jueves, 5 de diciembre de 2013

TESTIMONIO DE REBECCA Y DANIEL

Para que ustedes comprendan esta última lección, yo (Rebecca) tengo que presentar un poco de la historia de Daniel y luego, de nuestra vida y circunstancias que hemos vivido juntos en el matrimonio. Debemos, sin embargo, comenzar por decir que Dios permite que hayan distintas etapas en nuestra vida.
Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar; tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar; tiempo de esparciipied ras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar; tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar; tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar; tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz.
Eclesiastés 3:1-8
Daniel y yo hemos experimentado distintas épocas en nuestra vida, al igual que todo hombre, mujer o niño de este mundo, ya sea cristiano o no. Pero las cuestiones que cada persona en particular debe considerar son las siguientes: ¿Cómo experimentaré estos tiempos? y ¿Qué aprenderá de ellos? Habrá épocas de aflicción y de sufrimiento en nuestra vida, pero Satanás tratará de prolongarlos y de mantenernos todo el tiempo sufriendo y derrotados. Pero la voluntad de Dios es que disfrutemos otra vez de tiempos de gozo y de prosperidad. Es a través de estas etapas que Dios nos enseña muchas lecciones valiosas.
Hace cinco años y medio (al momento de escribir esto) que el Señor hizo un milagro y permitió una inmensa bendición en mi vida: mi esposo Daniel. Necesito contarles un poco de su historia personal y luego, de nuestra vida juntos después de nuestro matrimonio, para que puedan entender las importantes lecciones que hemos aprendido juntos.
Daniel nació en el seno de una familia judía muy rica, eran banqueros internacionales. Su familia no era judía ortodoxa, sino judíos que se guiaban por la cábalal, un sistema esotérico judío de magia y misticismo.
1 La cábala es una recopilación de escritos que comenzaron a formar, poco después del alio 70 d.C., los rabinos que huyeron de Jerusalén poco antes que la ciudad fuera conquistada por Tito. La cábala ha sido ampliada y revisada con el paso de las generaciones. Hoy día, goza de aceptación entre los judíos ricos, y muchas creencias cabalísticas son muy populares en esos círculos elitistas. La cábala es una religión de poder, es decir, de poder espiritual. Es la continuación de las antiguas formas de adoración a Baal y a Moloc, las cuales Dios condenó severamente a través de todo el Antiguo Testamento. Es, en realidad, una forma de adoración a Satanás, pero la gente que participa en ella jamás utiliza el término “Satanás”, sino que enseñan y sirven al “Maestro”. Muchos llaman simplemente a la cábala un conjunto de creencias espirimales o una filosofía, lo cual es un concepto engañoso. Los cabalistas no enseñan a sus hijos los Diez Mandamientos ni los escritos de Moisés, excepto en una forma muy pervertida.
Daniel nació en los Estados Unidos, pero a la edad de seis años fue enviado al extranjero a un internado de primera clase. Después de entrar a la escuela no volvió jamás a ver a sus padres, y como adulto su único contacto con ellos ha sido a través de sus abogados. En la escuela estuvo hasta la edad de diecinueve años, y posteriormente hizo estudios universitarios en Suiza.
El internado de su niñez era un centro de prácticas cabalísticas, y allí estuvo Daniel sujeto a un severo maltrato ritualista durante todos los años que duraron sus estudios. Deprimido por los oscuros y siniestros corredores donde vivió y anduvo durante esos trece años, y a pesar de todo el odio y de toda la amargura que lo consumían, Dios descendió hasta él. El Padre, el verdadero Padre de toda la humanidad, permitió que su amor y su luz tocaran y protegieran a Daniel desde temprana edad y a través de toda su vida. Jesucristo estuvo todo el tiempo pendiente de él, aunque él no sabía quién era Jesús.
Porque la mano de Dios estaba sobre su vida, un destello de bien quedaba todavía a en lo más profundo de su ser, en medio de toda la maldad que había en su interior. En él seguía presente una noción de lo que era bueno y de lo que era malo; era un clamor interior, del que a menudo ni siquiera estaba consciente, por lograr que todo lo malo que había en su vida fuera transformado en bueno. Es que Dios escoge a sus siervos a pesar de lo buenos o malos que parezcan a nuestros ojos. La Biblia nos muestra que muchos de los siervos escogidos de Dios, desde Moisés hasta Pablo, crecieron practicando las cosas más abominables hasta que un día la iluminación del único Dios verdadero tocó la vida de ellos.
Dios tocó por primera vez a Daniel poco después de su llegada al internado. Dos hombres, que él jamás había visto antes, vinieron a recogerlo a la suntuosa casa. Pero a pesar de que se había criado con institutrices, no era diferente al resto de los demás niños: deseaba tener el amor y el cuidado de sus padres, y la estabilidad de un hogar. Su madre no se molesté en despedirse de él, sino que con la mayor frialdad le ordenó que acompañara a los dos hombres. Después de un largo viaje al extranjero, Daniel fue llevado a los niveles subterráneos de la escuela y puesto en un estrecho cuarto sin ventanas. Nadie hablaba con él ni le decían lo que estaba sucediendo. El cuarto tenía sólo una cama, una mesa, una silla, una enorme vela y un depósito para agua en un rincón que le servía de retrete. La puerta tenía la cerradura por el lado de afuera, lo que lo mantenía como un prisionero en la habitación. Nadie sabía de sus gritos y de sus temores. Su único contacto con seres humanos eran los hombres que venían a darle comida y a enseñarlo.
En esas terribles primeras semanas, el deseo de escapar lo consumía y un día se le presentó una oportunidad. Uno de los hombres que le traía la comida olvidó cerrar completamente la puerta al entrar. En un instante, Daniel atravesó la puerta y se encontró en el pasillo. En su prisa por huir, haló la puerta y la cerró tras él, retardando así la persecución por parte del hombre que había quedado encerrado dentro. Daniel recorrió el primer pasillo y luego el siguiente, pero para angustia suya se dio cuenta de que las puertas que conducían a las escaleras que llevaban al primer piso y a la libertad estaban todas cerradas con llave. Por último, llegó a rastras a un pequeño y oscuro cuarto que estaba sin llave. Pensaba que allí estaría a salvo y se quedó dormido. Pero la paz no le duró mucho:
el cuarto que él pensó que sería un refugio seguro era en realidad una cámara de castigos usada para torturar a los niños que disgustaban a sus maestros. Era un pequeño cuarto redondo, de apenas unos cuantos pies de diámetro, que se comunicaba con el piso de arriba por medio de una tapadera.
Cuando los rabinos lo encontraron, cerraron con llave la habitación, quitaron la tapadera y dejaron caer sobre él miles de arañas, muchas de ellas venenosas. Cuando las arañas comenzaron a arrastrarse sobre todo el cuerpo de Daniel, picándolo sin misericordia, clamé angustiado:
“, Es que no le importo a nadie? ¿No hay nadie en el mundo que me quiera?”
De inmediato, un rayo de luz intensa atravesé el edificio, y llegó hasta el pequeño cuarto donde Daniel estaba encogido de miedo, temblando y llorando sobre el piso. El no tenía idea de lo que era la luz, pero sí recuerda que de la luz salían dos brazos y que una hermosa voz le decía:
“Sí, te quiero y me importas.” 1
Esos brazos sostuvieron a Daniel y lo abrigaron. Çonfortado, se durmió en los brazos de Jesucristo. Cuando desperté, todas las heridas causadas por las arañas habían sido curadas, y desde ese momento las arañas dejaron de picarlo.
Para un niño que amaba la vida al aire libre y el campo con todo su corazón, la vida dé encierro en un cuarto tañ pequeño era demasiado cruel. Día tras día, que le resultaban interminables, los rabinos venían a enseñarlo. Daniel se rebelaba todo el tiempo y siempre estaba en problemas, por lo que el castigo era inmediato y muy severo. Estando allí fue obligado a asistir y a participar en ritos de crueldad indescriptible en la adoración de esas personas al Maestro. Daniel nunca supo lo que eran el amor, la compasión, la bondad. Por lo tanto, su corazón se volvió insensible, vacío de toda emoción, excepto de ira, odio y amargura. Esto hizo que aquel niflito creciera endurecido. Pero por ser sobremanera inteligente, se dedicó por completo a sus estudios, determinado a obtener el mayor número de conocimientos para poder algún día vengarse de sus verdugos. A pesar de que todavía era un niño, Daniel sabía que el conocimiento era poder. final
Cuando cumplió doce años tuvo que enfrentar un rito y una etapa muy importante en su vida. Fue declarado mayor de edad, y esta ceremonia exigía un sacrificio especial. Daniel ofrendaría su libre albedrío al Maestro y le juraría fidelidad para siempre. Cuando él llegó a esta parte de la ceremonia, y levantó una copa de plata que contenía su propia sangre y que dirigió hacia el trono del Maestro para decir sus votos, un rayo de luz atravesó la habitación. Este hizo añicos la copa antes que Daniel pudiera beberla o terminar sus votos. Entonces una voz que salía de la luz le dijo que sus acciones no eran del agrado de YO SOY. Esta voz también le dijo a Daniel que él no serviría al Maestro, porque fue llamado para servir al único Dios verdadero. Cuando la copa se hizo añicos, se le incrustaron en las manos fragmentos de plata, y estas cicatrices las conserva hasta hoy. ¡No hace falta decir que aquel rito cesó bruscamente y todo el mundo salió huyendo de la habitación! Daniel quedó con muchas preguntas, pero sin ninguna respuesta.
La luz volvió a aparecerle una vez más a Daniel el día que abandonó para siempre aquella odiada escuela. Dios lo puso a prueba ese día, diciéndole que lo había llamado a su servicio para que fuera una voz a su pueblo. Pero Daniel le dijo bien claro a Dios que lo dejara en paz. ¡El no tenía intenciones de estar al servicio de nadie, sino de él mismo! Los siguientes años de su vida los pasó huyendo de Dios. No imaginaba cuán implacable sería el Sabueso del cielo (como llamaba Francis Thompson al Señor).
Durante los años que pasó en la escuela, Daniel se adiestró con gran intensidad en las artes marciales, y poco después de lograr su libertad viajó al Tíbet para aumentar y perfeccionar sus conocimientos. Por la intensa irritación y el odio que lo consumían, y por su capacidad en las artes marciales, Daniel se convirtió literalmente en un pendenciero.
Poco después de salir del internado, Daniel heredó una fortuna. Posteriormente, al terminar sus estudios superiores en Suiza, se dedicó al negocio de su abuelo y adquirió muy pronto poder y gran influencia en los negocios de su familia. También fundó compañías propias. Pero era una persona vacía, desgraciada y ambiciosa.
Las únicas cosas que le proporcionaban algún placer eran las peleas, hacer dinero y destacarse en toda actividad riesgosa. Los autos de carrera y el esquí eran dos de sus pasiones. El dinero se convirtió para él en un juguete; el poder era su dios. Los salones de fiestas se convirtieron en su casa; viajaba sin cesar por el mundo, yendo siempre tras algo que no sabía lo que era y que jamás encontraba.
Como ocurre normalmente en familias tan acaudaladas como la de Daniel, sus padres le arreglaron un matrimonio para aumentar el patrimonio de la familia. Daniel tenía entonces quince años y Kai doce cuando los hicieron comprometerse en una ceremonia. Daniel odiaba tanto a sus padres que juró en esa ocasión no cumplir jamás con sus deseos de que se casara con Kai.
Por último, cuando llegó a la edad de treinta años, sus padres ejercieron su poder y le arrancaron los bienes a Daniel. Tenía que tomar una determinación: enfrentar la vida sin un centavo o casarse con Kai. Capituló y se casó con Kai, pero esta vez toda su irritación y su odio se volcaron hacia ella por el matrimonio al que había sido obligado.
Kai era una mujer hermosa, talentosa y rica. Ella también había sufrido terribles maltratos porque ihe criada en la cábala. Sin embargo, a pesar de todo el maltrato, tenía un corazón amoroso y deseoso de conocer la verdad. Daniel recuerda bien lo que ocurrió un día, más o menos cuatro años después de haberse casado. Iban por la autopista que corre paralela a la costa de California y Kai le pidió que detuviera el vehículo para ver una hermosa puesta de sol sobre el Océano Pacífico. De repente, se volvió a Daniel y le dijo: “Ves toda esa belleza? ¡Yo sé que el dios que servimos no pudo haber creado tanta hermosura! Es un dios que sólo quiere destrucción, dolor y sufrimiento. Voy a buscar al Dios que creó todo esto. Voy a buscarlo hasta encontrarlo, y luego le serviré.”
Daniel no tomó en cuenta sus comentarios, pero menos de un año después Kai tuvo un encuentro con Jesucristo y con gozo lo aceptó como su Señor y Mesías. ¡Esto tras- tomó la vida de Daniel! Kai sufrió una transformación completa. Se llenó de paz, confianza y gozo, y daba a conocer las buenas nuevas de su Salvador a todo el mundo. Los socios comerciales de Daniel se sintieron molestos por esto, y tanto su familia cdmo la de Kai también se molestaron. ¡Daniel también estaba molesto! Pero nada hacía desistir a Kai. Muy pronto Daniel comenzó a recibir llamadas amenazantes de los padres de ambos.
— ¡Haz callar a Kai! — le ordenaban.
— ¿Por qué no la hacen callar ustedes? — fue su áspera respuesta —. Ustedes la obligaron a casarse conmigo. Yo no quería casarme con ella. Vean si pueden callarla. Mátenla si quieren. Eso a mí no me importa.
Kai no era sino una fuente de irritación en la vida de Daniel. Sin embargo, al mismo tiempo él deseaba ansiosamente otra cosa, pero no sabía qué era.
Un día, Kai entró a su oficina en Suiza.
— Daniel, dime por favor — le dijo ella —, ¿qué es necesario que ocurra en tu vida para que aceptes a Jesucristo como el Mesías y Dios verdadero?
Por primera vez en su vida, en vez de golpearla o gritarle, Daniel se puso a pensar.
— Si tu Dios es tan verdadero como dices, entonces que me haga sentir amor por alguien — le contestó él.
— No será ningún problema — respondió Kai Sólo
— ¿Qué quieres decir?
— Lo que oíste. Sólo pídeselo. Pídele que te haga amar a alguien.
Daniel meneó la cabeza, lamentando lo que acababa de decir. Luego, encogiéndose de hombros.
— Muy bien, si hay algún Dios tan sabio al que no estoy obedeciendo — dijo con sarcasmo —, entonces te pido Dios que me hagas amar a alguien.
Después de decir esto, se dio vuelta rápidamente, salió de la habitación y se olvidó del asunto.
Daniel olvidó muy pronto todo lo ocurrido, ¡pero Dios no! Más o menos dos semanas después, Daniel recibió una llamada del abogado de sus padres para decirle que hiciera callar a Kai. Pero esta vez, en lugar de dar la respuesta acostumbrada, dijo: “Oiga, déjenla en paz! Ella es mi esposa y puede hacer todo lo que venga en gana. Déjenla en paz o tendrán que vérselas conmigo.”
Dicho esto colgó bruscamente el teléfono y se quedó mirándolo. “j,En realidad dije eso?”, se preguntó.
Su simpatía por Kai fue gradualmente en aumento en las semanas que siguieron, y su actitud hacia ella sufrió un cambio radical. Se dio cuenta de que quería protegerla y pasar tiempo en su compañía. Por primera vez notó cuán hermosa era. Y Kai se dio cuenta también del cambio en él.
ICai se acercó de nuevo a Daniel.
— Me amas, ¿verdad? — le preguntó ella.
Daniel se puso inquieto.
— En realidad no sé — dijo—. No sé lo que es el amor. No puedo decirte que te amo.
— Bueno, yo sí puedo decirte que me amas — dijo Kai sonriendo —. Dijiste que creerías en Jesucristo si Él te hacía amar a alguien. Ahora que lo ha hecho, ¿lo aceptarás como tu Señor y Mesías?
pídeselo.
— ¡No! — fue la respuesta de Daniel. final
Dicho esto, se negó rotundamente a continuar hablando del asunto.
Transcunjeron algunas semanas y Kai se acercó de nuevo a él.
— Daniel, te hablo en serio — le dijo ella —. ¿Qué necesitas para convencerte de que Jesucristo es el Mesías?
Daniel estaba molesto por su persistencia, pero por su sentimientos----
 hacia ella le resulté imposible responderle con la irritación acostumbrada. Sin embargo, seguía buscando la manera de librarse de ella.
Por los maltratos que había recibido cuando niña y joven, Kai tuvo que someterse a una histerectomía parcial poco después de su matrimonio y había quedado incapacitada para tener hijos. Pero en lo profundo de su corazón, Daniel había abrigado siempre el secreto deseo de tener un hijo; un deseo que nunca había manifestado, ni siquiera a sí mismo.
— Si tu Dios existe, que quedes embarazada — por fin le dijo a Kai.
— Eso no es ningún problema — fue la respuesla de ella.
Y allí mismo, justo en medio de su oficina, cayó de rodillas y con toda sencillez y suavidad le pidió al Señor que le diera un nuevo útero y un hijo. No volvieron a hablar más del asunto, y en medio de la presión de sus negocios y de sus continuos viajes Daniel se olvidó pronto del asunto.
Tres meses después, Kai irrumpió en la oficina de Daniel con el rostro radiante. ¡En su mano tenía la prueba de ultrasonido que mostraba a un feto perfectamente formado en un útero perfectamente normal! Aun así, Daniel se negó a aceptar a Jesucristo. Sin embargo, el embarazo de Kai fue la gota que derramé el vaso de agua para ambas familias. ¡Como si no fuera suficiente que Kai
hubiera decidido servir a un Dios gentil, uhora estaba embarazada gracias a ese Dios!
Daniel supo a través de un amigo que las dos familias habían contratado a hombres para que los capturaran y obligaran a Kai a renunciar a su fe en Cristo, o si no la matarían. Pór primera vez en su vida Daniel fue embargado por el miedo. De pronto, todos sus poderes de nada le servían. Por lo tanto, él y Kai huyeron.
Estuvieron huyendo durante tres meses, pero por la voluntad permisiva de Dios fueron atrapados. Daniel descubrió que todos sus poderes lo habían abandonado cuando más los necesitaba. Con su experiencia en las artes marciales, normalmente habría derrotado a los cinco trnatones, pero esta vez se sintió impotente y asustado; lo cual era una experiencia totalmente nueva para él. Fueron llevados a Israel donde Daniel fue encadenado a una pared y obligado a ver como Kai, su primer y único amor, era torturada hasta morir.
La muerte de Kai, con todo y lo espantosa que fue, resultó en una completa victoria. Daniel jamás había visto tanto poder. Kai le dijo todo el tiempo a sus captores que los perdonaba, que Jesucristo era el verdadero Dios y Mesías, y que El era un Dios de amor, mientras que el Maestro de ellos era un dios de odio.
“Mi Dios, Jesús, está dentro de mí. Él es un Dios de amor. No importa lo que ustedes me hagan, no pueden causarme daño porque Jesús está ahora mismo aquí, dentro de mí”, les decía.
Kai no sentía ningún dolor, no importa lo que la hicieran sufrir. Hasta su muerte, estuvo cantando himnos de alabanza y dando testimonio de la gloria de su Dios. Por fin, Daniel se hallaba frente a frente con el formidable poder de Jesucristo. Ya no había forma de escapar. El Maestro de Daniel lo había abandonado completamente cuando más lo necesitaba. No había palabras para describir final
 el horror y el dolor de esos terribles momentos en la vida de Daniel.
Después de la muerte de Kai, la familia de Daniel pensó que él volvería a sus negocios y que se casaría de nuevo. Pero en vez de eso, se fue a los Estados Unidos donde se escondió en una cabaña en las montañas y se puso a estudiar la Biblia de Kai durante todo un año. Abrumado por el pesar, estaba desesperado por saber quién era ese Dios de Kai. Al comienzo se puso a estudiar la Biblia con rabia, tratando de probar que el Dios en quien Kai creyó y que se la había quitado, era un impostor. Pero en vez de esto, encontró la verdad. Un año después de la muerte de lCai, Daniel cayó de rodillas, se arrepintió de sus pecados y aceptó a Jesucristo como su Señor, Salvador y Mesías. Abandonó su familia y sus riquezas, y decidió, con toda sinceridad, seguir la senda a la que Dios lo había llamado desde haóía tantos años.
Casi cuatro años después de la muerte de Kai, Dios hizo por medio de una serie de milagros, que Daniel y yo nos conociéramos. Esto ocurrió el 7 de noviembre de 1989 y nos casamos el 10 de diciembre del mismo año. Lo maravilloso de un matrimonio como el nuestro, un matrimonio literalmente arreglado por Dios y centrado en Jesucristo, es la total unidad sobrenatural y el amor que Dios nos ha dado. ¡Dios nos ha hecho uno! La efusión del Espíritu Santo en nuestra vida es motivo de gozo para nosotros. Cuando el Señor le muestra a uno de nosotros algo, también le nuestra lo mismo al otro. De esta manera Él nos confirma todo el tiempo que estamos siendo guiados por el Espíritu Santo.
A la familia de Daniel le enfureció saber que él aceptó a Cristo, y creo que soy exageradamente modesta al decir que tampoco se sintieron agradados cuando se casó conmigo. Esta familia es muy poderosa, tanto económica como
políticamente y es responsable de habernos tratado de hacer la vida imposible desde que nos casamos.
Después de nuestro matrimonio, nos mudamos de California a Iowa. Daniel pastoreaba una pequeña pero creciente congregación, y nuestro ministerio estaba creciendo. Un año después de nuestro matrimonio, la familia de Daniel se unió contra nosotros tratando de destruimos, y para esto se valieron de policías corruptos y de cristianos practicantes que vivían en nuestra zona, e inventaron falsas acusaciones contra Daniel.
Una noche de febrero de 1991, nos encontrábamos accidentalmente friera de casa, en otro lugar, y nuestra secretaria nos cuidaba la casa. Cerca de la medianoche, diez hombres vinieron a la vivienda y derribaron violentamente la puerta. Tres de los hombres eran policías, y el resto no. Agarraron a nuestra secretaria, la trataron con mucha brutalidad y la mantuvieron a punta de pistola durante varias horas mientras saqueaban nuestra casa. Después acercaron un camión hasta la puerta y sacaron la mayor parte de nuestras pertenencias. ¡Esa noche perdimos todo lo que teníamos, menos el automóvil en que andábamos y la ropa que teníamos con nosotros!
Poco después arrestaron a Daniel y lo echaron en la cárcel. ¡No tengo palabras para describir la pesadilla en que se convirtió nuestra vida! Durante cuarenta días, Daniel fue llevado en avión de un lado a otro de los Estados Unidos, de una cárcel a otra, de la Ceca a la Meca, mientras que yo recorría en mi auto todo el país tras él, tratando de conseguir con desesperación un abogado que le pusiera fin a esta locura. Varios asesinos fueron enviados para tratar de matar a Daniel, pero todas las veces el Señor lo protegió de manera sobrenatural. Durante esos espantosos días, Daniel tuvo el privilegio de conducir a varios hombres a Jesucristo. Pero el estrés y la angustia eran tan severos que cada uno de nosotros perdió veinte kilos de peso en esos cuarenta días.
Debido a un importante litigio judicial que todavía aguarda una determinación, no tengo la libertad de dar los detalles del caso. Pero permítame que lo resuma así:
Daniel pasó un total de ochenta días en diferentes cárceles, y después de esto hemos tenido una batalla legal de tres años. Quedamos arruinados, ya que todo lo gastamos en abogados. Créanme: ¡no se hace justicia en los tribunales de los Estados Unidos si uno no tiene dinero!
Por no haber podido continuar pagando la hipoteca de la casa, la perdimos y no estábamos en condiciones de adquirir otra. Por eso, durante más de tres años vivimos primero en una casa rodante y después en varios remolques “quinta rueda”, un tipo especial de vehículo recreativo. Por fin, el Señor nos llevó a establecernos en Arkansas, donde vivimos ahora. Estábamos trabajando y comenzábamos a tener estabilidad económica, pero el Señor nos habló y nos ordenó renunciar a nuestros trabajos para dedicarnos a tiempo completo al ministerio. Obedecimos al Señor y en agosto de 1993 estábamos viajando, y en febrero del año siguiente estábamos en la más completa bancarrota.
En ese tiempo descubrimos que hay poca honradez entre el liderazgo cristiano. En la mayoría de los lugares donde hablábamos, se recogían ofrendas de amor para nosotros, pero los pastores nos daban un cheque por doscientos o trescientos dólares y guardaban el resto de la ofrenda para la iglesia. Esta cantidad que nos daban no cubría ni siquiera nuestros gastos de viaje, cómo entonces podía proporcionarnos algo para vivir.
Nos percatamos que si no regresábamos a nuestros trabajos perderíamos aun nuestro “quinta rueda”y terminaríamos en la calle. Por lo tanto, estábamos totalmente desanimados y derrotados.
Esa semana, mientras tratábamos de decidir qué hacer, Daniel recibió una oferta de trabajo maravilloso. El único problema era que si lo tomaba, no podríamos viajar y ministrar, y él tendría que firmar un contrato por cinco años. Daniel le dijo a la persona que le daría su respuesta en dos semanas. Habíamos decidido que si el Señor no hacía algo muy preciso para darnos a conocer su voluntad, o si no había ningún cambio en nuestras circunstancias durante esas dos semanas, abandonaríamos del todo el ministerio para dedicamos al trabajo secular.
Estoy segura de que algunos de ustedes que leen este libro, .están ahora en el punto del desánimo y la derrota en su vida. Han hecho todo lo humanamente posible pata de todo corazón obedecer al Señor y agradarlo. Pero aun así se sienten derrotados. Así como nos sentíamos nosotros en esa negra etapa de nuestra vida. Gemimos, oramos, ayunamos y buscamos al Señor, pidiéndole que nos revelara si había algún pecado oculto del que no estábamos conscientes. Pero no lo había. Reprendimos entonces a Satanás y ordenamos que cualquier maldición que hubiera contra nosotros fiera quebrantada en el nombre de Jesucristo. Pero todo esto fue en vano.
Durante ese período de dos semanas teníamos el compromiso de viajar a Denver, Colorado, para dar unas conferencias. Llegamos allí, pero nos enteramos de que el hombre que nos había invitado nos había mentido y que no había ninguna conferencia. Estábamos inmovilizados, sin dinero para regresar a nuestro “quinta rueda” de Arizona. Parecía que habíamos llegado al final de la cuerda. ¡Pero cuando llegamos allí, el Señor está preparado para enseñarnos algunas de las lecciones más profundas que aprenderíamos en la vida! El tribunal final de apelación 165
[Jesús dijo] En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.
Juan 16:33
Teníamos un amigo en Denver que nos consiguió una casa donde podíamos quedamos durante varias noches; otro hermano cristiano nos auxilié y, dirigido por el Señor, nos puso en contacto por teléfono con una hermana cristiana de la zona. Yo no la conocía y ella tampoco me conocía a mí, pero el Señor le había comunicado a este hermano que debía ponernos en contacto. Allí estábamos al teléfono, sin tener la más leve idea de qué hablar. No iba a contarle a una pérsona completamente extraña nuestros enredos, pero ella dijo: “En realidad, no tengo nada que decirle, excepto esto: Por alguna razón, el Señor ha puesto en mi corazón que ustedes necesitan percatarse de que, a veces, llegamos al punto en nuestra vida donde necesitamos poner en práctica el hecho de que Dios el Padre es nuestro Padre celestial, pero también el Juez del Universo. A veces, por lo tanto, tenemos que ir a su tribunal y pedirle que juzgue nuestra causa.”
Eso fue todo lo que dio. Le di las gracias y colgué.
Después, esa misma noche, le dije a Daniel lo que la hermana me había dicho. Permítame recordarle que hasta ese momento no habíamos tenido sino experiencias atroces en los tribunales, muchas veces debido a jueces injustos y a falsas acusaciones. ¡Poner los pies en un tribunal era lo último que alguno de nosotros dos quería hacer! Por lo tanto, cuando le hablé sobre el asunto a Daniel, su respuesta fue: “Estás loca! ¡No necesito que Dios juzgue mi causa! ¡Lo que necesito es su misericordia! ¡Olvídalo!”
El Espíritu Santo, sin embargo, continué su obra de convencimiento y me trajo a la mente el asunto una y otra vez. Sabía que Satanás era quien nos estaba derrotando, y también sabía que sólo Dios podía derrotarlo. Tenía miedo de presentarme en un tribunal, pero el Espíritu
Santo continué apremiándome. Por fin esa noche, como a las tres de la madrugada, me levanté de la cama y me fui a la sala, que estaba a oscuras, para tratar de guiarme según la Palabra de Dios para nosotros. Me había hecho un gran examen de conciencia a mí misma y había orado, pero no había podido descubrir ningún pecado que Daniel o yo no hubiéramos arreglado con Dios. Tampoco estábamos cometiendo algún pecado del que estuviéramos conscientes. También me di cuenta de que uno no va a un tribunal y se presenta ante un juez sin estar preparado. Sentí que el tribunal de Dios era aún más serio que los tribunales de la tierra, y por eso organicé con mucho cuidado mis peticiones. Voy a decirle exactamente la oración que hice esa noche para que pueda comprender mejor el concepto.
El primer asunto era mi derecho a presentarme delante del Juez del Universo. Por supuesto, este derecho no se podía fundamentar en algo bueno que Daniel o yo hubiéramos hecho, porque la Biblia dice que la justicia de los hombres es como trapo de inmundicia a la vista de Dios (Isaías 64:6). Por lo tanto, únicamente podía presentarme bajo el amparo de la sangre preciosa de Jesucristo. Sólo podía valerme de su justicia, no de la mía. En segundo lugar, ya que Dios nos había hecho a Daniel y a mí una sola carne, sentía que podía presentarme ante el Señor tanto en nombre de él como en el mío. Por lo tanto, me postré sobre mi rostro delante del Señor y oré de esta manera:
Padre:
En el nombre de Jesucristo tu hijo, humildemente vengo ante tu presencia. En el nombre de Jesucristo, solicito de ti que me permitas venir delante de tu trono como Juez del Universo. Solicito de ti que me concedas una audiencia. Te estoy pidiendo que juzgues entre mi esposo y yo, y Satanás. Por lo tanto, solicito de ti que Satanás venga y que esté presente en esta audiencia.
No sé si Satanás estuvo o no allí, pero me imagino que sí. Cuando dije esas palabras, me sentí inundada por la presencia del Señor y supe que estaba en realidad en el tribunal celestial. Seguí orando:
Padre:
Quiero que esté bien claro que vengo a ti sólo bajo el amparo de la preciosa sangre de Jesucristo. Daniel y yo no tenemos ninguna justicia propia, sino únicamente la justicia de tu Hijo. Tengo ahora varias peticiones que quiero presentarte en el nombre de Cristo.
• 1. Solicito de ti que juzgues de una vez por todas:
¿Nos has llamado a Daniel y a mí a un ministerio a tiempo completo para ti? Mi esposo yyo creemos con todo el corazón que sí nos has llamado. Si juzgas que sí, humildemente me permito decirte que es tu responsabilidad darnos los medios para realizar el trabajo que nos has mandado hacer.
• 2. Te pido que escudriñes mi corazón y el de Daniel, y juzgues: ¿Estamos en realidad haciendo tu voluntad, sin importar el precio? Si tu juicio es que hemos demostrado nuestra disposición de hacer tu voluntad, entonces me permito decirte que sabes — como nosotros y Satanás también — que el maligno nos ha impedido cumplir tu voluntad. Te estoy pidiendo que des una orden que sujete a Satanás y a sus huestes para que dejen de impedirmos hacer tu voluntad.
• 3. Padre, sé por tu Palabra que tú permites que Satanás pueda zarandearnos. Pero también sé por tu Palabra que el zarandeo tiene término. .Jesús le
dijo a Pedro que había orado por él a fin de que después de ser zarandeado fuera fortalecido para confirmar a los hermanos (Lucas 22:3 1,32). Padre, humildemente me atrevo a decirte que creo que este proceso de zarandeo ya ha sido lo suficiente largo en nuestra vida. Te estoy pidiendo que le pongas punto final. Señor, si has juzgado que nos has llamado al ministerio, y que nuestro corazón está totalmente dispuesto a obedecerte, te ruego que ordenes a Satanás que no nos siga tentando y zarandeando para que podamos ocuparnos del trabajo que tú nos has mandado hacer. No podemos cumplir cabalmente todo lo que nos has mandado si continuamos siendo zarandeados.
Mi siguiente petición tuvo que ver con Daniel. Desde el comienzo de nuestro matrimonio, él era atormentado con pesadillas y con el recuerdo de escenas pasadas, tanto de la tortura y muerte de Kai como del maltrato de que él fue víctima en su niñez. Estas pesadillas se producían a pesar de su plena liberación, de nuestras oraciones y ayunos, y de nuestras reprensiones a Satanás. Nada de lo que había surtido efecto.
• 4. ¡Señor, solicito de ti que obligues a Satanás y a sus demonios a dejar de atormentar ami esposo con pesadillas y recuerdos! ¡Ya basta! Siento que no tienen el derecho de seguir haciendo esto, y por lo tanto, te pido que termines este tormento para siempre.
Desde que se produjo el arresto de Daniel, ambos vivíamos bajo una nube de temor, y estábamos muy conscientes de la realidad del temor. Oramos contra ese temo; ayunamos, lo reprendimos e hicimos todo lo que sabíamos hacer pero no podíamos libramos de él. Muchas noches me levantaba de repente sudando frío y aterrorizada, pensando que había oído a alguien derribando nuestra puerta para prender a Daniel otra vez. Habíamos servido por más de dos años a pesar del temor, pero sabíamos que aquello era un estorbo que no nos permitía dedicarnos por completo a lo que Dios quería hacer en nuestra vida.
• 5. Padre, como tú bien sabes, desde que Daniel fue arrestado, hemos estado bajo el yugo del temor. Te estoy pidiendo que quites este yugo de nuestra vida desde ahora y para siempre.
• 6. Padre, te estoy pidiendo que veas nuestra situación económica. Te estoy pidiendo que juzgues si hemos actuado correctamente en el aspecto económico. Si tu juicio es que sí hemos actuado bien, entonces te pido que hagas que Satanás saque sus manos de nuestros asuntos económicos. Señor, nuestro deseo es avanzar en la obra que sentimos que tú nos has llamado a hacer, pero no podemos hacerlo si tenemos que hacer un alto y trabajar en otra cosa para poder vivir. Por lo tanto, te estoy pidiendo que obligues a Satanás y a sus servidores a alejarse de nuestra economía familiar y que nos bendigas en este aspecto.
• 7. Por último, Señor, te estoy pidiendo que obligues a Satanás a no seguir obstaculizando tu comunicación con nosotros. Si has juzgado que nuestro corazón está dispuesto a servirte, sabes que todo lo que tienes que hacer es indicarnos tus órdenes con claridad y las obedeceremos. Te estoy pidiendo que nos des tu guía y dirección perfectamente claras.
Padre, encomiendo una vez más nuestra vida a tu cuidado. Sé que tú eres un Juez perfectamente justo, y tengo la seguridad de que juzgarás nuestra causa con perfecta justicia. Me imagino que ahora oirás los argumentos de Satanás; por lo tanto, con tu permiso vuelvo a mi cama. Te doy
mis más sinceras gracias en el precioso nombre
de Jesucristo por haberme escuchado. Amén.
Entonces me fui a la cama, pero a la mañana siguiente temía decirle a Daniel lo que había hecho. ¿Me comprende? Nuestra vida era un lío. No sabía lo que haría Dios con mis peticiones, pero sí estaba bien segura del hecho de que El podía pronunciar juicio contra nosotros. ¡En ese caso, estaríamos en una situación peor de la que ya estábamos! Por lo tanto, me quedé callada y esperé para ver lo que el Señor haría.
Ese mismo día, fuimos a visitar al pastor de una pequeña iglesia donde él había hecho preparativos para que habláramos esa noche. Era un encantador anciano de ochenta y cuatro años de edad. No sabía nada de nuestras circunstancias, pero era un verdadero siervo de Dios. Cuando nos sentamos para escucharle decir algunas de las cosas que Dios había hecho en su vida, pudimos sentir la presencia del Señor. De repente, antes de concluir lo que estaba diciendo, se detuvo y pidió: “Oremos.”
Inclinamos nuestra cabeza, y al hacerlo el Espíritu Santo comenzó a hablar a Daniel con gran claridad. Como acostumbra al hablarle Dios de esta manera, Daniel simplemente abre su boca y repite todo lo que el Señor dice. Daniel habló: “Querida, el Señor me está hablando muy claramente. Me dice: ‘A partir de este momento estoy destruyendo el yugo de temor de tu vida!”
Comencé a llorar porque sabía que el Señor estaba respondiendo mis peticiones. Daniel no sabía nada de lo que había ocurrido la noche anterior. Él continuó: “El Señor dice que nos ha llamado a un ministerio a tiempo completo para Él y que nos lo hará posible. No voy a tomar ese empleo secular que me han ofrecido. Él dice que debemos regresar a Arkansas de inmediato y que Él proveerá una casa para nosotros allá.”
Una a una escuché a través de Daniel que el Señor había respondido a cada una de mis peticiones. Por último, Daniel hizo una pausa y parecía perplejo: “Y el Señor dice que ha pronunciado juicio a nuestro favor. Rebecca, ¿estuviste orando anoche?”
Para entonces, yo estaba riendo y llorando al mismo tiempo. ¡Aleluya! ¡El Señor había respondido mis peticiones y había pronunciado juicio a nuestro favor! Nuestra causa se había ganado. ¡El Juez del Universo había decidido contra Satanás en nuestra vida! Entonces le dije a Daniel y a los demás cómo había orado en esa madrugada. Todos nos regocijamos y alabamos juntos al Señor.
Viajamos a Arizona, liquidamos nuestro “quinta rueda” y regresamos a Arkaúsas. El Señor obró con rapidez. Milagro tras milagro. Él nos dió una casa en el término de un mes. También dio un vüelco total a nuestros problemas económicos.
El mes siguiente, el Señor nos ordenó cambiar nuestra camioneta por un automóvil. Nos dijo que no estaba bien que recogiéramos a las personas en el aeropuerto en una camioneta, ni que las transportáramos en ella. Dijo que nuestro ministerio se ampliaría con mucha rapidez y que necesitaríamos transportar a otras personas. Entonces Daniel hizo planes para cambiar nuestra vieja camioneta por un automóvil, pero todo negocio que trataba de hacer fracasaba. Dos semanas después regresó a casa frustrado del todo y dijo: “Me rindo. ¡Si Dios quiere que tengamos un automóvil, creo que El tendrá que dejar que nos caiga uno en las piernas!”
Estoy segura de que el Señor dijo: “He estado esperando que dijeras eso.”
La semana siguiente, un caballero no creyente se acercó a Daniel y le dijo que había escuchado que estaba tratando de cambiar su camioneta por un automóvil para su ministerio. Le dijo a Daniel que necesitábamos un auto de verdad para nuestro ministerio. Daniel le preguntó qué consideraba él como un auto de verdad. El hombre respondió: “Un Cadillac.”
Daniel comenzó a reír y dijo al caballero que de ninguna manera podíamos darnos el lujo de un automóvil así. El hombre le dijo a Daniel, en forma más bien abrupta, que sí podía cambiar su flamante Cadillac por nuestra camioneta. ¡No sólo era un Cadillac, sino además el automóvil más caro que había! ¡Alabado sea el Señor!
Al comienzo yo no quería el auto porque pensaba que era demasiado ostentoso. Pero tengo que decirlo, el Señor sabe lo que hace. Ese auto ha sido una increíble bendición para nosotros desde hace un año. Hemos tenido que llevar a tantas personas a diferentes lugares en ese automóvil, que nos permite viajar a todos cómodamente, y nos da la oportunidad de un mayor compañerismo. A propósito, el hombre que nos dio el auto recibió ya a Cristo como su Señor y Salvador.
Debo también decir que desde aquella noche, hace más de un año, Daniel no ha tenido ni una sola pesadilla o recuerdo que lo atormente. ¡Aleluya!
Lo mejor de todo es que, tres meses después que el Señor pronunció juicio a nuestro favor, el juez aquí en la tierra que está a cargo de nuestra causa declaró de repente cerrado el juicio y puso así fin al litigio legal que fue para nosotros una pesadilla durante tres años. ¡Esto nos dejaba completamente libres!
No dispongo de suficiente tiempo ni espacio para contarle todas las cosas maravillosas que el Señor ha hecho en nuestra vida desde la noche que visité el tribunal del Juez del Universo. Daniel 7:21,22 se ha cumplido en nuestra vida. (En este capítulo, Daniel recibió una visión de las naciones y soberanos que vendrían. Los soberanos estaban representados por cuernos. El último soberano estuvo representado por un cuerno pequeño, que es Satanás.)
Y veía yo que este cuerno hacía guerra contra los santos, y los vencía, hasta que vino el Anciano
días, y se dio el juicio a los santos del Altísimo; y llegó el tiempo, y los santos recibieron el reino.
Daniel 7:21,22
¿Se encuentra usted luchando ahora mismo como lo estuvimos nosotros? ¿Sabe que Dios lo ha llamado a hacer una tarea específica para El, pero Satanás le ha estado impidiendo que la haga? Si no hay en su vida ninguna razón legal para los ataqües de Satanás, le sugiero entonces que piense en la posibilidad de acudir al Juez del Universo. Servimos a un Dios que nos ama, y que es un Juez justo y misericordioso. Pídale que juzgue su causa y que ejuita una orden que sujete a Satanás. Dios nos ha dado armas poderosas. No sea remiso en emplearlas.
Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de estras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.
Hebreos 4:14,15
Porque Jehová juzgará a su pueblo, ypor amor de sus siervos se arrepentirá, cuando viere que la berza pereció, y que no queda ni siervo ni libre.
Deuteronomio 32:36
Hace pocos meses, nos reunimos con unos amigos que no habiamos visto por casi cinco años. Dennis y Mary nos han dado permiso para contar su historia. Dennis fue una vez un empresario muy rico, que hacía contratos multimillonarios. Luego hizo un contrato con la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. La Fuerza Aérea actuó de mala fe, y como consecuencia Dennis perdió su negocio y casi todo lo que tenía. Sin embargo, continuaron sirviendo al Señor. Acudieron a los tribunales para tratar de resolver la cuestión, pero por diez largos años la batalla se prolongó de manera tediosa. Centenares de miles de dólares se gastaron en abogados, pero sin ningún resultado. Cuando nos vimos, estaban enfrentando otra crisis económica. Estaban exhaustos y desanimados. Entonces les contamos la poderosa lección que habíamos aprendido del Juez del Universo.
Dennis y Mary se fueron a su casa y con mucho cuidado y en oración escudriñaron y limpiaron sus vidas. Luego, se sentaron y redactaron su causa y peticiones que llevarían delante del Señor. Juntos, entonces, se presentaron ante el Juez del Universo con su causa, para pedir al Señor que pronunciara juicio en su causa y que luego hiciera juicio en los tribunales terrenales.
Exactamente un mes después de orar así, recibieron una llamada telefónica. Fueron informados de que debían volar a Washington D.C. de inmediato para estar presentes en una audiencia. Por más de un año no hubo una nueva audiencia sobre el caso, por lo tanto esta era inesperada y repentina. Los abogados de ambas partes ni siquiera tuvieron tiempo de revisar en su totalidad el caso y refrescar su memoria.
Dennis y Mary comparecieron ante un jurado de cuatro jueces, a los que dijeron que todo esto era algo que ellos jamás habían experimentado antes. Estaba claro que los jueces conocían cada detalle del caso. Ellos sometieron a un severo interrogatorio a los abogados de ambas partes, y muchas veces los amonestaron por tratar de dar información equivocada acerca del caso. Era evidente que ya habían tomado una determinación antes de entrar al
A tribunal. ¡Ese mismo día, esos cuatro jueces pronunciaron su sentencia a favor de Dennis y Maç poniendo así fin a una experiencia penosa de diez años! Satanás había estado prolongando el tiempo de sufrimiento de esta pareja. Pero el Juez justo y misericordioso le puso fin.
Desde que aprendimos esta herramienta tan importante de contienda espiritual, hemos conocido a varias personas que han estado en la misma situación de desánimo que estuvimos nosotros. ¡Pero Dios no quiere que su pueblo viva en derrota y desánimo! El nos colocó sobre la tierra para poseerla y gobernarla. ¡Estamos llamados a ser propietarios, no inquilinos! ¡Cuando Dios envió a los hijos de Israel a la tierra de Canaán, los envió a poseer la tierra, no a vivir en derrota!
Cuando usted, amado lector, haya hecho todo lo humanamente posible, y haya orado buscando en su vida algún pecado o fundamento legal para que Satanás lo derrote, pero no ha encontrado ninguno, recuerde entonces que tenemos un tribunal final de apelación ante un Juez que es perfectamente justo: ¡el Juez del Universo!
Y veía yo que este cuerno hacía guerra contra los santos, y los vencía, hasta que vino el Anciano de días, y se dio el juicio a los santos del Altísimo; y llegó el tiempo, y los santos recibieron el reino.
Daniel 7:21,22
Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.
Apocalipsis 21:6,7
¡Aleluya! ¡Ven pronto, Señor Jesús! Mientras tanto, convirtámonos en vencedores junto con todo el pueblo de Dios.
 Derrotemos a nuestro enemigo y poseamos nuestra tierra para que el evangelio de Jesucristo siga adelante victoriosamente.
Queridos hermanas y hermanos en Cristo, queremos terminar con este pensamiento. Eclesiastés dice que hay un tiempo para todo. Habrá tiempos de sufrimiento y de pruebas en nuestra vida. Crecemos en el Señor cuando enfrentamos tiempos difíciles, pero Dios no quiere que permanezcamos todo el tiempo en la adversidad. Él quiere hacernos victoriosos sobre Satanás. Jesús sufrió y murió en la cruz para que pudiéramos ser victoriosos. No acepte, le ruego, su situación actual como la que debe permanecer durante el resto de su vida. Busque al Señor y limpie, su vida. ¡Luego, levántese y ejerza autoridad sobre el ladrón!
Quizás necesite ir ante el Juez del Universo para solicitarle una audiencia. Recuerde que hemos creído en un Dios justo y misericordioso que nos ama mucho. Y Él ha hecho provisión para nosotros, a fin de que podamos andar en victoria y llevar el glorioso evangelio de Jesucristo a un mundo perdido y moribundo.
Es nuestra fervorosa oración que nuestro Dios maravilloso le abra sus ojos espirituales para que pueda ver cómo aplicar estas verdades a su vida. Que el Señor Jesucristo lo bendiga, lo guarde y lo guíe.

Quiera el Señor que todos seamos siervos útiles, a quienes nuestro Señor encuentre ocupados en su viña cuando se produzca el día de su regreso. Amén.

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