, en realidad, una forma de adoración a Satanás,
pero la gente que participa en ella jamás utiliza el término “Satanás”, sino
que enseñan y sirven al “Maestro”. Muchos llaman simplemente a la cábala un
conjunto de creencias espirimales o una filosofía, lo cual es un concepto
engañoso. Los cabalistas no enseñan a sus hijos los Diez Mandamientos ni los
escritos de Moisés, excepto en una forma muy pervertida.
Daniel nació en los Estados Unidos, pero a la
edad de seis años fue enviado al extranjero a un internado de primera clase.
Después de entrar a la escuela no volvió jamás a ver a sus padres, y como
adulto su único contacto con ellos ha sido a través de sus abogados. En la
escuela estuvo hasta la edad de diecinueve años, y posteriormente hizo estudios
universitarios en Suiza.
El internado de su niñez era un centro de
prácticas cabalísticas, y allí estuvo Daniel sujeto a un severo maltrato
ritualista durante todos los años que duraron sus estudios. Deprimido por los
oscuros y siniestros corredores donde vivió y anduvo durante esos trece años, y
a pesar de todo el odio y de toda la amargura que lo consumían, Dios descendió
hasta él. El Padre, el verdadero Padre de toda la humanidad, permitió que su
amor y su luz tocaran y protegieran a Daniel desde temprana edad y a través de
toda su vida. Jesucristo estuvo todo el tiempo pendiente de él, aunque él no
sabía quién era Jesús.
Porque la mano de Dios estaba sobre su vida,
un destello de bien quedaba todavía a en lo más profundo de su ser, en medio de
toda la maldad que había en su interior. En él seguía presente una noción de lo
que era bueno y de lo que era malo; era un clamor interior, del que a menudo ni
siquiera estaba consciente, por lograr que todo lo malo que había en su vida
fuera transformado en bueno. Es que Dios escoge a sus siervos a pesar de lo
buenos o malos que parezcan a nuestros ojos. La Biblia nos muestra que muchos de los siervos escogidos de Dios,
desde Moisés hasta Pablo, crecieron practicando las cosas más abominables hasta
que un día la iluminación del único Dios verdadero tocó la vida de ellos.
Dios tocó por primera vez a Daniel poco
después de su llegada al internado. Dos hombres, que él jamás había visto
antes, vinieron a recogerlo a la suntuosa casa. Pero a pesar de que se había
criado con institutrices, no era diferente al resto de los demás niños: deseaba
tener el amor y el cuidado de sus padres, y la estabilidad de un hogar. Su
madre no se molesté en despedirse de él, sino que con la mayor frialdad le
ordenó que acompañara a los dos hombres. Después de un largo viaje al
extranjero, Daniel fue llevado a los niveles subterráneos de la escuela y
puesto en un estrecho cuarto sin ventanas. Nadie hablaba con él ni le decían lo
que estaba sucediendo. El cuarto tenía sólo una cama, una mesa, una silla, una
enorme vela y un depósito para agua en un rincón que le servía de retrete. La
puerta tenía la cerradura por el lado de afuera, lo que lo mantenía como un
prisionero en la habitación. Nadie sabía de sus gritos y de sus temores. Su
único contacto con seres humanos eran los hombres que venían a darle comida y a
enseñarlo.
En esas terribles primeras semanas, el deseo
de escapar lo consumía y un día se le presentó una oportunidad. Uno de los
hombres que le traía la comida olvidó cerrar completamente la puerta al entrar.
En un instante, Daniel atravesó la puerta y se encontró en el pasillo. En su
prisa por huir, haló la puerta y la cerró tras él, retardando así la
persecución por parte del hombre que había quedado encerrado dentro. Daniel
recorrió el primer pasillo y luego el siguiente, pero para angustia suya se dio
cuenta de que las puertas que conducían a las escaleras que llevaban al primer
piso y a la libertad estaban todas cerradas con llave. Por último, llegó a
rastras a un pequeño y oscuro cuarto que estaba sin llave. Pensaba que allí
estaría a salvo y se quedó dormido. Pero la paz no le duró mucho:
el cuarto que él pensó que sería un refugio
seguro era en realidad una cámara de castigos usada para torturar a los niños
que disgustaban a sus maestros. Era un pequeño cuarto redondo, de apenas unos
cuantos pies de diámetro, que se comunicaba con el piso de arriba por medio de
una tapadera.
Cuando los rabinos lo encontraron, cerraron
con llave la habitación, quitaron la tapadera y dejaron caer sobre él miles de
arañas, muchas de ellas venenosas. Cuando las arañas comenzaron a arrastrarse
sobre todo el cuerpo de Daniel, picándolo sin misericordia, clamé angustiado:
“, Es que no le importo a nadie? ¿No hay
nadie en el mundo que me quiera?”
De inmediato, un rayo de luz intensa atravesé
el edificio, y llegó hasta el pequeño cuarto donde Daniel estaba encogido de
miedo, temblando y llorando sobre el piso. El no tenía idea de lo que era la
luz, pero sí recuerda que de la luz salían dos brazos y que una hermosa voz le
decía:
“Sí, te quiero y me importas.” 1
Esos brazos sostuvieron a Daniel y lo
abrigaron. Çonfortado, se durmió en los brazos de Jesucristo. Cuando desperté,
todas las heridas causadas por las arañas habían sido curadas, y desde ese
momento las arañas dejaron de picarlo.
Para un niño que amaba la vida al aire libre
y el campo con todo su corazón, la vida dé encierro en un cuarto tañ pequeño
era demasiado cruel. Día tras día, que le resultaban interminables, los rabinos
venían a enseñarlo. Daniel se rebelaba todo el tiempo y siempre estaba en problemas,
por lo que el castigo era inmediato y muy severo. Estando allí fue obligado a
asistir y a participar en ritos de crueldad indescriptible en la adoración de
esas personas al Maestro. Daniel nunca supo lo que eran el amor, la compasión,
la bondad. Por lo tanto, su corazón se volvió insensible, vacío de toda
emoción, excepto de ira, odio y amargura. Esto hizo que aquel niflito creciera
endurecido. Pero por ser sobremanera inteligente, se dedicó por completo a sus
estudios, determinado a obtener el mayor número de conocimientos para poder
algún día vengarse de sus verdugos. A pesar de que todavía era un niño, Daniel
sabía que el conocimiento era poder. final
Cuando cumplió doce años tuvo que enfrentar
un rito y una etapa muy importante en su vida. Fue declarado mayor de edad, y
esta ceremonia exigía un sacrificio especial. Daniel ofrendaría su libre
albedrío al Maestro y le juraría fidelidad para siempre. Cuando él llegó a esta
parte de la ceremonia, y levantó una copa de plata que contenía su propia sangre
y que dirigió hacia el trono del Maestro para decir sus votos, un rayo de luz
atravesó la habitación. Este hizo añicos la copa antes que Daniel pudiera
beberla o terminar sus votos. Entonces una voz que salía de la luz le dijo que
sus acciones no eran del agrado de YO SOY. Esta voz también le dijo a Daniel
que él no serviría al Maestro, porque fue llamado para servir al único Dios
verdadero. Cuando la copa se hizo añicos, se le incrustaron en las manos
fragmentos de plata, y estas cicatrices las conserva hasta hoy. ¡No hace falta
decir que aquel rito cesó bruscamente y todo el mundo salió huyendo de la
habitación! Daniel quedó con muchas preguntas, pero sin ninguna respuesta.
La luz volvió a aparecerle una vez más a
Daniel el día que abandonó para siempre aquella odiada escuela. Dios lo puso a
prueba ese día, diciéndole que lo había llamado a su servicio para que fuera
una voz a su pueblo. Pero Daniel le dijo bien claro a Dios que lo dejara en
paz. ¡El no tenía intenciones de estar al servicio de nadie, sino de él mismo!
Los siguientes años de su vida los pasó huyendo de Dios. No imaginaba cuán
implacable sería el Sabueso del cielo (como llamaba Francis Thompson al Señor).
Durante los años que pasó en la escuela,
Daniel se adiestró con gran intensidad en las artes marciales, y poco después
de lograr su libertad viajó al Tíbet para aumentar y perfeccionar sus
conocimientos. Por la intensa irritación y el odio que lo consumían, y por su
capacidad en las artes marciales, Daniel se convirtió literalmente en un pendenciero.
Poco después de salir del internado, Daniel
heredó una fortuna. Posteriormente, al terminar sus estudios superiores en
Suiza, se dedicó al negocio de su abuelo y adquirió muy pronto poder y gran
influencia en los negocios de su familia. También fundó compañías propias. Pero
era una persona vacía, desgraciada y ambiciosa.
Las únicas cosas que le proporcionaban algún
placer eran las peleas, hacer dinero y destacarse en toda actividad riesgosa.
Los autos de carrera y el esquí eran dos de sus pasiones. El dinero se
convirtió para él en un juguete; el poder era su dios. Los salones de fiestas
se convirtieron en su casa; viajaba sin cesar por el mundo, yendo siempre tras
algo que no sabía lo que era y que jamás encontraba.
Como ocurre normalmente en familias tan
acaudaladas como la de Daniel, sus padres le arreglaron un matrimonio para
aumentar el patrimonio de la familia. Daniel tenía entonces quince años y Kai
doce cuando los hicieron comprometerse en una ceremonia. Daniel odiaba tanto a
sus padres que juró en esa ocasión no cumplir jamás con sus deseos de que se
casara con Kai.
Por último, cuando llegó a la edad de treinta
años, sus padres ejercieron su poder y le arrancaron los bienes a Daniel. Tenía
que tomar una determinación: enfrentar la vida sin un centavo o casarse con
Kai. Capituló y se casó con Kai, pero esta vez toda su irritación y su odio se
volcaron hacia ella por el matrimonio al que había sido obligado.
Kai era una mujer hermosa, talentosa y rica.
Ella también había sufrido terribles maltratos porque ihe criada en la cábala.
Sin embargo, a pesar de todo el maltrato, tenía un corazón amoroso y deseoso de
conocer la verdad. Daniel recuerda bien lo que ocurrió un día, más o menos
cuatro años después de haberse casado. Iban por la autopista que corre paralela
a la costa de California y Kai le pidió que detuviera el vehículo para ver una
hermosa
puesta
de sol sobre el Océano Pacífico. De repente, se volvió a Daniel y le dijo: “Ves
toda esa belleza? ¡Yo sé que el dios que servimos no pudo haber creado tanta
hermosura! Es un dios que sólo quiere destrucción, dolor y sufrimiento. Voy a
buscar al Dios que creó todo esto. Voy a buscarlo hasta encontrarlo, y luego le
serviré.”
Daniel no tomó en cuenta sus comentarios,
pero menos de un año después Kai tuvo un encuentro con Jesucristo y con gozo lo
aceptó como su Señor y Mesías. ¡Esto tras- tomó la vida de Daniel! Kai sufrió
una transformación completa. Se llenó de paz, confianza y gozo, y daba a
conocer las buenas nuevas de su Salvador a todo el mundo. Los socios
comerciales de Daniel se sintieron molestos por esto, y tanto su familia cdmo
la de Kai también se molestaron. ¡Daniel también estaba molesto! Pero nada
hacía desistir a Kai. Muy pronto Daniel comenzó a recibir llamadas amenazantes
de los padres de ambos.
— ¡Haz callar a Kai! — le ordenaban.
— ¿Por qué no la hacen callar ustedes? — fue
su áspera respuesta —. Ustedes la obligaron a casarse conmigo. Yo no quería
casarme con ella. Vean si pueden callarla. Mátenla si quieren. Eso a mí no me
importa.
Kai no era sino una fuente de irritación en
la vida de Daniel. Sin embargo, al mismo tiempo él deseaba ansiosamente otra
cosa, pero no sabía qué era.
Un día, Kai entró a su oficina en Suiza.
— Daniel, dime por favor — le dijo ella —,
¿qué es necesario que ocurra en tu vida para que aceptes a Jesucristo como el
Mesías y Dios verdadero?
Por primera vez en su vida, en vez de
golpearla o gritarle, Daniel se puso a pensar.
— Si tu Dios es tan verdadero como dices,
entonces que me haga sentir amor por alguien — le contestó él.
— No será ningún problema — respondió Kai
Sólo
— ¿Qué quieres decir?
— Lo que oíste. Sólo pídeselo. Pídele que te
haga amar a alguien.
Daniel meneó la cabeza, lamentando lo que
acababa de decir. Luego, encogiéndose de hombros.
— Muy bien, si hay algún Dios tan sabio al
que no estoy obedeciendo — dijo con sarcasmo —, entonces te pido Dios que me
hagas amar a alguien.
Después de decir esto, se dio vuelta
rápidamente, salió de la habitación y se olvidó del asunto.
Daniel olvidó muy pronto todo lo ocurrido,
¡pero Dios no! Más o menos dos semanas después, Daniel recibió una llamada del
abogado de sus padres para decirle que hiciera callar a Kai. Pero esta vez, en
lugar de dar la respuesta acostumbrada, dijo: “Oiga, déjenla en paz! Ella es mi
esposa y puede hacer todo lo que venga en gana. Déjenla en paz o tendrán que
vérselas conmigo.”
Dicho esto colgó bruscamente el teléfono y se
quedó mirándolo. “j,En realidad dije eso?”, se preguntó.
Su simpatía por Kai fue gradualmente en
aumento en las semanas que siguieron, y su actitud hacia ella sufrió un cambio
radical. Se dio cuenta de que quería protegerla y pasar tiempo en su compañía.
Por primera vez notó cuán hermosa era. Y Kai se dio cuenta también del cambio
en él.
ICai se acercó de nuevo a Daniel.
— Me amas, ¿verdad? — le preguntó ella.
Daniel se puso inquieto.
— En realidad no sé — dijo—. No sé lo que es
el amor. No puedo decirte que te amo.
— Bueno, yo sí puedo decirte que me amas —
dijo Kai sonriendo —. Dijiste que creerías en Jesucristo si Él te hacía amar a
alguien. Ahora que lo ha hecho, ¿lo aceptarás como tu Señor y Mesías?
pídeselo.
— ¡No! — fue la respuesta de Daniel. final
Dicho esto, se negó rotundamente a continuar
hablando del asunto.
Transcunjeron algunas semanas y Kai se acercó
de nuevo a él.
— Daniel, te hablo en serio — le dijo ella —.
¿Qué necesitas para convencerte de que Jesucristo es el Mesías?
Daniel estaba molesto por su persistencia,
pero por su sentimientos----
hacia
ella le resulté imposible responderle con la irritación acostumbrada. Sin
embargo, seguía buscando la manera de librarse de ella.
Por los maltratos que había recibido cuando
niña y joven, Kai tuvo que someterse a una histerectomía parcial poco después
de su matrimonio y había quedado incapacitada para tener hijos. Pero en lo
profundo de su corazón, Daniel había abrigado siempre el secreto deseo de tener
un hijo; un deseo que nunca había manifestado, ni siquiera a sí mismo.
— Si tu Dios existe, que quedes embarazada —
por fin le dijo a Kai.
— Eso no es ningún problema — fue la
respuesla de ella.
Y allí mismo, justo en medio de su oficina,
cayó de rodillas y con toda sencillez y suavidad le pidió al Señor que le diera
un nuevo útero y un hijo. No volvieron a hablar más del asunto, y en medio de
la presión de sus negocios y de sus continuos viajes Daniel se olvidó pronto
del asunto.
Tres meses después, Kai irrumpió en la
oficina de Daniel con el rostro radiante. ¡En su mano tenía la prueba de
ultrasonido que mostraba a un feto perfectamente formado en un útero
perfectamente normal! Aun así, Daniel se negó a aceptar a Jesucristo. Sin
embargo, el embarazo de Kai fue la gota que derramé el vaso de agua para ambas
familias. ¡Como si no fuera suficiente que Kai
hubiera decidido servir a un Dios gentil,
uhora estaba embarazada gracias a ese Dios!
Daniel supo a través de un amigo que las dos
familias habían contratado a hombres para que los capturaran y obligaran a Kai
a renunciar a su fe en Cristo, o si no la matarían. Pór primera vez en su vida
Daniel fue embargado por el miedo. De pronto, todos sus poderes de nada le
servían. Por lo tanto, él y Kai huyeron.
Estuvieron huyendo durante tres meses, pero
por la voluntad permisiva de Dios fueron atrapados. Daniel descubrió que todos
sus poderes lo habían abandonado cuando más los necesitaba. Con su experiencia
en las artes marciales, normalmente habría derrotado a los cinco trnatones,
pero esta vez se sintió impotente y asustado; lo cual era una experiencia
totalmente nueva para él. Fueron llevados a Israel donde Daniel fue encadenado
a una pared y obligado a ver como Kai, su primer y único amor, era torturada
hasta morir.
La muerte de Kai, con todo y lo espantosa que
fue, resultó en una completa victoria. Daniel jamás había visto tanto poder.
Kai le dijo todo el tiempo a sus captores que los perdonaba, que Jesucristo era
el verdadero Dios y Mesías, y que El era un Dios de amor, mientras que el
Maestro de ellos era un dios de odio.
“Mi Dios, Jesús, está dentro de mí. Él es un
Dios de amor. No importa lo que ustedes me hagan, no pueden causarme daño
porque Jesús está ahora mismo aquí, dentro de mí”, les decía.
Kai no sentía ningún dolor, no importa lo que
la hicieran sufrir. Hasta su muerte, estuvo cantando himnos de alabanza y dando
testimonio de la gloria de su Dios. Por fin, Daniel se hallaba frente a frente
con el formidable poder de Jesucristo. Ya no había forma de escapar. El Maestro
de Daniel lo había abandonado completamente cuando más lo necesitaba. No había
palabras para describir final
el
horror y el dolor de esos terribles momentos en la vida de Daniel.
Después de la muerte de Kai, la familia de
Daniel pensó que él volvería a sus negocios y que se casaría de nuevo. Pero en
vez de eso, se fue a los Estados Unidos donde se escondió en una cabaña en las
montañas y se puso a estudiar la
Biblia de Kai durante todo un año. Abrumado por el pesar,
estaba desesperado por saber quién era ese Dios de Kai. Al comienzo se puso a
estudiar la Biblia
con rabia, tratando de probar que el Dios en quien Kai creyó y que se la había
quitado, era un impostor. Pero en vez de esto, encontró la verdad. Un año
después de la muerte de lCai, Daniel cayó de rodillas, se arrepintió de sus
pecados y aceptó a Jesucristo como su Señor, Salvador y Mesías. Abandonó su
familia y sus riquezas, y decidió, con toda sinceridad, seguir la senda a la
que Dios lo había llamado desde haóía tantos años.
Casi cuatro años después de la muerte de Kai,
Dios hizo por medio de una serie de milagros, que Daniel y yo nos conociéramos.
Esto ocurrió el 7 de noviembre de 1989 y nos casamos el 10 de diciembre del
mismo año. Lo maravilloso de un matrimonio como el nuestro, un matrimonio
literalmente arreglado por Dios y centrado en Jesucristo, es la total unidad
sobrenatural y el amor que Dios nos ha dado. ¡Dios nos ha hecho uno! La efusión
del Espíritu Santo en nuestra vida es motivo de gozo para nosotros. Cuando el
Señor le muestra a uno de nosotros algo, también le nuestra lo mismo al otro.
De esta manera Él nos confirma todo el tiempo que estamos siendo guiados por el
Espíritu Santo.
A la familia de Daniel le enfureció saber que
él aceptó a Cristo, y creo que soy exageradamente modesta al decir que tampoco
se sintieron agradados cuando se casó conmigo. Esta familia es muy poderosa,
tanto económica como
políticamente y es responsable de habernos
tratado de hacer la vida imposible desde que nos casamos.
Después de nuestro matrimonio, nos mudamos de
California a Iowa. Daniel pastoreaba una pequeña pero creciente congregación, y
nuestro ministerio estaba creciendo. Un año después de nuestro matrimonio, la
familia de Daniel se unió contra nosotros tratando de destruimos, y para esto
se valieron de policías corruptos y de cristianos practicantes que vivían en
nuestra zona, e inventaron falsas acusaciones contra Daniel.
Una noche de febrero de 1991, nos
encontrábamos accidentalmente friera de casa, en otro lugar, y nuestra
secretaria nos cuidaba la casa. Cerca de la medianoche, diez hombres vinieron a
la vivienda y derribaron violentamente la puerta. Tres de los hombres eran
policías, y el resto no. Agarraron a nuestra secretaria, la trataron con mucha
brutalidad y la mantuvieron a punta de pistola durante varias horas mientras
saqueaban nuestra casa. Después acercaron un camión hasta la puerta y sacaron
la mayor parte de nuestras pertenencias. ¡Esa noche perdimos todo lo que
teníamos, menos el automóvil en que andábamos y la ropa que teníamos con
nosotros!
Poco después arrestaron a Daniel y lo echaron
en la cárcel. ¡No tengo palabras para describir la pesadilla en que se
convirtió nuestra vida! Durante cuarenta días, Daniel fue llevado en avión de
un lado a otro de los Estados Unidos, de una cárcel a otra, de la Ceca a la Meca , mientras que yo
recorría en mi auto todo el país tras él, tratando de conseguir con
desesperación un abogado que le pusiera fin a esta locura. Varios asesinos
fueron enviados para tratar de matar a Daniel, pero todas las veces el Señor lo
protegió de manera sobrenatural. Durante esos espantosos días, Daniel tuvo el
privilegio de conducir a varios hombres a Jesucristo. Pero el estrés y la
angustia
eran
tan severos que cada uno de nosotros perdió veinte kilos de peso en esos
cuarenta días.
Debido a un importante litigio judicial que
todavía aguarda una determinación, no tengo la libertad de dar los detalles del
caso. Pero permítame que lo resuma así:
Daniel pasó un total de ochenta días en
diferentes cárceles, y después de esto hemos tenido una batalla legal de tres
años. Quedamos arruinados, ya que todo lo gastamos en abogados. Créanme: ¡no se
hace justicia en los tribunales de los Estados Unidos si uno no tiene dinero!
Por no haber podido continuar pagando la
hipoteca de la casa, la perdimos y no estábamos en condiciones de adquirir
otra. Por eso, durante más de tres años vivimos primero en una casa rodante y
después en varios remolques “quinta rueda”, un tipo especial de vehículo
recreativo. Por fin, el Señor nos llevó a establecernos en Arkansas, donde
vivimos ahora. Estábamos trabajando y comenzábamos a tener estabilidad
económica, pero el Señor nos habló y nos ordenó renunciar a nuestros trabajos
para dedicarnos a tiempo completo al ministerio. Obedecimos al Señor y en
agosto de 1993 estábamos viajando, y en febrero del año siguiente estábamos en
la más completa bancarrota.
En ese tiempo descubrimos que hay poca
honradez entre el liderazgo cristiano. En la mayoría de los lugares donde
hablábamos, se recogían ofrendas de amor para nosotros, pero los pastores nos
daban un cheque por doscientos o trescientos dólares y guardaban el resto de la
ofrenda para la iglesia. Esta cantidad que nos daban no cubría ni siquiera
nuestros gastos de viaje, cómo entonces podía proporcionarnos algo para vivir.
Nos percatamos que si no regresábamos a
nuestros trabajos perderíamos aun nuestro “quinta rueda”y terminaríamos en la
calle. Por lo tanto, estábamos totalmente desanimados y derrotados.
Esa semana, mientras tratábamos de decidir
qué hacer, Daniel recibió una oferta de trabajo maravilloso. El único problema
era que si lo tomaba, no podríamos viajar y ministrar, y él tendría que firmar
un contrato por cinco años. Daniel le dijo a la persona que le daría su
respuesta en dos semanas. Habíamos decidido que si el Señor no hacía algo muy
preciso para darnos a conocer su voluntad, o si no había ningún cambio en
nuestras circunstancias durante esas dos semanas, abandonaríamos del todo el
ministerio para dedicamos al trabajo secular.
Estoy segura de que algunos de ustedes que
leen este libro, .están ahora en el punto del desánimo y la derrota en su vida.
Han hecho todo lo humanamente posible pata de todo corazón obedecer al Señor y
agradarlo. Pero aun así se sienten derrotados. Así como nos sentíamos nosotros
en esa negra etapa de nuestra vida. Gemimos, oramos, ayunamos y buscamos al
Señor, pidiéndole que nos revelara si había algún pecado oculto del que no
estábamos conscientes. Pero no lo había. Reprendimos entonces a Satanás y
ordenamos que cualquier maldición que hubiera contra nosotros fiera quebrantada
en el nombre de Jesucristo. Pero todo esto fue en vano.
Durante ese período de dos semanas teníamos
el compromiso de viajar a Denver, Colorado, para dar unas conferencias.
Llegamos allí, pero nos enteramos de que el hombre que nos había invitado nos
había mentido y que no había ninguna conferencia. Estábamos inmovilizados, sin
dinero para regresar a nuestro “quinta rueda” de Arizona. Parecía que habíamos
llegado al final de la cuerda. ¡Pero cuando llegamos allí, el Señor está
preparado para enseñarnos algunas de las lecciones más profundas que
aprenderíamos en la vida! El tribunal final de apelación 165
[Jesús
dijo] En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.
Juan
16:33
Teníamos un amigo en Denver que nos consiguió
una casa donde podíamos quedamos durante varias noches; otro hermano cristiano
nos auxilié y, dirigido por el Señor, nos puso en contacto por teléfono con una
hermana cristiana de la zona. Yo no la conocía y ella tampoco me conocía a mí,
pero el Señor le había comunicado a este hermano que debía ponernos en
contacto. Allí estábamos al teléfono, sin tener la más leve idea de qué hablar.
No iba a contarle a una pérsona completamente extraña nuestros enredos, pero
ella dijo: “En realidad, no tengo nada que decirle, excepto esto: Por alguna
razón, el Señor ha puesto en mi corazón que ustedes necesitan percatarse de
que, a veces, llegamos al punto en nuestra vida donde necesitamos poner en
práctica el hecho de que Dios el Padre es nuestro Padre celestial, pero también
el Juez del Universo. A veces, por lo tanto, tenemos que ir a su tribunal y
pedirle que juzgue nuestra causa.”
Eso fue todo lo que dio. Le di las gracias y
colgué.
Después, esa misma noche, le dije a Daniel lo
que la hermana me había dicho. Permítame recordarle que hasta ese momento no
habíamos tenido sino experiencias atroces en los tribunales, muchas veces debido
a jueces injustos y a falsas acusaciones. ¡Poner los pies en un tribunal era lo
último que alguno de nosotros dos quería hacer! Por lo tanto, cuando le hablé
sobre el asunto a Daniel, su respuesta fue: “Estás loca! ¡No necesito que Dios
juzgue mi causa! ¡Lo que necesito es su misericordia! ¡Olvídalo!”
El Espíritu Santo, sin embargo, continué su
obra de convencimiento y me trajo a la mente el asunto una y otra vez. Sabía
que Satanás era quien nos estaba derrotando, y también sabía que sólo Dios
podía derrotarlo. Tenía miedo de presentarme en un tribunal, pero el Espíritu
Santo continué apremiándome. Por fin esa
noche, como a las tres de la madrugada, me levanté de la cama y me fui a la
sala, que estaba a oscuras, para tratar de guiarme según la Palabra de Dios para
nosotros. Me había hecho un gran examen de conciencia a mí misma y había orado,
pero no había podido descubrir ningún pecado que Daniel o yo no hubiéramos
arreglado con Dios. Tampoco estábamos cometiendo algún pecado del que
estuviéramos conscientes. También me di cuenta de que uno no va a un tribunal y
se presenta ante un juez sin estar preparado. Sentí que el tribunal de Dios era
aún más serio que los tribunales de la tierra, y por eso organicé con mucho
cuidado mis peticiones. Voy a decirle exactamente la oración que hice esa noche
para que pueda comprender mejor el concepto.
El primer asunto era mi derecho a presentarme
delante del Juez del Universo. Por supuesto, este derecho no se podía
fundamentar en algo bueno que Daniel o yo hubiéramos hecho, porque la Biblia dice que la justicia
de los hombres es como trapo de inmundicia a la vista de Dios (Isaías 64:6).
Por lo tanto, únicamente podía presentarme bajo el amparo de la sangre preciosa
de Jesucristo. Sólo podía valerme de su justicia, no de la mía. En segundo
lugar, ya que Dios nos había hecho a Daniel y a mí una sola carne, sentía que
podía presentarme ante el Señor tanto en nombre de él como en el mío. Por lo
tanto, me postré sobre mi rostro delante del Señor y oré de esta manera:
Padre:
En el nombre de Jesucristo tu hijo,
humildemente vengo ante tu presencia. En el nombre de Jesucristo, solicito de
ti que me permitas venir delante de tu trono como Juez del Universo. Solicito
de ti que me concedas una audiencia. Te estoy pidiendo que juzgues entre mi
esposo y yo, y
Satanás. Por lo tanto, solicito de ti que Satanás venga y que esté presente en
esta audiencia.
No sé si Satanás estuvo o no allí, pero me
imagino que sí. Cuando dije esas palabras, me sentí inundada por la presencia
del Señor y supe que estaba en realidad en el tribunal celestial. Seguí orando:
Padre:
Quiero que esté bien claro que vengo a ti
sólo bajo el amparo de la preciosa sangre de Jesucristo. Daniel y yo no tenemos
ninguna justicia propia, sino únicamente la justicia de tu Hijo. Tengo ahora
varias peticiones que quiero presentarte en el nombre de Cristo.
• 1. Solicito de ti que juzgues de una vez
por todas:
¿Nos has llamado a Daniel y a mí a un
ministerio a tiempo completo para ti? Mi esposo yyo creemos con todo el corazón
que sí nos has llamado. Si juzgas que sí, humildemente me permito decirte que
es tu responsabilidad darnos los medios para realizar el trabajo que nos has
mandado hacer.
• 2. Te pido que escudriñes mi corazón y el
de Daniel, y juzgues: ¿Estamos en realidad haciendo tu voluntad, sin importar
el precio? Si tu juicio es que hemos demostrado nuestra disposición de hacer tu
voluntad, entonces me permito decirte que sabes — como nosotros y Satanás
también — que el maligno nos ha impedido cumplir tu voluntad. Te estoy pidiendo
que des una orden que sujete a Satanás y a sus huestes para que dejen de impedirmos
hacer tu voluntad.
• 3. Padre, sé por tu Palabra que tú permites
que Satanás pueda zarandearnos. Pero también sé por tu Palabra que el zarandeo
tiene término. .Jesús le
dijo a Pedro que había orado por él a fin de
que después de ser zarandeado fuera fortalecido para confirmar a los hermanos
(Lucas 22:3 1,32). Padre, humildemente me atrevo a decirte que creo que este
proceso de zarandeo ya ha sido lo suficiente largo en nuestra vida. Te estoy
pidiendo que le pongas punto final. Señor, si has juzgado que nos has llamado
al ministerio, y que nuestro corazón está totalmente dispuesto a obedecerte, te
ruego que ordenes a Satanás que no nos siga tentando y zarandeando para que
podamos ocuparnos del trabajo que tú nos has mandado hacer. No podemos cumplir
cabalmente todo lo que nos has mandado si continuamos siendo zarandeados.
Mi siguiente petición tuvo que ver con
Daniel. Desde el comienzo de nuestro matrimonio, él era atormentado con
pesadillas y con el recuerdo de escenas pasadas, tanto de la tortura y muerte
de Kai como del maltrato de que él fue víctima en su niñez. Estas pesadillas se
producían a pesar de su plena liberación, de nuestras oraciones y ayunos, y de
nuestras reprensiones a Satanás. Nada de lo que había surtido efecto.
• 4. ¡Señor, solicito de ti que obligues a
Satanás y a sus demonios a dejar de atormentar ami esposo con pesadillas y
recuerdos! ¡Ya basta! Siento que no tienen el derecho de seguir haciendo esto,
y por lo tanto, te pido que termines este tormento para siempre.
Desde que se produjo el arresto de Daniel,
ambos vivíamos bajo una nube de temor, y estábamos muy conscientes de la
realidad del temor. Oramos contra ese temo; ayunamos, lo reprendimos e hicimos
todo lo que sabíamos hacer pero no podíamos libramos de él. Muchas noches me
levantaba de repente sudando frío y aterrorizada, pensando que había oído a
alguien derribando nuestra puerta para prender a Daniel otra vez. Habíamos
servido por más de dos años a pesar del temor, pero sabíamos que aquello era un
estorbo que no nos permitía dedicarnos por completo a lo que Dios quería hacer
en nuestra vida.
• 5. Padre, como tú bien sabes, desde que
Daniel fue arrestado, hemos estado bajo el yugo del temor. Te estoy pidiendo
que quites este yugo de nuestra vida desde ahora y para siempre.
• 6. Padre, te estoy pidiendo que veas
nuestra situación económica. Te estoy pidiendo que juzgues si hemos actuado
correctamente en el aspecto económico. Si tu juicio es que sí hemos actuado
bien, entonces te pido que hagas que Satanás saque sus manos de nuestros
asuntos económicos. Señor, nuestro deseo es avanzar en la obra que sentimos que
tú nos has llamado a hacer, pero no podemos hacerlo si tenemos que hacer un
alto y trabajar en otra cosa para poder vivir. Por lo tanto, te estoy pidiendo
que obligues a Satanás y a sus servidores a alejarse de nuestra economía
familiar y que nos bendigas en este aspecto.
• 7. Por último, Señor, te estoy pidiendo que
obligues a Satanás a no seguir obstaculizando tu comunicación con nosotros. Si
has juzgado que nuestro corazón está dispuesto a servirte, sabes que todo lo
que tienes que hacer es indicarnos tus órdenes con claridad y las obedeceremos.
Te estoy pidiendo que nos des tu guía y dirección perfectamente claras.
Padre, encomiendo una vez más nuestra vida a
tu cuidado. Sé que tú eres un Juez perfectamente justo, y tengo la seguridad de
que juzgarás nuestra causa con perfecta justicia. Me imagino que ahora oirás
los argumentos de Satanás; por lo tanto, con tu permiso vuelvo a mi cama. Te
doy
mis más sinceras gracias en el precioso
nombre
de Jesucristo por haberme escuchado. Amén.
Entonces me fui a la cama, pero a la mañana
siguiente temía decirle a Daniel lo que había hecho. ¿Me comprende? Nuestra
vida era un lío. No sabía lo que haría Dios con mis peticiones, pero sí estaba
bien segura del hecho de que El podía pronunciar juicio contra nosotros. ¡En
ese caso, estaríamos en una situación peor de la que ya estábamos! Por lo
tanto, me quedé callada y esperé para ver lo que el Señor haría.
Ese mismo día, fuimos a visitar al pastor de
una pequeña iglesia donde él había hecho preparativos para que habláramos esa
noche. Era un encantador anciano de ochenta y cuatro años de edad. No sabía
nada de nuestras circunstancias, pero era un verdadero siervo de Dios. Cuando
nos sentamos para escucharle decir algunas de las cosas que Dios había hecho en
su vida, pudimos sentir la presencia del Señor. De repente, antes de concluir
lo que estaba diciendo, se detuvo y pidió: “Oremos.”
Inclinamos nuestra cabeza, y al hacerlo el
Espíritu Santo comenzó a hablar a Daniel con gran claridad. Como acostumbra al
hablarle Dios de esta manera, Daniel simplemente abre su boca y repite todo lo
que el Señor dice. Daniel habló: “Querida, el Señor me está hablando muy
claramente. Me dice: ‘A partir de este momento estoy destruyendo el yugo de
temor de tu vida!”
Comencé a llorar porque sabía que el Señor
estaba respondiendo mis peticiones. Daniel no sabía nada de lo que había
ocurrido la noche anterior. Él continuó: “El Señor dice que nos ha llamado a un
ministerio a tiempo completo para Él y que nos lo hará posible. No voy a tomar
ese empleo secular que me han ofrecido. Él dice que debemos regresar a Arkansas
de inmediato y que Él proveerá una casa para nosotros allá.”
Una a una escuché a través de Daniel que el
Señor había respondido a cada una de mis peticiones. Por último, Daniel hizo
una pausa y parecía perplejo: “Y el Señor dice que ha pronunciado juicio a
nuestro favor. Rebecca, ¿estuviste orando anoche?”
Para entonces, yo estaba riendo y llorando al
mismo tiempo. ¡Aleluya! ¡El Señor había respondido mis peticiones y había pronunciado
juicio a nuestro favor! Nuestra causa se había ganado. ¡El Juez del Universo
había decidido contra Satanás en nuestra vida! Entonces le dije a Daniel y a
los demás cómo había orado en esa madrugada. Todos nos regocijamos y alabamos
juntos al Señor.
Viajamos a Arizona, liquidamos nuestro
“quinta rueda” y regresamos a Arkaúsas. El Señor obró con rapidez. Milagro tras
milagro. Él nos dió una casa en el término de un mes. También dio un vüelco
total a nuestros problemas económicos.
El mes siguiente, el Señor nos ordenó cambiar
nuestra camioneta por un automóvil. Nos dijo que no estaba bien que
recogiéramos a las personas en el aeropuerto en una camioneta, ni que las
transportáramos en ella. Dijo que nuestro ministerio se ampliaría con mucha
rapidez y que necesitaríamos transportar a otras personas. Entonces Daniel hizo
planes para cambiar nuestra vieja camioneta por un automóvil, pero todo negocio
que trataba de hacer fracasaba. Dos semanas después regresó a casa frustrado
del todo y dijo: “Me rindo. ¡Si Dios quiere que tengamos un automóvil, creo que
El tendrá que dejar que nos caiga uno en las piernas!”
Estoy segura de que el Señor dijo: “He estado
esperando que dijeras eso.”
La semana siguiente, un caballero no creyente
se acercó a Daniel y le dijo que había escuchado que estaba tratando de cambiar
su camioneta por un automóvil para su ministerio. Le dijo a Daniel que
necesitábamos un auto de verdad para nuestro ministerio. Daniel le preguntó qué
consideraba él como un auto de verdad. El hombre respondió: “Un Cadillac.”
Daniel comenzó a reír y dijo al caballero que
de ninguna manera podíamos darnos el lujo de un automóvil así. El hombre le
dijo a Daniel, en forma más bien abrupta, que sí podía cambiar su flamante
Cadillac por nuestra camioneta. ¡No sólo era un Cadillac, sino además el
automóvil más caro que había! ¡Alabado sea el Señor!
Al comienzo yo no quería el auto porque
pensaba que era demasiado ostentoso. Pero tengo que decirlo, el Señor sabe lo
que hace. Ese auto ha sido una increíble bendición para nosotros desde hace un
año. Hemos tenido que llevar a tantas personas a diferentes lugares en ese
automóvil, que nos permite viajar a todos cómodamente, y nos da la oportunidad
de un mayor compañerismo. A propósito, el hombre que nos dio el auto recibió ya
a Cristo como su Señor y Salvador.
Debo también decir que desde aquella noche,
hace más de un año, Daniel no ha tenido ni una sola pesadilla o recuerdo que lo
atormente. ¡Aleluya!
Lo mejor de todo es que, tres meses después
que el Señor pronunció juicio a nuestro favor, el juez aquí en la tierra que
está a cargo de nuestra causa declaró de repente cerrado el juicio y puso así
fin al litigio legal que fue para nosotros una pesadilla durante tres años.
¡Esto nos dejaba completamente libres!
No dispongo de suficiente tiempo ni espacio
para contarle todas las cosas maravillosas que el Señor ha hecho en nuestra
vida desde la noche que visité el tribunal del Juez del Universo. Daniel
7:21,22 se ha cumplido en nuestra vida. (En este capítulo, Daniel recibió una
visión de las naciones y soberanos que vendrían. Los soberanos estaban
representados por cuernos. El último soberano estuvo representado por un
cuerno pequeño, que es Satanás.)
Y veía yo que este cuerno hacía guerra contra
los santos, y los vencía, hasta que vino el Anciano
días, y se dio el juicio a los santos del
Altísimo; y llegó el tiempo, y los santos recibieron el reino.
Daniel 7:21,22
¿Se encuentra usted luchando ahora mismo como
lo estuvimos nosotros? ¿Sabe que Dios lo ha llamado a hacer una tarea
específica para El, pero Satanás le ha estado impidiendo que la haga? Si no hay
en su vida ninguna razón legal para los ataqües de Satanás, le sugiero entonces
que piense en la posibilidad de acudir al Juez del Universo. Servimos a un Dios
que nos ama, y que es un Juez justo y misericordioso. Pídale que juzgue su
causa y que ejuita una orden que sujete a Satanás. Dios nos ha dado armas
poderosas. No sea remiso en emplearlas.
Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote
que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión.
Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de estras
debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin
pecado.
Hebreos 4:14,15
Porque Jehová juzgará a su pueblo, ypor amor
de sus siervos se arrepentirá, cuando viere que la berza pereció, y que no
queda ni siervo ni libre.
Deuteronomio 32:36
Hace pocos meses, nos reunimos con unos
amigos que no habiamos visto por casi cinco años. Dennis y Mary nos han dado
permiso para contar su historia. Dennis fue una vez un empresario muy rico, que
hacía contratos multimillonarios. Luego hizo un contrato con la Fuerza Aérea de los
Estados Unidos. La Fuerza
Aérea actuó de mala fe, y como consecuencia Dennis perdió su
negocio y casi todo lo que tenía. Sin embargo, continuaron sirviendo al Señor.
Acudieron a los tribunales para tratar de resolver la cuestión, pero por diez
largos años la batalla se prolongó de manera tediosa. Centenares de miles de
dólares se gastaron en abogados, pero sin ningún resultado. Cuando nos vimos,
estaban enfrentando otra crisis económica. Estaban exhaustos y desanimados.
Entonces les contamos la poderosa lección que habíamos aprendido del Juez del
Universo.
Dennis y Mary se fueron a su casa y con mucho
cuidado y en oración escudriñaron y limpiaron sus vidas. Luego, se sentaron y
redactaron su causa y peticiones que llevarían delante del Señor. Juntos,
entonces, se presentaron ante el Juez del Universo con su causa, para pedir al
Señor que pronunciara juicio en su causa y que luego hiciera juicio en los
tribunales terrenales.
Exactamente un mes después de orar así,
recibieron una llamada telefónica. Fueron informados de que debían volar a
Washington D.C. de inmediato para estar presentes en una audiencia. Por más de
un año no hubo una nueva audiencia sobre el caso, por lo tanto esta era
inesperada y repentina. Los abogados de ambas partes ni siquiera tuvieron
tiempo de revisar en su totalidad el caso y refrescar su memoria.
Dennis y Mary comparecieron ante un jurado de
cuatro jueces, a los que dijeron que todo esto era algo que ellos jamás habían
experimentado antes. Estaba claro que los jueces conocían cada detalle del
caso. Ellos sometieron a un severo interrogatorio a los abogados de ambas
partes, y muchas veces los amonestaron por tratar de dar información equivocada
acerca del caso. Era evidente que ya habían tomado una determinación antes de
entrar al
A tribunal. ¡Ese mismo día, esos cuatro jueces
pronunciaron su sentencia a favor de Dennis y Maç poniendo así fin a una
experiencia penosa de diez años! Satanás había estado prolongando el tiempo de
sufrimiento de esta pareja. Pero el Juez justo y misericordioso le puso fin.
Desde que aprendimos esta herramienta tan
importante de contienda espiritual, hemos conocido a varias personas que han
estado en la misma situación de desánimo que estuvimos nosotros. ¡Pero Dios no
quiere que su pueblo viva en derrota y desánimo! El nos colocó sobre la tierra
para poseerla y gobernarla. ¡Estamos llamados a ser propietarios, no
inquilinos! ¡Cuando Dios envió a los hijos de Israel a la tierra de Canaán, los
envió a poseer la tierra, no a vivir en derrota!
Cuando usted, amado lector, haya hecho todo
lo humanamente posible, y haya orado buscando en su vida algún pecado o
fundamento legal para que Satanás lo derrote, pero no ha encontrado ninguno,
recuerde entonces que tenemos un tribunal final de apelación ante un Juez que
es perfectamente justo: ¡el Juez del Universo!
Y veía
yo que este cuerno hacía guerra contra los santos, y los vencía, hasta que vino
el Anciano de días, y se dio el juicio a los santos del Altísimo; y llegó el
tiempo, y los santos recibieron el reino.
Daniel
7:21,22
Y me
dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la
Omega , el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré
gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El que venciere heredará todas
las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.
Apocalipsis
21:6,7
¡Aleluya! ¡Ven pronto, Señor Jesús! Mientras
tanto, convirtámonos en vencedores junto con todo el pueblo de Dios.
Derrotemos a nuestro enemigo y poseamos
nuestra tierra para que el evangelio de Jesucristo siga adelante
victoriosamente.
Queridos hermanas y hermanos en Cristo, queremos
terminar con este pensamiento. Eclesiastés dice que hay un tiempo para todo.
Habrá tiempos de sufrimiento y de pruebas en nuestra vida. Crecemos en el Señor
cuando enfrentamos tiempos difíciles, pero Dios no quiere que permanezcamos
todo el tiempo en la adversidad. Él quiere hacernos victoriosos sobre Satanás.
Jesús sufrió y murió en la cruz para que pudiéramos ser victoriosos. No acepte,
le ruego, su situación actual como la que debe permanecer durante el resto de
su vida. Busque al Señor y limpie, su vida. ¡Luego, levántese y ejerza
autoridad sobre el ladrón!
Quizás necesite ir ante el Juez del Universo
para solicitarle una audiencia. Recuerde que hemos creído en un Dios justo y
misericordioso que nos ama mucho. Y Él ha hecho provisión para nosotros, a fin
de que podamos andar en victoria y llevar el glorioso evangelio de Jesucristo a
un mundo perdido y moribundo.
Es nuestra fervorosa oración que nuestro Dios
maravilloso le abra sus ojos espirituales para que pueda ver cómo aplicar estas
verdades a su vida. Que el Señor Jesucristo lo bendiga, lo guarde y lo guíe.
Quiera el Señor que todos seamos siervos
útiles, a quienes nuestro Señor encuentre ocupados en su viña cuando se
produzca el día de su regreso. Amén.
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